Para las mujeres es un desafío contener las expectativas y emociones de lo que deseamos cuando nos trazamos metas para someternos al propósito de Dios, a Su forma de actuar y a Su tiempo.
Una tarde de Enero mientras leía Proverbios 31 donde describe las cualidades de la mujer virtuosa, me detuve en una de ellas: ¨…Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo por venir…¨ siendo éste un pasaje muy conocido y de mucha relevancia para aprender sobre el diseño de la feminidad bíblica, en ese momento tuvo un impacto distinto en mí. Sentí que al mirarme al espejo la fuerza que es descrita en esta porción no sería una cualidad que pudiera reflejar, luchaba con ataques de pánico y ansiedad. A su vez, ¿Cómo pudiera reírme del futuro, de lo incierto, de lo que desconozco? Mientras pensaba en estas cosas me llenaba de temor, pero recordé una frase de Elisabeth Elliot que había leído recientemente: "...Aunque todas las cosas parecen ser sacudidas, una cosa no lo es: Dios no es sacudido”. Definitivamente entendí, que ese sería el propósito que Dios trabajaría este año, utilizando mis debilidades para no conformarme a mis expectativas y deseos propios sino aferrarme a Su plan.
No pienses que al pasar los meses fue una meta fácil de alcanzar, pues Dios tomó mi palabra y me probó más allá. Poco a poco, comencé a ver oraciones contestadas, empecé un trabajo nuevo y veía como todo iba cayendo en su lugar. Por instantes, comenzaba a olvidarme en sujetarme a los planes de Dios y ver cómo Él estaba respondiendo a aquellas cosas que deseaba. En menos de un mes los ataques de pánico comenzaron a agudizarse y mi salud comenzó a deteriorarse. El supuesto control que creía poseer con una estabilidad laboral, económica y en todos los demás aspectos de mi vida, comenzaron a decaer cuando la inseguridad, y el temor a perder lo que tenía, me dominaban. Fui donde una doctora que me recomendó que tenía que medicarme para poder estabilizar mi salud y que pudiera estar más relajada. Y me dije ¿Otra cosa más? Me sentía en un largo túnel oscuro, con una luz muy distante al final, y clamaba a Dios constantemente que se hiciera cercano en ese momento. En ocasiones le oraba a Dios diciéndole que prefería que me llevara ahora mismo al cielo, porque de qué valdría seguir aquí si mis pensamientos estaban llenos de preocupaciones y cuando intentaba aferrarme a las promesas de Dios, mi cuerpo no estaba respondiendo. Me sentía impotente y creía que Dios estaba distante, así que llamaba a una amiga y le pedía que orara por mí porque tal vez así Dios me escucharía.
“PERO DIOS, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” Efesios 2:4-7
Una mañana oyendo Aviva Nuestros Corazones, Nancy compartió que cuando nos sintiéramos desesperanzadas o abrumadas que corriéramos al Creador y no a la criatura. En ese mismo instante caí de rodillas. No estaba corriendo a Cristo, aparentaba descansar en Dios pero intentaba buscar la solución en otras cosas o personas. Pero Dios que es rico en misericordia, me ayudó a recordar que soy una pecadora rescatada por gracia, me permitió mirar a través de los lentes del Evangelio y ver a Aquel que siempre había estado a mi lado. Él estaba sentado en Su trono llevando a cabo Su plan soberano, mostrándome Su omnisciencia, que Él era todo suficiente sobre todas las cosas y que todo a mi alrededor puede caer, pero Él es la Roca Inconmovible que siempre permanecerá. Dios estaba cercano aunque no podía sentir Su paz en esos momentos, Su forma de actuar fue distinta a mis expectativas cuando establecí mis metas. Él estaba destruyendo los ídolos de mi corazón, en especial la autosuficiencia. El me llevó a rendir el control de mi vida y de las cosas que Él me estaba dando, pues necesitaba reconocer que Su gracia era la que me sustentaba a cada paso y en cada detalle. Entonces cuando acepté Su voluntad sin expectativas y a agradecer cada mínimo detalle de mi día como muestra de Su bondad, fue cuando comencé a negarme a mí misma y a descansar en Su soberanía.
Contar Sus bendiciones me lleva a estar enfocada en El cómo dador de todas las cosas y no mis propias fuerzas. Pero, ¿sabes cuál es la mejor parte? no solo Dios me rescata a diario y me sostiene en Su gracia, sino que todo estaba escrito. Nuestro Señor sabe de antemano cada cosa que acontecerá en nuestras vidas, cuánto necesitaremos de Sus promesas y del consuelo para los momentos de debilidad. Su inmensa bondad me sacó de esos fuertes ataques de ansiedad, pero sobre todas las cosas El Shaddai me ha equipado durante este tiempo a pelear la batalla espiritual contra mi carne con la armadura de Cristo, rendida en oración en todo momento.
Mi querida amiga, quiero animarte a mirar a Cristo en medio de tus circunstancias y contar Sus bendiciones. Leslie Ludy compartió en uno de sus escritos: “Dios desea una mujer que no busque entretenerse con el Cristianismo. El busca una mujer que esté entregada radicalmente a Cristo. Él no quiere una joven con una vida de oración tibia sino una mujer que pueda vivir desafiando los poderes del infierno. Él no quiere una joven adornada con las últimas tendencias de la moda, Él quiere una mujer que se adorna en el interior con las joyas de Cristo. Él no quiere una chica cuya Biblia es un accesorio más en su closet, Él quiere una mujer con hambre y sed de conocer al Señor y que lo busca con diligencia en Su Palabra. Él no quiere una joven que su boca sea un arma engañosa de auto-exaltación, Él quiere una mujer cuyas palabras destilan la miel del Nombre de Jesús.”
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