En el mes diciembre, empiezan las fiestas navideñas, actividades en la iglesia, cenas por doquier, la compra de regalos, las tiendas repletas de gente, veladas escolares… y la lista podría seguir.
Solo de mencionar tantas actividades me pongo ansiosa y aunque debería ser la época más hermosa del año, en el día a día, perdemos el enfoque de lo que estamos celebrando.
Esta realidad me hace reflexionar en una conversación que tuve con mi hijo Josué, cuando me preguntó por qué acostaron a Jesús entre animales en un pesebre que servía para alimentarlos. Le respondí que en esa época en Belén estaban haciendo un censo, todas las posadas estaban ocupadas y no había lugar para Jesús.
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:7
Creo que es exactamente lo que nos sucede, pues por afanarnos tanto celebrando el nacimiento de Jesús nos olvidamos de darle un lugar en nuestro corazón; estamos demasiado ocupadas, tenemos las agendas llenas, nos preparamos para recibir gente en casa, pero si somos sinceras no somos tan diligentes para apartar un momento a solas con Él.
Una de mis luchas es mantener mi vida con un nivel balanceado de actividades de manera que mi alma no esté agitada y pueda buscar a Dios en tranquilidad. Esta navidad estoy dispuesta a rechazar las cosas que puedan sobrecargar mi día y a no aceptar compromisos a última hora.
Las celebraciones pasarán, pero nuestro tiempo de intimidad con el Señor traerá resultados para la eternidad.
¿Cuáles las decisiones necesitas tomar para no afectar tu tiempo devocional, la lectura de la Palabra y esos momentos de quietud en medio de este tiempo tan ruidoso?
Betsy de Gómez
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