Lectura bíblica: Lucas 2:8-20
La noche del nacimiento de la Luz del mundo transcurría silente y habitual, hasta que lo ordinario fue interrumpido por lo extraordinario. Ángeles fueron enviados por Dios a encontrarse con pastores en el campo. ¡Qué increíble contraste!
¿Por qué escogió Dios a hombres comunes y corrientes, de una clase social despreciable, para ser los primeros en conocer esta noticia? ¿Por qué les otorgó el privilegio de presenciar ese glorioso momento y luego anunciarlo a otros?
Lucas nos da una pista para descubrir la respuesta. Estos pastores no solo nos enseñan que Jesús vino a acercarse a lo ordinario, sino que también nos apuntan a la misión del Hijo de Dios.
En el versículo 8, leemos que estos pastores estaban en el campo, cerca de Belén, cuidando de sus rebaños durante las vigilias de la noche. Allí los pastores se encargaban de las ovejas destinadas al sacrificio en el templo. Aunque otros pastores de Judea criaban ovejas por su carne y su lana, estos pastores solo las criaban para ser sacrificadas en el altar del templo en Jerusalén, para el perdón de los pecados. Ellos fueron el cumplimiento de la profecía de Miqueas 4:8, dada setecientos años antes del nacimiento de Jesús:
«Y tú, torre del rebaño, colina de la hija de Sion, hasta ti vendrá, vendrá el antiguo dominio, el reino de la hija de Jerusalén.»
¡Estos hombres eran la «torre de vigilancia del rebaño» a quienes el Salvador debía ser anunciado!
Estos pastores acostumbrados a observar las ovejas imperfectas que se ofrecían como sacrificios temporales, ahora recibían la invitación a presenciar al Cordero que se sacrificaría como el sacrificio perfecto. Luego, el ángel les da un resumen condensado del evangelio en tres palabras claves que captan el corazón de la obra de Jesús a nuestro favor: Salvador, Cristo y Señor. Jesús es el Cordero sacrificial completo y final que nació para salvar a su pueblo de la esclavitud del pecado. Él es el Rey Ungido, el Señor. La larga espera había terminado. ¡El cordero había nacido con un fin muy claro: morir en lugar de los pecadores!
La señal que el ángel dio a los pastores no correspondía a la majestad de los títulos del niño recién nacido. Encontrarían al bebé en pañales y acostado en un pesebre. ¡Un rey colocado en un recipiente para alimentar animales! Ese Cordero envuelto en pañales, luego de ser sacrificado, se levantaría en victoria liberándose de los lienzos de la tumba.
Esta gloriosa verdad nos mueve a alabar a Dios de la misma manera que los ángeles lo hicieron; dando «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace» (Luc. 2:14), y nos obliga a unirnos a los pastores que salieron de la escena de la natividad, alabando a Dios y testificando sobre el Salvador. ¡Así responde un corazón que ha contemplado la salvación de Dios! Exaltando a Dios y anunciando a otros la buena noticia de su salvación.
Reflexiona
- ¿Cómo te reta la humildad de Jesús al venir al mundo de una manera tan sencilla?
- ¿Cómo te anima saber que Dios se encarnó para tomar el castigo que te correspondía y ofrecerte la salvación de tus pecados?
- ¿Cómo te anima el saber que Dios cumple cada una de sus promesas?
- Al contemplar la obra de Cristo a tu favor, ¿tu respuesta se parece a la de los pastores?
Ora
- Pídele a Dios que te devuelva el asombro por Su salvación, que te dé ojos para atesorar Su redención.
- Pídele a Dios que te ayude a responder en alabanza ante Su sacrificio y que te llene de valentía para anunciar a otros la salvación que solo Él ofrece.
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