Alguna vez te has detenido a pensar en esta frase: «Deja que Dios haga grandes cosas en tu vida». Ante la misma, uno de mis primeros pensamientos fue: «Si Dios desea hacer grandes cosas en mi vida ¿estoy rindiéndome a Su control?».
En ocasiones creemos estar «aparentemente» aferradas a la voluntad de Dios y dejamos que Él trabaje en nuestras vidas, pero cuando las cosas no salen como esperamos, nos sentimos mal, desesperanzadas, cansadas de hacer las cosas una y otra vez, y no tener buenos resultados.
Cuando realmente tomamos la decisión de depender plenamente de Dios, se trata de una medida radical por la cual lucharemos día a día para permanecer firmes. Al hacerlo, erradicamos nuestro YO y entonces Dios pasa a ser nuestro guía y nuestra prioridad. Como resultado, Dios promete hacer grandes cosas en nuestro corazón en la medida en la que permanecemos aferradas a Él.
Al rendirnos delante de nuestro Señor, recordemos Sus promesas: «Protégeme, oh Dios, pues en Ti me refugio. Al Señor he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme. Me darás a conocer la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo; en Tu diestra hay deleites para siempre» (Salmos 16:1-8-11).
Sé que en muchos momentos nos sentimos impotentes, desesperanzadas y desalentadas, pero debemos recordar que en ocasiones es producto de nuestra naturaleza pecadora, de nuestro yo dominando nuestras emociones. Debemos traer a nuestra memoria que nuestro Creador, Padre y Salvador, tiene un plan para la vida de cada una de nosotras. «“Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes”, declara el Señor, “planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11).
Recuerda que ya sea que hayas tenido un buen o mal día, o que las cosas te hayan salido o no como esperabas, Dios usa cada situación no solo para llevarte hacia lo que Él ha preparado para ti, sino también, para trabajar en tu corazón. Uno de los detalles más importantes en nuestra vida no son las cosas que hacemos sino lo que Dios hace en nosotras.
«Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Filipenses 1:6).
¡Qué nuestro deleite sea ser transformadas para la gloria de nuestro Padre! He aquí donde debe radicar nuestro mayor gozo y nuestra mayor esperanza; que esa dependencia de Dios nos lleve a tal transformación, que nuestras vidas sean un instrumento, que exalte la grandeza, fidelidad y la gloria de nuestro Dios.
Reflexión:
¿Estás dispuesta a ser usada por Dios y que Él haga grandes cosas en tu corazón? Ríndete a Él.
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