Hasta que pasen los quebrantos, esperanza en Cristo

A veces la vida viene en cucharadas amargas, intensas, constantes, y es difícil aguantar el ritmo de las pruebas y problemas cuando apenas vas digiriendo una, y la otra ya está aquí. En ocasiones, nuestra alma parece apagarse y las aflicciones y ocupaciones inclinan nuestro espíritu un grado más lejos del Señor. Es de a poquito. Quizá imperceptible; pero cuando la aridez espiritual comienza a ser constante, nos domina el desánimo y nos gobierna la indolencia, es necesario detenernos y hacer lo que en todo tiempo debemos hacer.

¡Buscar al Rey! Buscar a Jesús. Regresar a sus pies en alabanza y defender nuestra alma de las distracciones que la separan de Dios. Amiga, tienes que saber que a pesar de los quebrantos hay esperanza. La Palabra de Dios nos da la esperanza que necesitamos para defender nuestra alma. El Salmo 57 ha sido refrigerio para mis huesos en tiempo de dificultad. A continuación te comparto algunas lecciones.

«Ten misericordia de mí, Oh Dios, ten misericordia de mí 

porque en ti ha confiado mi alma 

y en la sombra de tus alas, me ampararé

hasta que pasen los quebrantos».

Salmo 57:1

David escribe el Salmo 57 mientras se esconde de la persecución del rey Saúl que deseaba matarle. Seguramente no era un tiempo agradable para él; seguramente David estaba cansado de tanta carrera y sobresalto y, en medio de su quebranto, recordaba que Dios le había ungido como rey de Israel.

¿Pensaría David, como tú y yo a veces pensamos, que a Dios se le olvidan sus promesas? ¿Que es mucho dolor y cansancio lo que llenan nuestras vidas? ¿Dónde estará la recompensa que Dios promete a los suyos?

Estar escondido en las cuevas que rodeaban el desierto israelí, significaba para David estar quieto y en silencio, si es que no quería ser descubierto y muerto. Quizá la oscuridad de la cueva no le dejaba ver más que eso, oscuridad. Quizá en el silencio, él podía escuchar a su mente hacerle preguntas que retaban su fe y su confianza en Dios.

¿Cuáles son tus quebrantos? Tal vez tu corazón se sobrecoge de ver cómo el pecado reina en tu familia o de ver cómo una enfermedad toca a algún ser querido. A lo mejor no es una tragedia la que vives, pero sí un rencor persistente que inunda nuestra alma de amargura y nos recuerda las fallas del otro (del esposo, del hijo, del amigo ).

Sin embargo, allí, en la soledad, David escogió cubrir sus dudas, su miedo y la larga espera en la cueva, con la certeza de quién era y es Dios. David conocía a Dios y se aferró a su carácter inmutable. Quizá vengan cosas simples a tu vida, o quizá vengan problemas verdaderamente desgarradores. O todo al mismo tiempo, pero esta porción del salmo 57 nos brinda un hermoso recordatorio: Sin importar lo que suceda en mi vida, Dios es mi refugio. Sin importar la oscuridad que me rodea, su gracia se extiende como amorosas alas y me invita a buscar protección en Él.

«Clamaré al Dios Altísimo. Al Dios que me favorece». 

Salmo 57:2

La vida de todo ser humano, creyente o no, está llena de su favor. Aunque algunos transcurren sus días en la absoluta rutina de ignorar a Dios, tú y yo sabemos que toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo Alto, del Padre de las luces. El que nunca cambia sus promesas y siempre es fiel a su pacto.

«El enviará desde los cielos, y me salvará de la infamia del que me acosa». 

Salmo 57:3

Jesucristo, el Dios que se hizo hombre, cumple a perfección y en totalidad este ruego de David. Es Cristo el enviado del Cielo que me ha regalado fe para creer que Él es quien me salva del pecado que me rodea.

Dios enviará su misericordia y su verdad

¡El Padre lo ha cumplido! Jesús es la Verdad que se compadece de nosotros, de la oscuridad que nos rodea y de la incompetencia de nuestras almas para estar plenas. Jesús es la Verdad que nos afirma, nos recuerda y comprueba que separadas de Él nada podemos hacer.

Jesús es la misericordia, infinita y perfecta, que se extiende más allá de mis infidelidades espirituales, y me persigue con un amor que me alcanza en lo más profundo de mis anhelos y me libera en medio de su gracia que me anima, una y otra vez, a seguirle.

No importando qué. No importando quién. No importando cuál sea la prueba. David y su salmo me recuerda que es Él, Jesús, el que debe de ser exaltado mientras paso el quebranto. Mientras mi fe es estirada, mis labios no se desharán en queja y llanto, sino que exaltarán al único y sabio Dios.

El Espíritu ayuda a mi incredulidad. Alabada sea su provisión.

Una versión de este artículo fue publicado previamente en vestidadeSugracia.wordpress

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Sobre el autor

Claudia Sosa

Claudia Sosa es mexicana, de la ciudad de Mérida, para ser más especifica. Nacida de nuevo, por gracia de Dios, en Enero de 2009. Casada con Rubén, su novio de toda la vida, desde hace casi 28 años. ¡Matrimonio rescatado … leer más …


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