Jesús redefine las imposibilidades

Por Carrie Gaul

Faltaban cinco días para la boda de nuestra hija.  En ese corto periodo de tiempo, un sencillo gimnasio necesitaba ser transformado en un elegante salón de recepción. Una tarea aparentemente imposible, pero, esta madre-de-la-novia estaba completamente confiada en que lo «imposible» podía convertirse en una realidad.  Confiaba firmemente en las habilidades de transformación de nuestras queridas amigas.  No tenía la menor duda de que ellas convertirían lo común en algo de increíble belleza.

La misma confianza se hace evidente en la vida de dos hombres ciegos que vinieron a Jesús en Mateo 9:

  «Al irse Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!» (v.27) 

¿Escuchas la desesperación en su clamor?  No tienen esperanza… ni otras respuestas. Ningún lugar adónde ir. Si Jesús no interviene, sus circunstancias están destinadas a continuar siendo desesperadas y sin cambio.

Y por eso le gritan… sin sentir vergüenza, lo hacen con valentía y con increíble perseverancia. No están dispuestos a dejar que Jesús quede fuera de su alcance.

   «Y después de haber entrado en la casa, se acercaron a Él los ciegos…» (v.28)

¿Notaste esto?  Enfocados en una sola cosa, estos dos hombres ciegos se apartan de la multitud, y sin pedir disculpas, siguen a Jesús hasta dentro de la casa donde Él se alojará. ¿Dónde obtuvieron esa seguridad tan audaz, esa confianza de que Jesús podía transformar su situación imposible?

Para ponerlo de manera sencilla… ¡la vid! Imagina cómo habrá corrido la voz por todas las aldeas locales de que Jesús perdonaba pecados, sanaba no solamente a los enfermos sino también a los paralíticos y ¡hasta volvía a los muertos a la vida! Seguramente la confianza de ellos había crecido al escuchar los detalles de la obra de Jesús en otras vidas.

¡Pero ahora estos dos hombres ciegos están de pie cara-a-cara con Jesús! Y tendrá lugar una crisis de convicción personal.

Jesús impacta lo imposible

Verás, Jesús no está interesado principalmente en el conocimiento que tengamos acerca de Él (nuestra teología), sino en la manera cómo nuestra teología se conecta con nuestra realidad. ¿Cómo lo que sabemos de Jesús impacta la manera en que vemos las «situaciones imposibles» en nuestra vida?

La pregunta de Jesús apunta al corazón del asunto:

 «¿Creéis que puedo hacer esto? Le respondieron: Sí Señor» (v.28)

Me pregunto cuál es el «esto» en tu vida. ¿Con cuáles imposibilidades luchas esta semana? ¿Cuáles desafíos te están haciendo clamar a Jesús?

Verás, la pregunta de Jesús está dirigida a cada una de nosotras hoy.  ¿Realmente creemos que Él puede obrar sin importar lo desesperanzada que luzca la circunstancia? ¿Lo que sabemos de Jesús impacta lo que creemos de nuestra soltería?  ¿Un matrimonio que es un reto?  ¿Un hijo rebelde? ¿Realmente creemos que Jesús puede obrar en esa situación?

Me encanta la respuesta de los hombres ciegos, y ruego que sea un reflejo de la nuestra:

«¡Sí, Señor, reconocemos nuestra necesidad desesperada de Tu toque; clamamos a Ti sin sentir vergüenza, ¡y creemos que puedes hacer más de lo que pudiéramos pedir o pensar!»

Pero ¿qué sucede cuando las circunstancias dificultan que confiemos? Regresemos a la transformación de la boda de mi hija…

Cuando las paredes se derrumban

Durante los cinco días siguientes, amigos y familia dieron sacrificialmente de su tiempo y talentos para transformar un gimnasio en un elegante salón de baile para la boda de nuestra hija. Esta transformación requirió no solo un compromiso increíble, sino también genialidad visionaria, perseverancia determinada y fe inquebrantable de que lo imposible pronto sería realidad.

