Encontrando libertad al final de mí misma

Dios ha utilizado el matrimonio y la maternidad para llevarme hasta el límite de mí misma. En mis años de soltería, me enorgullecía de mi estabilidad emocional, de mi fuerza innata, de mi independencia e incluso de mi falta de necesidad de un hombre. Ni siquiera pensaba que estaba tan mal en el departamento de la piedad.

Sin embargo, al poco tiempo de embarcarme hacia la tierra de la maternidad, me di cuenta de lo impaciente e iracunda que podía ser. Y a los cinco años de mi matrimonio, recibí un golpe que siempre temí afrontar. Ambos casos me llevaron a arrodillarme con desesperación.

Los últimos siete años de matrimonio y maternidad han arrancado trozos de mis habituales emociones estables, me han mostrado lo débil que soy en realidad, han acabado con mi independencia y me han ayudado a sentirme necesitada de un hombre en particular: el Salvador sin pecado que murió por mí.

Nuestra falta cultural de necesidad 

Cuando navego por las redes sociales, las expresiones de necesidad no son las típicas que se comparten. En cambio, lo que veo de muchas mujeres es la autoafirmación. Las mujeres intentan aferrarse a esta idea de que somos lo suficientemente fuertes y buenas como forma de combatir las mentiras de los demás y de nosotras mismas.

Svend Brinkmann, profesor de psicología danés y líder del movimiento contra la autoayuda, explica cómo el éxito de la industria de la autoayuda revela la ansiedad y la inestabilidad de la vida moderna. Él dice que los libros de autoayuda prometen orientar a las personas hacia algo que tenga sentido. El problema es que lo que tiene sentido, según la industria de la autoayuda, es siempre lo que está dentro de la persona; así que la persona debe buscar dentro de sí misma, escuchar su voz interior, encontrar el sentido en su interior.

El profesor Brinkmann afirma que este constante giro hacia el interior nos hace más infelices porque muchos estudios han demostrado que el sentido se encuentra en nuestras relaciones con los demás, con el mundo, con la sociedad, con la naturaleza, con algo más allá de nosotros mismos.

En nuestra cultura de mensajes de autoayuda se nos dice que «creamos en nosotras mismas», que «somos lo suficientemente fuertes», que «podemos hacerlo todo y serlo todo». Sin embargo, la libertad se encuentra en realidad en admitir que no somos lo suficientemente buenas y fuertes en y por nosotras mismas, sino que necesitamos algo fuera de nosotras para que nos ayude.

¿Y si nuestra afirmación no tuviera que venir de nosotras, sino de una fuente superior? Una fuente inquebrantable en su estabilidad. Una fuente, como dice el profesor Brickman, que está «más allá de nosotros mismos».

Hoy en día, muchas mujeres encuentran su fuente de ánimo y libertad en el pensamiento positivo de autoayuda. ¿Pero qué pasa si al decirnos a nosotras mismas que somos lo suficientemente fuertes no es suficiente? Preferimos creernos que lo tenemos todo controlado, que creer que tenemos un Salvador que lo tiene todo controlado para nosotras.

Preferimos cargarnos a nosotras mismas en lugar de mirar a Aquel que lleva todas nuestras cargas (Mt. 11:28-29). Preferimos pensar que somos lo suficientemente buenas y que podemos manejar las cosas por nuestra cuenta, en lugar de correr al trono de la gracia en el momento de necesidad (Heb. 4:16). Estamos llenas de nosotras mismas, cuando Dios desea que lleguemos al final de nosotras mismas. Nos pide que acudamos y sirvamos para que podamos levantarnos con Él en el poder de la resurrección que Él nos proporciona.

Una insólita fuente de libertad

A los cinco años de mi matrimonio, me sentí profundamente herida cuando mi esposo y yo pasamos por dificultades matrimoniales. A lo largo de nuestro período de restauración, descubrí lo diferente que soy de Dios. Mi primera respuesta natural al ser pecadora eran sentimientos de odio y venganza; mientras que la primera respuesta natural de Dios a nuestros pecados son la bondad y la misericordia.

En un momento dado, sentí que no me quedaba nada dentro de mí que ofrecer a mi esposo. Me sentía vacía y carente de amor porque estaba muy herida. Clamé a Dios y le pedí que me ayudara a amar a mi esposo de una manera que sabía que no podía naturalmente. Dios respondió a mi oración y poco a poco me llenó de un amor sobrenatural de Él, un amor que es más profundo y verdadero que cualquier romance terrenal. Darme cuenta de mi necesidad me liberó para amar de una manera más profunda, como la de Cristo.

Los momentos en los que Dios me ha llevado hasta el límite de mí misma en el matrimonio y la maternidad son los peores y los mejores momentos. Como la muerte de Cristo en la cruz, lo mejor y lo peor coincidieron. Hubo dolor, hubo sufrimiento y, finalmente, hubo muerte. Pero fue la cosa más hermosa que jamás haya ocurrido en nuestro mundo.

En manos de un Padre amoroso, llegar al final de nosotras mismas es algo hermoso que nos lleva a una mayor vida en Él. Llegar al final de nosotras mismas significa recorrer el camino de la humildad que Dios ha trazado ante nosotras. Es el mismo camino que nuestro Salvador recorrió delante de nosotras. Estamos llamadas a recorrer el camino por el que Jesús se humilló hasta la muerte (Flp. 2:8). No es agradable y es difícil, pero al otro lado hay libertad y vida.

Una mejor palabra de afirmación

Las dificultades matrimoniales me llevaron al límite de mí misma. Dios utilizó este sufrimiento en mi vida para mostrarme que no soy lo suficientemente fuerte para soportar todo por mí misma. Me llevó a un lugar de desesperación donde pude verme realmente a la luz de quién es Dios y clamar a Él por fuerza y gracia.

Como dice Sheldon Vanauken, fue una «misericordia severa». Llegar al límite de mí misma me ha cambiado para siempre. Me ha liberado para abrazar lo que soy: un ser humano frágil y pecador que necesita la gracia. Recorrer el camino de la humildad que Cristo pavimentó para mí me lleva a Aquel que intercede por mí y defiende mi causa ante el Padre. Su sangre dice una palabra mejor para mí (Heb. 12:24), una palabra de afirmación eternamente positiva. Todo lo que tengo que hacer es admitir que no soy lo suficientemente buena o fuerte por mí misma, y que lo necesito a Él desesperadamente.

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Sobre el autor

Liz Wann

Liz Wann es escritora independiente, vive en Filadelfia con su esposo, dos hijos y una hija. Ella es la editora de Morning by Morning y regularmente contribuye con Desiring God, Think Christian, Christ and Pop Culture, y con Ethics and … leer más …


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