«Cariño, ¡despierta!».
«¿Hmmm?».
«¿No recuerdas? ¡El pastor dijo que el hombre de la casa debe levantarse temprano a leer la Biblia!».
(Ronquido)
«¡Enrique, levántate! Este hogar será un hogar cristiano lo quieras tú o no».
¿Alguna vez has tratado de cambiar a tu pareja y convertirla en una persona más espiritual? Cuando una esposa trata de emprender este tipo de «proyectos», su enfoque está en cambiar algo por lo cual ella no puede hacer nada, y se trata de transformar el corazón de su esposo. En realidad desvía su atención de algo que sí puede hacer: cooperar con el Espíritu Santo para cambiar su propio corazón.
El apóstol Pedro le ordena a las esposas a ser sumisas, aun cuando sus esposos no sean creyentes. Luego explica la razón de ello en 1 Pedro 3:1-2: «…de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar ellos su conducta casta y respetuosa».
¿Has estado abordando a tu esposo con palabras rezongonas y demandantes o con una conducta piadosa?
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