Viajé a Chile solo con una maleta para unas vacaciones de fin de año y me quedé a vivir dos años, pues mi hijo estaba radicado en ese país.
Cuando conocí a Santiago, su capital, quedé enamorada diría que a primera vista. Caminé por sus calles, sus cerros, sus plazas y tal vez han sido los mejores años de mi vida. Pero llegó la hora de partir, ahora mi hijo era requerido en otro lugar. Nos pusimos de acuerdo y quedamos en que yo prepararía el viaje y él vendría en cualquier momento a recogerme para dirigirnos a nuestro nuevo destino. No sabía la fecha exacta, pues tendría que acomodar su agenda. Me entregó un mapa de ruta y me pidió que lo estudiara bien, además me advirtió que solo llevaríamos lo que cupiera en el baúl del automóvil.
Le di largas y largas al asunto, escogí disfrutar un poco más aquella ciudad, pero ya no era el tiempo oportuno, ahora me esperaba otro lugar.
Un día sonó el timbre de mi puerta y sentí pánico al pensar que había llegado mi hijo a recogerme, pero descansé cuando vi entrar a mi pequeña hija de sorpresa. Había llegado de un país lejano para ayudarme, y sin embargo tampoco supe aprovechar su compañía para estar lista.
Mi hijo tenía el tiempo muy medido para llegar a nuestro nuevo destino, aun así, proyectó que este trayecto fuera el más bello. Nos llevaría por Argentina y podríamos descansar en lugares hermosos, así que sería inolvidable.
(Cuando él llegó) ¡Un día de repente llegó!, y quedó desilusionado al ver la casa hecha un caos y verse obligado a postergar la fecha de salida para ayudarnos. Esperaba encontrarnos listas con dos maletas pequeñas empacadas, tal como llegamos a ese país, pero en lugar de eso, había desorden por todas partes.
En medio de mi vergüenza y angustia, lloraba por todo. Y lo que debía ser una feliz salida de Chile se convirtió en un drama. En esos momentos y mientras trataba desesperada de recuperar el tiempo perdido, pensaba en el llamado que Dios me hace para estar lista, Él puede llegar en cualquier momento por mí o simplemente por Su iglesia.
Dice Nancy Leigh DeMoss “Algún día, no sabemos cuándo... Podría ser hoy; podría ser mañana. Podría ser la próxima semana; podría ser dentro de treinta años. No sabemos. Podría ser en medio de la noche. Podría ser a la mitad del día. Podría ser cuando seas vieja. Nuestro amo regresará. No sabemos cuándo Él regresará y por eso es que tenemos que vivir preparadas” y reitera “Tienes que estar alerta. Asegúrate de que cuando Jesús venga te encuentre haciendo lo que Él te ha llamado a hacer.”
Mateo 25:3-4
“Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
más las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas”.
Mateo 25:13
“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.”
Dios nos envía, además de Su Palabra y para nuestra ayuda, esta página desde un país lejano. Mientras más la escarbo, más tesoros escondidos encuentro en cada enseñanza, pues está basada en la Biblia de manera rigurosa y es como aceite para mi lámpara. Esta vez no quiero desaprovechar el refuerzo que Dios me envía para entender bien los tiempos y descubrir ¿qué es lo que Dios quiere que haga en este tiempo de mi vida?
Cuando, por fin, subimos al auto mi hijo preguntó: ¿estudiaron el mapa? Pero esa es otra historia.
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