¿Entiendes el Evangelio?

Tenemos un problema de enfoque

Recientemente estuve meditando sobre el relato que leemos en los Evangelios acerca del ciego de Betsaida. Alguien se lo trajo a Jesús para que lo sanara, y Él lo hace de manera muy poco convencional (Jesús le escupe en sus ojos) y le pregunta, «¿ves algo?» El ciego podía ver, pero no perfectamente. Veía a los hombres «como árboles que se movían». Entonces Jesús colocó de nuevo Su mano sobre sus ojos y fue completamente restaurado; ahora veía con total claridad (Mar 8:14-21).

A veces pienso que nos pasa lo mismo con el evangelio. Cuando nos convertimos recibimos con gozo la buena nueva de que nuestros pecados han sido perdonados por pura gracia y que ahora disfrutaremos de la eternidad junto a Cristo, sin necesidad de cumplir o llenar ninguna condición o cláusula. Sin embargo, en nuestra humanidad no llegamos a comprender totalmente la magnitud de esa gracia.

Sabemos que Dios ha hecho algo maravilloso; entendemos que Dios ha abierto nuestros ojos, nos ha salvado, pero en nuestra limitación humana y en nuestro pecado, aun no vemos todo perfectamente; no lo entendemos todo correctamente. Y Jesús, a través del Espíritu Santo aplicando Su Palabra a nuestra mente entenebrecida y a nuestros corazones endurecidos, continúa obrando en nosotros, llevándonos a entender más y más acerca de nuestro Salvador, y acerca de esta salvación tan grande e inexplicable que hemos recibido.

No entendemos bien la obra de Cristo

¿Alguna vez has estado en un gran aprieto o una gran necesidad y de repente recibes una gran noticia que resuelve tu problema por completo? Quizás un diagnóstico de un cáncer en sus últimas etapas y te sientes en la antesala de la muerte, pero un día recibes la noticia de que ya no hay ningún indicio de esta terrible enfermedad. O quizás experimentes una gran pérdida económica y recibes la noticia de que un tío lejano te ha dejado una gran herencia que no esperabas. ¡Esas son buenas nuevas en verdad! ¿Pero qué tal si aun conociendo la noticia de que no tienes cáncer insistes en recibir todas las quimioterapias o insistes en trabajar toda la vida para tus familiares para, de alguna manera, pagar el que te hayan considerado para recibir esta herencia?

Esto nos ocurre a veces cuando llegamos a conocer el Evangelio de Jesucristo. Muchas veces, aunque lo verbalizamos correctamente con nuestros labios, en la práctica se pone de manifiesto que no lo hemos entendido. Es como cuando tratamos de sintonizar una frecuencia radial y entran otras frecuencias que interfieren. Estamos cerca de la frecuencia correcta pero aún necesitamos sintonizar mejor para tener una recepción más clara.

No entendemos bien quién es Cristo y la obra tan completa que hizo a nuestro favor. Aunque intelectualmente reconocemos que «no es por obras», insistimos en ganarnos un poco esta gracia inmerecida. La tendencia de nuestra carne es querer hacer alguna contribución, y terminamos desviándonos gradualmente de las buenas nuevas de salvación; de la gracia recibida, intentando salvarnos a nosotras mismas, o de alguna forma tratando de devolver una dádiva impagable, o más aún, insistiendo en pagar una deuda que ya fue saldada.

¿Necesitas corregir tu enfoque?

¿Cómo saber si has entendido el evangelio? Muchas veces lo sabemos por la forma como vivimos, por la forma como nos concentramos en tener un buen desempeño en lugar de poner nuestra mirada en Cristo, y por la forma como pensamos y juzgamos a otros.

Toma un momento para revisar la lista debajo. Si te ves reflejada en alguno de los siguientes puntos, es muy probable que aun tengas un entendimiento distorsionado del evangelio. En cada caso encontrarás algunos textos bíblicos que te ayudarán a enfocarlo mejor.

