Glorificando a Dios con la comida

Dios es SANTO y quiere que seamos íntegras en nuestros corazones aun en cosas tan básicas como la comida. Así nos lo recuerda en 1 Corintios 10:31 cuando dice: «Ya sea que coman, que beban, o que han cualquier otra cosa, háganlo todo todo para la gloria de Dios».

Empecé a luchar con malos hábitos alimenticios tras haberme casado y mudado lejos de mi país. Ya que pasaba mucho tiempo a solas, la comida se convirtió en un refugio o una manera de auto-gratificación para escapar de mi realidad ocasionándome un aumento de peso considerable.

Entre diferentes vaivenes con mi peso, nacieron mis dos hijos. Ahora la excusa para comer era que dormía mal o que, a veces, estaba físicamente agotada. Me decía a mí misma: «Después de todo el trabajo que hago, merezco comer algo que me gusta». Veía en la comida una forma de suplir otras necesidades, una manera de encontrar la felicidad. La mayor parte del tiempo mis pensamientos giraban alrededor de la comida, y empezó a ser una adicción.

Estoy agradecida con Dios por la gran bendición que han sido mis hijos, pero junto con ellos llegaron grandes retos con sus momentos de cansancio extremo, de impotencia y de desesperación en los cuales sentía que la manera de aligerar mi carga era comiendo un chocolate, una galleta o un rico postre. Y así me convertí en esclava de aquello que me había vencido.

Era una situación sutil y profunda a la vez hasta el punto que, en muchas ocasiones, la comida era mi motivación para asistir a reuniones familiares o cumpleaños, en lugar de las bendiciones y/o edificación que recibiría al compartir con hermanos… una condición muy triste.

Dios comenzó a hablarme de distintas formas y finalmente a través de la serie de Aviva Nuestros Corazones sobre las adicciones. Él tocó profundamente mi corazón. Ahora quiero que se glorifique en cada bocado, quiero decirle: «Sí, Señor. Hazme una mujer cuya boca tenga rienda. No quiero ser más una ciudad derribada y esclava de la comida».

Él me ha ayudado a través de la oración constante a dar pasos firmes y a seguir luchando a pesar de mis caídas, y confío que me seguirá dando la victoria para disfrutar la libertad de la obediencia y rendición a Él. Su Palabra nos manda a poner cuchillo a nuestra garganta.

Mis hijos constituyen un gran peso para perseverar. Como madre quiero seguir viendo Su mano ayudándome a crecer en dominio propio pues, si no es así, ¿cómo les enseño a controlarse cuando no he rendido esta área de mi vida al Señor?

Nuestra integridad empieza en la intención de nuestro corazón donde sólo el Señor nos ve. 

Recientemente leí en mis devocionales el versículo de Juan 15:5: «Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer». Esto ha cobrado un nuevo sentido para mí: separada de Dios no podré tener victoria con el dominio propio. Por eso debo mantenerme aferrada a Él, a Sus promesas y llenar mi mente de Su Palabra para que Filipenses 4:13 sea una realidad en mi vida: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» y así poder decirle a la comida: ¡Ni un bocado más…! ¡Soy libre! 

Quiera el Señor continuar Su obra en nosotras revelando nuestro pecado para que Su gracia en nuestras vidas siga brillando cada día con mayor esplendor. A Él y sólo a Él sea toda la gloria.

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Sobre el autor

Elisa Michelén de Ramírez

Elisa Michelén de Ramírez está casada con Alejandro Ramírez. Tiene 3 varones: Rodrigo de 14 años, Kalil de 11 y Andres de 7. Estudió Educación Inicial dedicándose al ejercicio de su carrera hasta su primer embarazo cuando hizo una pausa … leer más …


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