Hogar dulce hogar…de la fe

Escrito por Heidi Jo Fulk

En los primeros seis meses de matrimonio, mi esposo y yo vivimos en cuatro apartamentos diferentes. Yo había terminado mi carrera universitaria antes de la boda, pero a mi esposo aún le faltaban algunos periodos por cubrir. Él estaba en una universidad con un programa de cooperación en ingeniería, donde todos los estudiantes alternaban periodos académicos con prácticas, por ello estuvimos en nuestro primer apartamento solamente dos meses durante su penúltimo periodo de prácticas.

Aun así, yo desempacaba y decoraba ese lugar en nuestra ciudad natal en Ohio, como si fuéramos a quedarnos por años, porque…bueno… era nuestro primer hogar y yo era una recién casada muy emocionada. Pero pronto nos mudamos nuevamente a nuestro segundo apartamento en Michigan para su periodo académico final. Tres meses después, nos mudamos otra vez, cuando regresamos a Ohio para su último periodo de prácticas. Finalmente, tres meses después, mi esposo completó sus estudios, aceptó un trabajo en Michigan, y nos mudamos a nuestro cuarto y último apartamento.

Por fin…un “Hogar”

Durante todas esas mudanzas, asistimos a diferentes iglesias. Como estábamos en un solo lugar por unos pocos meses, no tuvimos oportunidad de conectarnos realmente. Por tanto, cuando hicimos nuestra última mudanza a Michigan, estábamos ansiosos de instalarnos. Nos encontrábamos lejos de la mayoría de nuestros familiares y comenzábamos a establecer la nuestra.  Pero teníamos un miembro de la familia en el área, quien nos invitó a que iniciáramos nuestra búsqueda de una iglesia fija en la suya. Desde el primer domingo que visitamos, encontramos enseñanza bíblica sólida y una clase para formación de recién casados, por lo que ya no quisimos ir a ningún otro lado.

Ahora bien, en muchos de los casos, tomar una decisión así de pronto, ¡puede que no sea sabio! Pero para nosotros, fue una de nuestras mejores decisiones. Aunque admito que estaba basada más en nuestra necesidad de un “hogar de la fe” que en una decisión tomada en oración y con más cuidado; por la gracia de Dios, resultó ser un fuerte fundamento para nuestro matrimonio y familia. Ahora, dieciocho años después, mirando para atrás, me doy cuenta cómo se construyó ese fundamento

Cómo encontramos nuestro hogar de la fe:

1. Conocíamos nuestra necesidad:

Con todas esas mudanzas durante los primeros meses de matrimonio, había muchas emociones. Nuevas personas. Nuevos lugares. Nuevas experiencias. Pero también anhelábamos algo de estabilidad. Conocer y ser conocidos cuando fuéramos a algún lugar. La iglesia era un excelente lugar para comenzar. También sabíamos que necesitaríamos enseñanza clara de la Palabra de Dios. Aunque considerábamos otros aspectos de la iglesia –grupos, clases, oportunidades de alcance, alabanza- sabíamos que el fundamento de una iglesia debía ser la inerrante Palabra de Dios.

2. Comenzamos por informarnos:

Tuvimos una invitación personal de alguien que conocíamos bien y en quien confiábamos. Hicimos preguntas y acudimos con nuestros sentidos en alerta –buscando no solamente información, sino también evidencia en las personas de la iglesia, de que vivían lo que decían que creían.

3. Nos involucramos y nos comprometimos:

El punto esencial para comenzar a buscar un hogar de la fe, es tener la certeza de que su fundamento es la Palabra de Dios y ver evidencia de que se está viviendo a través de las actividades y personas de esa iglesia.

¿El próximo paso? Involúcrate. Habla con las personas. Ve a una clase o evento. Invita a alguien a tu casa, o a almorzar fuera. Sé parte de un Estudio Bíblico. Sirve de alguna manera. No estoy hablando de llenar tu agenda frívolamente con todo tipo de actividades. Lo que estoy diciendo es que, si solamente asistes al servicio de alabanza principal en tu iglesia, no vas a formar relaciones en las cuales crecer en todos los aspectos de tu andar con Cristo.

Busca oportunidades para responder con palabras y acciones a la enseñanza; observa y escucha las experiencias de otros creyentes en un ambiente más íntimo. Necesitas relaciones donde se den el ánimo, exhortación, corrección y entrenamiento descritos en todo el Nuevo Testamento. Luego comprométete con esas personas y sé consistente en tu asistencia y participación.

Mi esposo y yo comenzamos nuestra participación en esa clase de recién casados de la que habíamos oído en nuestra primera visita, y dieciocho años después, algunas de esas relaciones todavía son las más cercanas. En una ocasión que pidieron ayuda para la guardería de la iglesia, me apunté en la hoja que nos pasaron. El servir ahí me entrenó en el ministerio de manera “práctica.”  Pero también proveyó oportunidades para que conocer a otras personas de mi familia en la fe, conforme servíamos juntas. Mientras arrullábamos bebés y oíamos historias, aconsejábamos, animábamos en los desafíos de otras personas sirviendo conmigo, también se fueron edificando las relaciones y se fue dando todo tipo de consejería.

4. Fuimos impactados e impactamos a otros:

Al comprometernos con el cuerpo de esa iglesia local, en la medida en que de manera consistente aprendíamos y adorábamos, Dios nos formó. Mientras que nuestro trasfondo con respecto a la iglesia y la Biblia eran diferentes, comenzamos un proceso paso-a-paso de construir el fundamento de nuestra propia familia, en conocimiento, confianza y seguir a Cristo. Requirió algunas conversaciones y circunstancias complicadas. Pero estábamos buscando sabiduría de la Palabra y nuevos mentores mientras aprendíamos y adorábamos juntos y nos involucrábamos en grupos y clases.

¿Por qué la Iglesia?

¿Por qué uno de los primeros pasos como recién casados fue encontrar un hogar de la fe? ¿Por qué es importante? Porque Cristo ama la Iglesia. Sí, Él ama la Iglesia, así, con “I” mayúscula –todos aquellos que creen en Él y le siguen. Pero también porque a través del Nuevo Testamento veo una clara evidencia de Su amor y propósito para grupos específicos más pequeños de creyentes, y el valor, influencia e importancia puesta sobre la iglesia local.

Comenzando justo después de la ascensión de Cristo y con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés en Hechos 2:44-47, vemos el patrón de un grupo de creyentes conectados, comprometidos, reuniéndose para enseñar, animar, exhortar y en general, vivir la vida juntos.  Y ésta se desarrolla y describe por todo el libro de Hechos y otros del Nuevo Testamento –muchas que son cartas escritas específicamente a los cuerpos locales de creyentes. Vemos la instrucción de Dios para la estructura, la misión, y la vida día a día de las iglesias locales en pasajes como Efesios 4:11-16:

Y  Él dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error; sino que, hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor.

De manera que, si Dios le concede tal valor a la iglesia local, ¿no deberías hacer lo mismo? Sea que estés comenzando una nueva etapa de vida, en un nuevo lugar, o solo tengas un nuevo entendimiento de por qué deberías buscar el comprometerte, involucrarte de manera consistente en la iglesia local, confiando y siguiendo a Cristo con otros creyentes. Aprende, sirve, crece y ama con ellos para exhibir el poder de Cristo y la verdad de la Biblia en y a través de ti.

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