Por: Lindsay Carlson
Fanny Crosby es, por mucho, una de las escritoras de himnos más reconocida, amada y de más influencia en la historia. Probablemente has cantado muchos de sus himnos. “En Jesucristo, Mártir de Paz, “A Dios sea la Gloria” “Alabadle, alabadle, Jesús nuestro bendito Redentor”, “Por todo el camino mi Salvador me conduce”, “Rescue the Perishing” son algunos de su vasto repertorio. Pero puede ser que estés menos familiarizada con su historia y cómo encontró un lugar en los corazones de quienes con gozo cantan sus himnos.
Frances Jane Crosby nació en 1820 y perdió su vista desde pequeña. Mientras la mayoría de las familias se sentirían devastadas por tan abrumadora discapacidad, la familia de Fanny vio la pérdida como un acto de providencia divina. Su madre, Mercy Crosby, le enseñó, “a veces la Providencia priva a las personas de alguna facultad física para que el entendimiento espiritual pueda ser despertado a plenitud.”1 La familia conocía a Dios como su “fuente de verdadero placer y creían que todo cuanto poseían –escaso o abundante- provenía de la mano de Dios.”2
La abuela de Fanny la retó a luchar por su educación. Pasó incontables horas leyéndole a la joven Fanny largas porciones de literatura, poesía, y con más frecuencia, la Biblia. Mientras Fanny escuchaba, memorizaba capítulos enteros y largas porciones de los escritos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Desde niña pudo aprender de memoria los primeros cinco libros de la Biblia, en su totalidad.
A los quince años, sus oraciones para recibir educación formal fueron contestadas cuando fue admitida en el Instituto para Ciegos, en Nueva York. Y fue ahí, en la ciudad de Nueva York, donde se le abriría todo un abanico de oportunidades.
Una vida de oportunidades
Fanny avanzó bajo la instrucción de la aclamada institución. Fue una alumna modelo y se le concedieron incontables oportunidades para destacarse en su floreciente don como poeta. Como la composición de versos se le daba con naturalidad, escribía estrofas como parte de su diario personal, o como regalos o cartas para amigos, para sus clases, asambleas en la capilla de la escuela, y para los grandes eventos públicos y celebraciones del Instituto.
Rápidamente se ganó una buena reputación entre los empleados y muchas celebridades que iban a visitar la famosa escuela, generándole invitaciones a escribir y hablar en lugares de aún más prestigio. Tuvo el honor de ser la primera mujer en dirigirse al Congreso de los Estados Unidos y también fue invitada a cenar varias veces en la Casa Blanca. Durante su vida se codeó y formó amistad con alrededor de veinte Presidentes de los Estados Unidos de América.
Debido a su prolífica habilidad de escribir poesía y versos, fue presentada y privilegiada al trabajar con algunos compositores de gran influencia. Cada uno notó su asombrosa habilidad para escuchar una melodía y rápidamente crear la letra que combinara armoniosamente con los tonos. Fue a través de estas relaciones claves y de forjar amistades, que Fanny encontró una casa con muchos publicistas de himnos y una vasta audiencia para sus poemas llenos de fe. En el transcurso de su vida compuso más de 8,000 himnos, de los cuales muchos fueron publicados bajo seudónimos. Los himnos de Fanny han superado la prueba del tiempo y hasta el día de hoy son ampliamente conocidos, amados y cantados en las iglesias.
Viviendo los himnos
Los himnos de Fanny crecieron en popularidad debido a que eran relatados. Su fe era simple, honesta y proclamaban gozosamente el Evangelio. Sus palabras de consuelo conectaban profundamente con quienes los cantaban porque ella escribía sobre su experiencia de vida desde una reconfortante perspectiva bíblica. Los temas acerca de la salvación fueron en los que Fanny más se centraba y de los que más frecuentemente escribió, también sobre la devoción personal, el servicio a Dios, y el cielo. Canciones como “A Salvo en los brazos de Jesús” tocaba a quienes estaban en aflicción porque ella pudo ponerle palabras al dolor personal que ella y su esposo experimentaron cuando su bebé murió, mientras ofrecía esperanza para seguir mirando al cielo. Sus palabras trajeron consuelo a una audiencia incontable.
El éxito y popularidad de Fanny como escritora y compositora nunca le impidió vivir una vida que reflejara las creencias de las que tan frecuentemente escribía. Le encantaba servir como voluntaria en refugios para personas sin hogar alrededor de la ciudad de Nueva York, servir al menesteroso, orar por los perdidos, y enseñar clase de escuela dominical. Durante el brote de cólera, ella arriesgó su propia vida para ocuparse de los enfermos y moribundos quedándose al pie de su cama. Ella se deleitaba en mostrar a otros el amor y compasión que Dios le había mostrado a ella.
¿Qué podemos aprender de Fanny?
Fanny nunca vio su ceguera como un descuido de Dios. Por el contrario, Le agradecía abiertamente por la manera en que la falta de visión le había abierto puertas para servirle en maneras que no hubiera sido posible de otra forma. No se había propuesto convertirse en una compositora prolífica de himnos; solamente quería una educación para llegar a ser “útil.” Dios tomó su ofrenda y la usó para la edificación del cuerpo de Su iglesia.
La habilidad de Fanny de pensar de sí misma como una sierva capaz le permitió sobresalir con las fortalezas que Dios le había dado, nunca permitió que la autocompasión la detuviera. Fanny siguió la dirección de Dios y humildemente administró los talentos dados por Dios, y con gozo en su corazón, cruzó toda puerta de oportunidad que se le abrió. Su vida es un verdadero ejemplo del caminar por fe y no por vista.
¿Cómo podemos servir al Señor de manera más efectiva y apasionada si nos enfocamos en utilizar nuestros dones, en lugar de escondernos detrás de nuestras limitaciones? Sea que nuestros impedimentos sean barreras físicas o emocionales, reales o auto-infligidos, debemos reconocer la soberanía de Dios en nuestras situaciones y saber que fuimos “creadas en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano” (Ef. 2:10). Nuestro Padre nos ama y quiere usarnos para la obra de Su reino, a pesar de nuestras limitaciones. Como Fanny, debemos aprender a confiar en Él, y permitir que nuestra vida de alabanza y servicio se convierta en un dulce eco de las famosas letras:
Esta es mi historia, esta es mi canción,
Todo el día alabar a mi Salvador.
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