Escudriñando nuestros corazones

La hace dos semanas, en nuestro programa de Arraigadas: transmitiendo verdad, esperanza & gozo tuvimos la bendición de compartir con Maggie quien nos compartió sobre la importancia de escudriñar nuestros corazones, especialmente en este tiempo en que muchas cosas están fuera de nuestra normalidad o nuestro control. El día de hoy te compartimos lo que hablamos y algunos corazones más para complementar. - Yamell de Jaramillo - blog de mujer verdadera

«Yo sé, Dios mío, que tú escudriñas los corazones, y que la rectitud te agrada; por eso yo con rectitud de mi corazón voluntariamente te he ofrecido todo esto…» 1 Cron. 29:17

(Palabras contenidas en la oración de David cuando daba a conocer al pueblo que su hijo Salomón sería el que construiría el Templo).

Este hombre conforme al corazón de Dios, quien pecó groseramente contra Dios, Urías, Betsabé, su familia y el pueblo, al arrepentirse de su pecado, nos dice en el Sal. 51:10: 

«Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi».

Este debe ser nuestro deseo diario, pues, aunque ya hemos sido perdonadas, aún hay un pecado remanente que mora en nosotras. En Jer. 17:9 vemos que el corazón es ENGAÑOSO y PERVERSO.

En Jer. 17:10 vemos que «Jehová escudriña la mente, prueba el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras».

Así que muy amadas, nosotras debemos escudriñar nuestros corazones para conocer sus tendencias particulares a fin de que, por Su Gracia, nuestro corazón sea cada día más recto, limpio y en constante renovación a fin de parecernos más a Jesucristo.

¿Que es el Corazón?

En hebreo se usa la palabra «LEB» o «LEV». Indica corazón, intelecto, conciencia, mente; es lo más íntimo de la persona, con sus sentimientos, pensamientos y emociones. Es nuestro yo.

«Porque cuál es su pensamiento en el corazón, tal cual es el». (el hombre del que se habla en el vs.6). Prov. 23:7

En griego se usa la palabra «KARDIA», que significa «Estremecerse» O «Palpitar». Alude al órgano físico, pero también es el centro de la personalidad. El asiento de toda la actividad mental y moral que contiene elemento racionales y emocionales. En él residen nuestros sentimientos, deseos, gozo, dolor y amor. También es el asiento del pensamiento, del entendimiento y de la voluntad. Es la morada del Espíritu Santo.

Y como nuestro Dios es Omnisciente, discierne lo más profundo del mismo, donde tomamos las decisiones concernientes a Él, a la vida y a la piedad.

El corazón es lo que realmente somos

Como cada una de nosotras viene de una raza rebelde, indomable, necia y terca, tenemos una lucha consciente o velada, de querer sentarnos en el TRONO que solo le pertenece al SEÑOR. Queremos nuestra propia agenda; llevar el control de nuestras vidas…y lo más triste es que a veces osamos decirle a Dios cómo es que entendemos deben ser las cosas…hasta este punto podemos llegar sino guardamos nuestro corazón.

El Coronavirus ha dejado bien claro que hay UNO solo quien lleva la agenda, y es el Dios que hizo los cielos y la tierra, y los gobierna. La Palabra nos insta a que:

«Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida». Prov. 4:23

El corazón será el índice de lo que somos en realidad, y es la fuente de toda actitud y acción. Para Cristo, este es: un buen tesoro o un mal tesoro. Y dependiendo de lo que atesoremos en este, saldrán los resultados de nuestro accionar. Mt. 12:35 – Lc. 6:45

En Mr. 7:20-23 Jesús dice: También decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de adentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricias, maldades, engaños, sensualidad, envidia, calumnia, orgullo e insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre».

Por estas razones es que hay muchas que andan turbadas y sin paz. Aun siendo creyentes, cuando albergamos algunas de estas cosas, no solo contristamos al Espíritu Santo, sino que al igual que David, «nuestro verdor se vuelve sequedades de verano». Sal. 32:4b

El llamado que Dios nos hace todo el tiempo es a: 

Aun ahora, declara el Señor, Vuelvan a Mí de todo corazón, Con ayuno, llanto y lamento. Rasguen su corazón y no sus vestidos. Vuelvan ahora al Señor su Dios, Porque Él es compasivo y clemente, Lento para la ira, abundante en misericordia, Y se arrepiente de infligir el mal. Joel 2:12-13

La conversión es un acto que se hace una sola vez, el día en que nos entregamos al Señor. Pero RASGAR nuestros corazones, es decir, examinarlos, rasparlos para ver que hay ahí dentro, es una tarea de toda la vida. El trabajo de Jesús es, extendernos Su Perdón una y otra vez. Su nombre significa eso: Él salvará a Su Pueblo de Sus Pecados. A causa del cuerpo de muerte que llevaremos hasta que vayamos al cielo, tristemente pecaremos, pero:

Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.- 1 Juan 1:9 

Los diferentes tipos de corazones

  • Corazón orgulloso

Se dice que detrás de todo pecado hay orgullo o incredulidad. Casi toda contienda, división o diferencia vienen a causa de él. El orgullo es exceso de autoestima, arrogancia y soberbia, lo cual conduce a exagerar nuestra importancia o virtudes. O lo que es peor: Cometer la locura de cuestionar a Dios, Su Palabra y Su proceder. En hebreo significa «Elevarse». Cuando nos sentimos más superiores a los demás, nos estamos elevando y siendo orgullosas.

