La armadura de Dios: cálzate los zapatos de la paz

Continuamos con nuestra serie de publicaciones acerca de la armadura de Dios, te invitamos a que si no has leído las anteriores tomes unos minutos para leerlos aquí.

Los zapatos no son mi fuerte. Una vez me puse un par de zapatos marrones con plataforma (que había tenido durante aproximadamente 150 años) para ir a la iglesia, solo para que se fueran deshaciendo mientras caminaba por el pasillo hasta el cuarto banco de la parte de enfrente. Para cuando llegué a mi asiento, pedazos marrones estaban esparcidos por todo el pasillo. Debo haber parecido una extraña combinación de Gretel que se le caen las migajas de pan, Cenicienta que pierde los zapatos y Dorothy perdida en el país de los Munchkin; medio calzada y preocupada de no encontrar la salida del santuario para regresar a mi casa en Kansas.

No hay duda, necesitaba desesperadamente comprar un nuevo par de zapatos. Pero por alguna razón, comprar zapatos me resulta difícil. Tal vez sea el gasto, las opciones abrumadoras o la apuesta por la comodidad que una persona hace cada vez que compra un nuevo par de zapatos. Estoy segura de que ya lo has experimentado, una cosa es usar un nuevo par de zapatos por el pasillo de la tienda (mis dedos de los pies y los talones se sienten bien hasta ese momento), pero otra cosa completamente diferente es tener que usar esos zapatos más de cinco minutos.

Pero hay un par de zapatos por los que no tengo que preocuparme. Se ajustan perfectamente cada vez que me los pongo. Son cómodos, no me pellizcan los dedos de los pies y nunca se desgastan. El único rastro que dejan atrás es la seguridad centrada en Dios. ¿Por qué? Son mis zapatos de paz dados por Dios.

Vistiendo esos zapatos del evangelio

En Efesios 6, el apóstol Pablo hace un trabajo brillante (a través del Espíritu Santo) al comparar nuestra armadura espiritual con la armadura de un soldado romano. Así como un soldado necesita estar armado y listo en todo momento para cualquier cosa que pueda venir sobre él, un seguidor de Cristo necesita estar preparado para cualquier dardo espiritual que nuestro enemigo intente arrojarnos. No es un secreto decir que tenemos un enemigo espiritual, es la realidad.

Hasta ahora, hemos discutido el cinturón de la verdad y la coraza de la justicia. Luego, en Efesios 6:15, Pablo dice: «Y calzados los pies con la preparación para anunciar el evangelio de la paz».

Ahora bien, una cosa es andar descalza en la playa, pero no lo recomendaría en el campo de batalla, en un sitio de construcción o en los establos de cerdos en nuestra granja. Solo que hay algunas situaciones en las que se necesita usar zapatos, buenos zapatos, tal vez incluso botas con punta de acero. Espiritualmente, la vida cristiana es una de esas situaciones. Piénsalo, ¿cómo puede un soldado avanzar en el campo de batalla o mantenerse firme durante un período de tiempo determinado sin zapatos? Permíteme responder: no pueden, y no lo harán.

De la misma manera, cuando el fundamento de un creyente es la paz, es mucho más fácil moverse o mantenerse firme por largos períodos de tiempo. Se necesita perseverancia y resistencia para seguir a Cristo, y nuestros zapatos de paz brindan el apoyo necesario.

Por otro lado, una de las formas más rápidas en las que el enemigo nos vuelve incapacitada, es robándonos la paz, dejándonos preocupadas, ansiosas y temerosas. Si tuviera un centavo por cada vez que un cristiano me dice que está ansioso, sería rica. Yo también lucho a veces con la ansiedad, y cada vez que lo hago, me encuentro paralizada.

Los zapatos de la paz son imprescindibles

Cuando estoy preocupada por el resultado de una situación, no puedo pensar en nada más que en mis circunstancias, lo que significa que ciertamente no estoy pensando en hacer avanzar el reino de Dios. En cambio, estoy atrapada en una red de aprehensión y escenarios hipotéticos, y el enemigo me tiene justo donde me quiere: distraída, angustiada e incapacitada del trabajo efectivo de construcción del reino. Necesito paz, y la necesito cuanto antes.

Sin embargo, a menudo no nos ponemos nuestros zapatos de paz llenos de fe y sellados por el evangelio cuando nos levantamos por la mañana. Como resultado, permitimos que la ansiedad nos gobierne como un capataz de dos metros y medio de altura que observa cada uno de nuestros movimientos.