Cuando caí en la cama esa primera noche no tenía idea de lo vital que sería la fe inquebrantable para los días siguientes. Se había logrado mucho: se habían levantado paredes de tul e innumerables cordones de luces blancas. Todos sentíamos que íbamos bien. Mi confianza permaneció firme; la transformación quedaría completada para el día de la boda.

Y entonces sucedió. Como fichas de dominó, de repente se derrumbaron las paredes de tul de tres metros. Gritos de horror precedieron a un silencio ensordecedor al darnos cuenta de que, horas de arduo trabajo ahora se encontraban a nuestros pies. Esta-madre-de-la-novia de pronto se estremeció, no pudiendo creerlo.

¿No es asombroso lo rápido que la fe llena de certeza, se quiebra al enfrentar circunstancias inesperadas? Pedro experimentó esto en Mateo 14:

«Respondiéndole Pedro, dijo: Señor, si eres tú, mándame que vaya a ti sobre las aguas. Y Él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, caminó sobre las aguas, y fue hacia Jesús» (vv. 28-29)

¡Sorprendente! La fe de Pedro estaba tan firmemente arraigada en su Salvador que ni siquiera dudó ante el mandato de Jesús. Pedro sabía que Jesús era digno de confianza. No cuestionó la habilidad de Jesús para obrar en esta «situación imposible». ¿El resultado de su fe inquebrantable?  ¡Descendió de la barca!

Viendo el viento

Pero luego las circunstancias cambiaron. Mateo 14:30 dice: «Pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo, y empezando a hundirse gritó, diciendo: ¡Señor, sálvame!»

Me encanta esa frase, «cuando vio la fuerza del viento». El viento solamente es visible cuando miramos lo que hace a las circunstancias a nuestro alrededor: hojas crujiendo, árboles meciéndose…olas rugiendo. El viento que Pedro está viendo, altera dramáticamente las circunstancias de su situación. Y en ese momento, su fe comienza a sacudirse, mientras olas de temor e incredulidad se precipitan sobre él.

¿Olas (o paredes) de temor e incredulidad se han estrellado recientemente frente a ti? ¿Te has sorprendido de cuán poco se necesita para hacer tambalear tu fe? Pedro se movió de la fe al temor, de una seguridad confiada a una duda que hunde, en un instante. Y con demasiada frecuencia, nosotras también.

«Y al instante Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo*: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» (Mat. 14:31)

¡Ah!  ¡Qué agradecida estoy de que Jesús extiende Su mano inmediatamente a aquellos que están hundiéndose en las olas del temor y la incredulidad!  Él no nos abandona; no nos deja a nuestra suerte. Sino que extiende Su mano hacia nuestra desesperada necesidad y define el puente que cubrirá la brecha entre nuestra teología (lo que sabemos acerca de Dios) y nuestra realidad. Ese puente se llama fe.

«Ahora bien, la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Heb. 11:1)

Como madre-de-la-novia-, la duda me abrumó cuando mis ojos se movieron del compromiso y fidelidad de nuestras amigas (que habían trabajado horas extras para lograr el objetivo) a las paredes cayéndose a mi alrededor.  La duda llenó el corazón de Pedro conforme sus ojos se movieron de la fidelidad del rostro de su Salvador hacia las olas que rugían a su alrededor.

Me pregunto dónde has fijado tu mirada hoy. ¿Estás titubeando en incredulidad y dudando cuando miras las circunstancias que te rodean? ¿Tu clamor es «¡Señor, sálvame!?» En las palabras de un viejo himno: «Pon tus ojos en Cristo, tan lleno de gracia y amor». Su mano misericordiosa está extendida hacia ti.  Su tierna voz susurra: «Amada hija ¿por qué dudaste?»

Fijemos «los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe» (Heb. 12:2)

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