  • ¿Te sientes superior a los demás por la condición social o económica en que Dios te colocó?
  • ¿Te crees mejor porque eres de tal raza o cultura? 
  • ¿Te crees muy importante? ¿Eres independiente? 
  • ¿Aceptas con docilidad el que Dios te diga no, o te resistes? Ejm: Nabucodonosor
  • Corazón competitivo

Este tipo de corazón tiene la necesidad de logros, de éxito, de ganar a toda costa, aunque para eso tenga que aplastar al otro, y desea ser el mejor. Como no siempre logramos que esto sea así, entonces nos frustramos, y nos sentimos fracasadas.

  • ¿Eres competitiva? O ¿Te gozas cuando ves a otros tener éxito y lograr sus metas? Ejm. Los discípulos cuando competían por el primer lugar. Lea y Raquel cuando competían por el amor de Jacob.
  • Corazón descontento

¡En esto somos muy expertas! Es tener un corazón inconforme. No ser agradecidas con la porción que Dios nos asignó. El descontento roba nuestra paz y nos hace estar en agitación interior y exterior. Estar descontentas nos lleva a acumular cosas, amistades o desear cada vez más nuevas experiencias, para llenar el vacío interior. Un corazón descontento nos lleva a creer que «la grama del vecino es más verde que la nuestra».

Otra cosa que produce el descontento es no disfrutar lo que ya Dios en Su gracia nos ha dado. También nos lleva a envidiar y codiciar lo que otros tienen. Nos amargamos por el pasado. Nos afanamos por el futuro. Y el presente, pasa delante de nuestras narices y no lo apreciamos.

También produce en nosotras el poner presión sobre nuestros esposos, o nuestros padres para que nos den lo que deseamos y quizás no necesitamos. Nuestra sociedad materialista, sino estamos alertas, nos hace presas de dicha presión por medio de la T.V., revistas, periódicos etc.

  • ¿Qué caracteriza tu corazón?, ¿ gozo y gratitud o inconformidad y queja? Ejm. Israel en el Desierto
  • Corazón deseoso de alabanza

Es tener el deseo de ser notada, tomada en cuenta o llamar la atención cuando estamos delante de los demás. Es hacer un despliegue de lo que somos, sabemos o tenemos, con el fin de ser admiradas. Lo triste es que aún en las cosas espirituales, como orar, enseñar La Palabra o servir a los demás, deseamos ser alabadas y que nos den las gracias.

Es bueno que nos den las gracias por lo que hacemos, o recibir palabras de estímulo, tal y como lo hace Dios con Sus hijos, como lo hizo Pablo con diferentes hermanos. Pero, la línea que divide desear la alabanza de los hombres, y un deseo de agradar a Dios es muy delgada. Por tanto, debemos estar vigilantes para atribuirle sólo a Él la gloria y el honor. Recordemos: Nada tenemos que no nos haya sido dado.

Al final de cuentas, la alabanza que nos llena y será eterna, es la alabanza de Dios, pues a Él servimos, y de Él recibiremos la recompensa de la herencia. Ejm. Los Fariseos

  • Corazón controlador

Todas tenemos este tipo de corazón. Lo heredamos de Eva y Sara. Es el deseo de micro administrar a las personas, a las circunstancias, y si pudiéramos, a Dios mismo. Es dar consejos con liberalidad, sin que nos lo pidan. Es desear que los demás hagan las cosas tal y como nosotras entendemos. Es procurar que «las cosas sucedan», y cuando no suceden, arremeter contra los demás. Nos volvemos amargas, gruñonas y quejosas. Este fue el espíritu de Marta cuando servía a los invitados mientras María estaba sentada a los pies del Señor extasiada con lo que Él enseñaba. 

  • ¿Qué anhelamos más, Su Voluntad o la nuestra? 
  • ¿Dejas que Dios sea Dios y utilice el medio y el tiempo adecuado para solucionar las cosas que tanto nos preocupan o agobian? 
  • ¿Eres opinadora o esperas a que te pidan tu parecer?
  • Corazón contencioso

Es tener la tendencia a discutir y debatir por cualquier cosa. Es provocar al otro o iniciar contiendas. Esto sucede cuando deseamos defender lo indefendible. Este tipo de corazón nos lleva a ser duras de palabras, a crear tensión en el ambiente y a ser inflexibles.

¿Qué sucede cuando algo es inflexible? Se rompe. Vivir la vida con esta actitud nos hará miserables y dogmáticas. Casi nadie quiere tener una persona así de cerca. Stgo. 4:1 nos deja bien claro de donde surgen los pleitos y las guerras: De las pasiones que se generan en nuestros miembros, siendo el primero de ellos, el corazón.

