Guisos, galletas y Cristo

Por Jani Ortlund

Me sentí feliz de reunirme con una joven, nuevo miembro de la iglesia, para compartir una taza de té. Ella era brillante, talentosa, y su devoción a Cristo era sincera. Pero pronto se hizo evidente que tenía algo en su mente que le era difícil verbalizar.

"Quiero preguntarte algo," dijo ella, sonrojándose. A pesar del ánimo que le daba para que se expresara, le tomó varios intentos poder hacerlo: "Quiero pasar más tiempo contigo. Quiero ir más allá de las reuniones del ministerio de mujeres y ver cómo vives diariamente. ¿Podría hacer tareas cotidianas contigo? ¿Te puedo ayudar con tu jardín o con otras responsabilidades de la casa? Tal vez pueda llevarte o acompañarte a uno de tus eventos ministeriales..."

 ¡Oh, qué oferta tan maravillosa! Y no es porque sea una santa. ¡Simplemente estoy vieja! ¡O por lo menos más vieja! (Vieja—digo, ¿cuál es tu definición de vieja?) Ella sabía que yo había caminado senderos que ella estaba recién comenzando a pisar. Ella necesitaba que yo fuera delante de ella para asegurarle que encontraría a Jesús en su camino, y que Él valía cada centavo, cada lágrima, cada esfuerzo realizado. Ella quería escuchar mis historias—las victorias y los fracasos, y la cercanía de Dios a pesar de todo.

Quiero dirigirme a las mujeres mayores. No importa cuál sea tu edad o etapa de la vida, hay mujeres más jóvenes que tú. Y esa diferencia de edad trae consigo una responsabilidad. Los años que Dios te ha dado son una encomienda sagrada de Su parte. Se buena mayordoma de la experiencia adquirida durante esos años.

Las mujeres jóvenes a nuestro alrededor nos necesitan— ¡nos quieren en sus vidas! Tienen hambre de autenticidad. Quieren ser honestas y abiertas con alguien en quien puedan confiar (Rut 1:16, 1 Juan 1:7). Ellas tienen preguntas qué hacer y cargas qué compartir (Gálatas 6:2; Is. 50:4). Tienen ministerios para desarrollar y dones que utilizar (Ef. 4:12; Ro. 12:6). Necesitan aliento para abrazar los retos de sus labores y escuchar acerca de las recompensas de Dios (2 Crónicas 15:7; Ec. 9:10a).

¿Quién va a decirles si nosotras no lo hacemos? Las reuniones de nuestras mujeres a menudo se centran en la importancia del manejo del hogar. Después de todo, el hogar es la unidad básica de la sociedad, ordenado y sostenido por Él (Sal. 127; Pro ​​24:3-4). ¡Los guisados ​​y las galletas son grandes temas de conversación! Una administración disciplinada del hogar es digna de nuestros esfuerzos.

Pero vamos a llevarlo a un nivel más profundo. Estemos dispuestas a ir más allá de poner una cazuela en las manos de esa nueva madre, de hornear galletas para la próxima reunión del ministerio de mujeres, porque en última instancia, es la fe de la mujer lo que más importa (Proverbios 31:30b). Cada vez que nos reunimos como mujeres, vamos a hacer de Jesús el centro—Su gracia, Su poder, Su cuidado de nosotros. Vayamos a nuestros hogares con Su nombre en nuestros labios y Su Palabra en nuestros corazones.  

Hay toda una generación de mujeres valientes, inteligentes y dedicadas, jóvenes que quieren cambiar el mundo por amor a Cristo. Quieren batallar por comprender la teología, y servir en su comunidad,  e insistirle a Dios  con sus necesidades de oración (claro, de la manera más bíblica posible—Is. 62:6-7; Lucas 18:1-8). Y ellas no quieren hacerlo solas.

No necesitas ser una charlista famosa o una renombrada autora o maestra de la Biblia. Tan solo tienes que conocer a Jesús. ¡Tienes que ser capaz de contar acerca de  "las alabanzas del SEÑOR, y sus hazañas, y las maravillas que Él ha hecho" (Sal. 78:4)!. Si no puedes expresar cómo Él ha trabajado en tu propia vida aun, ¿por qué no leer una biografía cristiana juntas y hablar de las maravillas que Él hizo por ese creyente, pidiéndole que sea poderoso en sus vidas también? ¿De qué forma pudiera Él contestar esa oración?

¿Vas a luchar y servir y orar con estas preciosas criaturas? Pide a Dios que te dirija hacia una mujer más joven con la que puedas entablar una amistad. Deja que te ayude a hacer las galletas y los guisos y compartan acerca de Cristo juntas mientras lo hacen. No dejemos que se convierta en una cosa o en la otra— ¡hagan ambas cosas! Piensa en el gozo que viene al hacer guisos y galletas mientras al mismo tiempo  profundizan juntas en Cristo.

Infundamos esperanza a las mujeres en nuestra esfera de influencia. Me pregunto lo que Él hará a través de ti y en ti; para "que la próxima generación venidera lo supiera, aun los hijos por nacer, y se levantaran y lo contaran a sus hijos, para que ellos pusieran su confianza en Dios" (Salmo 78:6 -7a).

¿Cómo está el ministerio con otras mujeres obrando en tu propia vida? ¿Puedes compartir alguna historia? ¿Cuáles son tus necesidades? ¿Tus esperanzas? ¿Tus sueños?

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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com

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