Pero, ¿qué nos dijo Jesús acerca de la paz? Él dijo: «La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a ustedes como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo» (Juan 14:27).

El apóstol Pablo entró en más detalles sobre la paz de Cristo al declarar en Efesios 2:14: «Porque Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación». Luego, en el versículo 17, añade: «Y vino y anunciópaza ustedes que estaban lejos, y paz a los que estaban cerca».

¿Cómo nos predicó Cristo la paz? A través del evangelio, las buenas nuevas de Su muerte, sepultura y resurrección a nuestro favor. Por gracia a través de la fe en Jesús, ya no estamos en desacuerdo con Dios, sino que estamos reconciliadas con Él. Nuestra posición en Cristo es de paz, pero ¿es esa nuestra mentalidad?

Nuestros zapatos de paz nos mantienen con los pies en la tierra

Colosenses 3:15 dice: «Que la paz de Cristo reine en sus corazones». En otras palabras, que la paz esté al frente de tu mente y en tus pies, sin importar a dónde vayas o lo que encuentres. La mente humana no disfruta de la agitación. Si no buscamos la paz en Dios, buscaremos naturalmente la comida, las drogas, las relaciones, el placer, las cosas, los deseos o algún otro sustituto para calmar el caos que se está gestando dentro de nosotras.

La verdad es que saldremos con las manos vacías cada vez que busquemos la paz en otro lugar que no sea Dios. Sólo Él es el guardián de la paz, una paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4:6–7). Una paz que comienza con el evangelio.

Jesús dijo en Juan 16:33: «Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo». La única forma de aferrarse a la paz en este mundo atribulado es aferrándose a Cristo. Si nos aferramos a cualquier otra esperanza, nos dejará con esa horrible sensación demasiado familiar en el estómago.

Hay mucha incertidumbre en nuestro mundo en este momento. En muchos sentidos, la paz se siente como una cosa del pasado. Hay tantas cosas por las que podría pasar el tiempo preocupándome, pero todo lo que hace es darme acidez estomacal y mantenerme distraída. La verdad es que si bien hay muchas cosas por las que orar, no tengo nada de que preocuparme. Dios sigue siendo Dios, y todavía tiene el control. Soy Su hija, y Él es digno de confianza.

Nuestros zapatos de la paz todavía están de moda

Por mucho que me encantaría ver una resurrección de políticas centradas en la Biblia y un liderazgo piadoso en todo el mundo, la verdadera respuesta a nuestros problemas es Jesús. Nuestros zapatos del evangelio nunca han pasado ni pasarán de moda. Y el enemigo temblará en presencia de cada creyente vestido y listo con el evangelio de la paz.

Sin embargo, cuando miro a mi alrededor, no veo creyentes llenas de paz que compartan el evangelio fácilmente. En cambio, nos veo viviendo asustadas. Nos veo luchando espiritualmente descalzas, distraídas por el caos que nos rodea. Nos veo más preocupadas por la salud física que por los destinos espirituales. No estoy diciendo que no podamos expresar la sabiduría bíblica sobre temas actuales. Podemos, y debemos. Pero, ¿no deberíamos analizar detenidamente nuestras principales preocupaciones? ¿Tienen algo que ver con el evangelio?

No importa lo que nos espera de este lado del cielo, tenemos mucho que esperar en Cristo. Y ese es el mensaje que necesitamos predicar. ¡Qué gozo es vivir en paz con Dios aun en medio de las circunstancias presentes! Este mundo no es nuestro hogar, y solo eso me da paz.

Nuestro mayor problema (la separación de Dios debido al pecado) está solucionado en Cristo. En Jesús somos perdonadas, apreciadas, conocidas y amadas, y Dios nos ha concedido la paz. La pregunta es, ¿la llevaremos como un par de botas con punta de acero para que, sin importar adónde vayamos o a qué nos enfrentemos, no estemos ansiosas por nada?

El enemigo daría cualquier cosa por vernos angustiadas, pero Dios dio todo para que no tengamos que estarlo. Preciosa hermana, no vivas tu vida con ansiedad. En lugar de eso, ponte tus zapatos de paz llenos de fe y sellados por el evangelio, incluso frente a la incertidumbre, porque sabes quién sostiene este mundo, y Él es tu Salvador.

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Sobre el autor

Stacey Salsbery

Stacey Salsbery es esposa de granjero y madre de cuatro hijos. Cuando no está sirviendo una comida, viajando en un tractor con su esposo o llevando a los niños a practicar, la encontrará escapando de la locura escribiendo devocionales en … leer más …


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