Llegó diciembre y con este mes, las películas y música navideñas. Muchas de las tramas son historias románticas sobre una joven soltera que, de alguna manera, el día de Navidad encuentra al hombre de sus sueños.
Recuerdo que en mi soltería esta se convirtió en una época difícil pues ya había perdido la magia de cuando era niña y tendía a ser decepcionante ya que «todos mis deseos» no se hacían realidad. Más bien era un tiempo donde sentía mi soledad de manera muy aguda intensificándose mi deseo por un esposo. Era un recordatorio de que pasaba otro año más y seguía soltera.
Quizás no tienes deseos de celebrar y el espíritu alegre y optimista de la época te desanima. Ya sea que estés casada o no, los comerciales de televisión, canciones y películas pueden aumentar tu decepción acerca de aquellas cosas que no son como quisieras: un hijo rebelde, un esposo que no te ama, una familia dividida, problemas financieros, infertilidad, entre otros.
Si estás siendo tentada a pecar con amargura, cinismo o dudas de Dios y Su amor por ti, permíteme alentarte con el evangelio. Durante la Navidad celebramos una parte importante del mismo: la encarnación de Jesús, la realidad de que Dios se hizo de carne y hueso y vivió entre nosotros.
Los versículos del 17 en adelante en el capítulo 2 de Hebreos me impactan, confortan y alientan de manera especial:
«Por tanto, tenía que ser hecho semejante a Sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo.Pues por cuanto Él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados» (Hebreos 2:17-18).
Nuestro Jesús, cuyo nacimiento celebramos esta Navidad, se hizo igual a nosotras, de carne y hueso. Él sufrió todas las tentaciones que experimentamos continuamente, incluyendo las de esta época. Cristo se hizo hombre no solo para tomar la ira de Dios en nuestro lugar, sino también para socorrernos. Él sabe lo que es sufrir, en especial por causa de la tentación, y por eso no estamos caminando solas. Aún más, Él entiende perfectamente lo que sentimos, por lo que puede rogar por nosotras como nadie más puede.
Regocíjate esta Navidad. No porque tus sueños se hayan hecho realidad, sino porque nació un bebé que se humilló voluntariamente «tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres» (Flp. 2:7). Da gloria a Dios que nació Uno que fue un varón de dolores, que llevó el sufrimiento (Isaías 53:4). Él aceptó el «no» de Dios a Su petición de que pasara la copa de Su ira, para decirnos «sí» por toda la eternidad.
Fija la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de tu fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Así, pues, considera a Aquel que perseveró frente a tanta oposición por parte de los pecadores, para que no te canses ni pierdas el ánimo (Hebreos 12:2-3).
¿Qué situación te entristece y quisieras que fuera diferente? ¿Te consuela saber que sigues a un Salvador crucificado? Gózate en el privilegio de tener un Salvador que está íntimamente familiarizado con tu sufrimiento.
¿Te da ánimo saber que caminas por donde ya Cristo anduvo en tu lugar de manera perfecta? Puedes celebrar esta Navidad, aun con deseos no satisfechos, porque Jesús está lleno de compasión e intercede por ti, todo el tiempo.
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