Firme confianza en el Ancla

¿Dónde debe estar mi ancla para vivir confiada como hija de Dios?

Cuando comencé a reflexionar y a orar sobre qué compartir en este blog, Dios me guió a ver la falta de compromiso y participación de las mujeres en la iglesia para servir de todo corazón donde Él nos llame. Reflexionando sobre mi vida y la de muchas mujeres que conozco, me di cuenta de una falta de confianza profunda, más allá de una simple inseguridad. Esto nos lleva a compararnos con otras, a minimizar los dones que Dios nos ha dado y a sentirnos presionadas para no cometer errores ni mostrar debilidad. 

Muchas mujeres están llenas de miedo, inseguridad y ansiedad, esto es un resultado directo de nuestra fe. Si tu deseo es desarrollar una fe que te permita ser la mujer que Dios quiere que seas, este blog es para ti. Mi oración es que seas alentada a crecer en confianza y a poner en práctica lo que Dios te pide. 

A menudo recibimos consejos para aumentar nuestra confianza, como: vestirnos de cierta manera, hacer ejercicio o prestar atención a nuestro lenguaje corporal. Pero ¿qué tal si nuestra confianza va más allá de cambiar nuestros hábitos externos? Cuando la falta de confianza comienza en edades tempranas, persiste en la edad adulta. 

Tal vez esta sea tu historia, y la idea de ser una mujer segura parece inalcanzable. Te comparas con otras mujeres, dudas de tus dones y no encuentras propósito. Pero no tiene que ser así. ¿Por qué es difícil para las mujeres cristianas vivir con seguridad y confianza? ¿Qué te impide abrazar lo que ya eres en Cristo? ¿Qué significa realmente vivir confiada? 

La confianza es seguridad, una convicción firme de quién eres. Esto puede ser un reto para las mujeres cristianas, porque tendemos a confundir seguridad con orgullo y humildad, con baja autoestima. Aunque somos llamadas a ser humildes y a servir a otros, esto no significa que no podamos vivir confiadas y seguras. La verdadera humildad no es pensar menos de nosotras mismas, sino pensar menos en nosotras mismas y más en Dios. 

Como mujeres cristianas, debemos abrazar la verdad de que, sin Dios, no podemos hacer nada: «Yo soy la Vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer» (Jn. 15:5). Esta verdad debe ser el ancla de nuestra confianza: saber que Dios está con nosotras, por nosotras y en nosotras a través del Espíritu Santo. Cuando confiamos y creemos esto, eliminamos los obstáculos que nos impiden ser las mujeres seguras que Dios quiere que seamos.

Al confiar en Dios y en lo que ya somos en Él, dejamos de compararnos con otras y compartimos nuestros dones con los demás, sabiendo que vienen de Dios. No necesitamos preocuparnos por agradar a los demás, porque sabemos que Dios se complace en nosotras independientemente de lo que otros piensen. Rendirnos verdaderamente a Dios y confiar en Él elimina el orgullo. 

Podemos ser mujeres cristianas que no se intimidan al vivir vidas santas y diferentes, dedicadas al servicio, permitiendo que Jesús brille a través de nosotras en un mundo que necesita desesperadamente la luz de Cristo. Así es como se ve la verdadera confianza en una mujer nacida de nuevo. 

Nuestro poco conocimiento de Dios y de lo que Él ya nos ha dado en Cristo nos impide vivir con la confianza y seguridad que Él desea. Si comprendemos quién es Dios y lo creemos, podremos vivir confiadas.

¿Cómo podemos caminar diariamente en ese nivel de confianza? 

Proverbios 31 nos describe cómo es vivir de esta manera. En este pasaje, la madre de un rey le aconseja sobre las características que debe buscar en una mujer. Nos concentraremos en los versículos 21 y 25: «No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa escarlata. Fuerza y dignidad son su vestidura y sonríe al futuro».

La razón por la que no teme a la nieve ni a circunstancias adversas es porque ha preparado su hogar y confía en que Dios tiene el control de todo. No se aflige por el futuro porque sabe que Dios lo controla, y así, se ríe de lo que vendrá. Está confiada en Él.

La inseguridad tiene su raíz en el temor: temor a ser rechazada, no comprendida o no aceptada. Estos temores ahogan cualquier confianza. Cuando tratamos de controlar cosas que no podemos controlar, aseguramos nuestro fracaso, por lo tanto, haz los preparativos necesarios dentro de lo que puedes hacer, dependiendo del Señor, y confía en que Él se encargará de lo que no puedes controlar. 

Pon tu confianza y descansa en Él. Debemos confiar en lo que Dios puede hacer a través de nosotras y en lo que puede hacer a pesar de nosotras. Para crecer en confianza en Cristo, debemos confiar en Dios en lo que podemos y en lo que no podemos hacer. Romanos 8:28 dice que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien y el versículo 29 aclara que ese bien y propósito es crecer conforme a la imagen de Su Hijo. 

Si realmente creemos esta verdad, no importa lo que Él traiga a nuestra vida, si confiamos que Él está por nosotras y en que nada puede separarnos de Su amor, caminaremos en una confianza diferente a la que el mundo enseña. Esto hará que otras mujeres quieran seguir el mismo camino. Esta confianza que viene de Dios no es solo un sentimiento temporal ni una máscara para las redes sociales. Es una confianza profunda, anclada en quién es Dios y en lo que Él nos ha dado en Cristo, inamovible y verdadera. Esta confianza debe crecer día a día en nuestra vida.

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Sobre el autor

Margarita Hinojosa

Margarita es esposa de pastor y madre de dos varones a quienes instruyó en casa hasta antes que comenzaran sus estudios universitarios. Actualmente ella es la directora del ministerio de mujeres en la iglesia local en Querétaro México, donde alienta … leer más …


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