  1. Te resulta más fácil (o te hace sentir más santa) seguir lineamientos, mandamientos y tradiciones de hombres que amar a Cristo y obedecer lo que Dios claramente manda en Su palabra (Marcos 7:1-23).
  2. Piensas que de alguna manera debes ganarte el favor de Dios haciendo buenas obras. (Ro. 11:16; Tito 3:5; Gal 3)
  3. Piensas que de alguna manera te mereces el amor y el perdón de Dios (Ef. 2:9; Ro. 3:12)
  4. Ves a Cristo como un modelo a seguir más que como un Salvador que necesitas diariamente (Ef. 1; Col 1:13-29; Gal 3:1-14).
  5. En tus propias fuerzas eres moralmente recta, pero no tienes una relación de intimidad con Dios ni te expones a Su Palabra regularmente. (Juan 15:5)
  6. Piensas que alguien puede convertirse por tus buenos argumentos teológicos (Juan 3:1-15; 1 P 1:3; Mat 13:15; Mar 4:12; Lucas 8:10)
  7. Tratas de hacer el evangelio apetecible y liviano para los incrédulos. (Mateo 7:13-14)
  8. Te cuesta trabajo extender gracia a los demás, y tiendes a ser legalista en tus juicios. Consideras a los demás inferiores porque no comparten tu «buena doctrina» (Gal 2:11-29; 3; 1 Cor 3; Ro. 14:4).
  9. Tus frutos son externos, para ser aplaudida, aceptada, valorada o reconocida (Col 1:6; Mateo 5:16).
  10. Piensas que como Cristo perdonó todos tus pecados (pasados, presentes y futuros), puedes de alguna manera justificar tu desobediencia. (Jn. 14:15; 1 P 3:13-19; Tito 3)
  11. Piensas que la persona que realmente se ha convertido ya no debería tener que luchar con pecados. (Ro 7:14-25)
  12. Piensas que como «la salvación no es por obras» no tienes que esforzarte en dar frutos (Stg. 1:19-27; Fil 2:12; 1 Tim 4:7-10; Gal 5:16-24
  13. Crees que conocer el evangelio es tener un correcto entendimiento intelectual de Cristo y Su obra, pero tu entendimiento está desprovisto de poder. (Ef. 1:19; 1 Cor. 2:4-5; 4:20)

Recuerda… ¡Son Buenas Nuevas en verdad!

El evangelio es todo acerca de un regalo, una gracia concedida, un favor inmerecido a personas que no se lo merecen y que nunca podrán llegar a merecerlo.

El evangelio es más acerca de lo que Dios ha hecho por ti en Cristo, que de lo que tú puedes hacer para Dios.

Jesús fue claro en denunciar algunas personas que aparentemente vivían rectamente, pero que no tenían un corazón recto hacia Él. Les llamaba ‘tumbas blanqueadas’ (Mat 23:27). Los frutos no eran frutos de arrepentimiento, sino frutos artificiales.

El evangelio se trata de la obra perfecta de Cristo y Su justicia, imputada a hombres y mujeres pecadores. Es absurdo y fútil depender o confiar en nuestra propia rectitud, desempeño, justicia o bondad para tratar de satisfacer a un Dios perfecto (Fil 3:1-9). Nuestras obras, por más «buenas» que sean, nunca serán más que harapos sucios que Él debe revestir de Su justicia perfecta.

Somos santas porque estamos en Cristo, porque Él es santo, pero no porque nosotros somos buenas.

Dios no nos salva por nuestra obediencia, sino por Su gracia. La obra es Suya de principio a fin. Nosotros solo podemos contribuir pecado y debilidad. Él nos busca, nos capacita para amarlo, obedecerlo y servirlo. Somos salvas por designio soberano de Dios, quien inclina nuestro corazón para que corramos a Él el arrepentimiento y fe, poniendo nuestra confianza en Su sacrificio para el perdón de nuestros pecados.

El evangelio no nos llama a ser fuertes, sino a gloriarnos en nuestra debilidad para descansar en la Suya (2 Cor 12:9).

No tenemos justicia ni méritos en nosotras mismas. Solo podemos mirar a Cristo para salvación y santificación. Él es nuestro Salvador, no solo el día que nos salvó, sino que CADA DIA nos salva hasta que entremos en gloria. En Él, en Su justicia perfecta, está nuestra esperanza; no está en nosotras mismas o en nuestras obras (¡haríamos nula la gracia y el sacrificio de Cristo! Gal 2:21); está en Cristo, en Su vida, Su muerte, y Su resurrección.

¿Te has visto reflejada en algunos de los puntos más arriba?

¿Qué ajustes debes hacer en tu enfoque?

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Sobre el autor

Laura González-De-Chávez

Laura vive en Illinois, Estados Unidos. Es esposa de Fausto. Su pasión es discipular a las mujeres de todas las edades con el fundamento sólido de la Palabra de Dios y ayudarlas a vivir de acuerdo a la fe que … leer más …


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