Recuerda: «La mansedumbre hará cesar grandes ofensas». Ecles. 10:4

Aprendamos a escoger nuestras batallas y no diezmar nuestras energías espirituales, emocionales y físicas. Dios nos ha llamado a ser mansas como Él, y así obtener el descanso que nuestras almas necesitan en medio de tanta gente contenciosa.

  • ¿Discutes por cualquier cosa? ¿Quieres prevalecer a toda costa? 
  • ¿Respetas las opiniones de los demás? 
  • ¿Es cómodo el estar contigo porque eres creadora de paz y armonía? 
  • ¿Cómo le expresas a los demás lo que piensas o sientes? ¿Lo haces con gracia o dureza? Ejm. Evodia y Síntique 
  • Corazón hipersensible

Dios quiere que seamos sensibles a Su Palabra y para con el prójimo. Que al corregir tengamos sensibilidad para no herir al otro. Pero a veces, cuando otros nos irritan o molestan, sentimos «una supuesta indignación santa». Sin embargo, lo que puede haber detrás es un corazón que se ofende fácilmente porque las cosas no salen como deseamos o como pensamos. A veces hasta lloramos de rabia. Pero este lloro tiene que ver con mi «yo», no por el hecho de que Dios ha sido ofendido, o se ha pecado contra El.

Un ejemplo de esto es Saúl. A él le preocupó más su fama y prestigio, que el que Dios fuera honrado y David reconocido por sus logros. En 1 Sam.15:30 luego de que Dios desechó a Saúl por su desobediencia, él deseaba que Samuel lo honrará delante de los ancianos y de Israel. Fue hipersensible ante el irrespeto que el pueblo podría mostrarle, pero no fue sensible a la gloria de Dios.

En 1 Sam.18:7 el se indigna porque las mujeres decían: «Saúl hirió a sus miles y david a sus 10,000». De nuevo lo vemos aquí hipersensible porque no recibió tanto elogios como David. Le importaba más su exaltación que el hecho de que David había derrotado a los enemigos de Israel.

¿A dónde condujo esto a Saúl? A querer matar a David, aún a su propio hijo Jonatán, quien entendió muy bien que su padre fue desechado y David era el elegido. También lo condujo a un espíritu irritable, inquieto, abrumado y enloquecido.

  • ¿Te ofendes con frecuencia? 
  • ¿Qué te importa más la gloria de Dios o tu prestigio y dignidad?
  • Corazón dado a fantasear

Como mujeres somos dadas a soñar despiertas. Soñamos con un novio si somos solteras. Al casarnos soñamos con un esposo romántico que supla nuestros deseos. Soñamos con tener hijos y que sean bien educados. Soñamos con una casa mayor a la que tenemos. Deseamos bienestar y prosperidad. ¿Son estas cosas malas? Por supuesto que no. Ellas son dones que nuestro Padre Celestial nos otorga de pura gracia. Ahora bien, si estas cosas nos quitan el sueño, y las colocamos en el lugar que solo corresponde a Dios, se vuelven nuestros ídolos.

Por tanto, para no caer en semejante idolatría, debemos saturarnos de Dios y Su Palabra. Debemos entender de una vez por todas, que Dios y nuestro yo no pueden habitar juntos en nuestro corazón. Es Él o yo. Como el mundo no gira alrededor de mi yo, lo más sensato es dejar que Él Reine en él. Esto es lo único que dará verdadera satisfacción y plenitud. El es el Creador Eterno, nosotras criaturas del polvo. Somos un pensamiento que pronto pasa, y volamos.

La Palabra es el terreno más firme en el cual anclarnos, pues ella nunca pasará. Ella es la mejor medicina para sanar cualquier tendencia maligna de nuestros corazones.

Prov. 15:13 «El corazón alegre hermosea el rostro». ¡Cultivemos el hermoso corazón de Jesús!

Prov. 15:15 «El corazón contento tiene un banquete continuo». ¡Aprendamos como Pablo a contentarnos con cualquier situación!

Prov. 17:22 «El corazón alegre constituye buen remedio». ¡Erradiquemos todo lo que pueda enfermarlo!

Recuerda: «Alegría pusiste en mi corazón, Mayor que la de ellos cuando abundan su grano y su vino nuevo.» Sal. 4:7

Conclusión

  • Nuestro mayor problema: Nuestro corazón.
  • Nuestra inclinación natural: Querer ser nuestro propio «dios».
  • Nuestra constante lucha: Que prevalezca Su Reino y Su gloria o procurar mi pequeño reino, felicidad y comodidad.
  • Nuestra mayor desgracia: Creer que todo se trata de nosotras.
  • Nuestro mayor remedio: Reconocer el dulce Señorío de Cristo en nuestras vidas.

Resultado

Gozar de Su Paz y comunión, y experimentar todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo.

«Y a Aquel que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de Su gloria con gran alegría, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos. Amén.»- Judas 1:24-25
 

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Sobre el autor

Margarita de Michelén

Mejor conocida por Maggie, recibió por la gracia de Dios a Jesucristo como su Señor y Salvador en el año 1980. Está casada con Eric Michelén desde 1981. Ambos desde su juventud han servido en Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo. … leer más …


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