Por Heidi Jo Fulk
Soy escandalosa. Soy de las que tiene esa risa molesta que atraviesa un cuarto lleno de conversaciones. Soy esa mamá que con regularidad avergüenza a sus hijos al cantar una canción a voz en cuello en medio de la tienda. En mensajes y correos electrónicos, con frecuencia escribo todas mis oraciones EN MAYÚSCULAS, y así puedo ser escandalosa también por escrito. Incluso en una ocasión rompí –o al menos contribuí a romper- el tímpano de alguien.
Así que puedes imaginarte cómo me retuerzo cuando leo un versículo como 1ª Pedro 3:4 [que la belleza de una mujer] sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios.
¿Qué significa sereno?
La palabra sereno siempre pareciera resaltar delante de mí, como un dedo hinchado. Me doy cuenta (¡y qué alivio!) que este versículo se refiere a un espíritu tranquilo, no necesariamente en cuanto a volumen. Mary Kassian describe este tipo de quietud, así:
Cuando la Biblia habla sobre quietud, no se refiere tanto a una ausencia de ruido verbal, sino a una ausencia de ruido espiritual. Aunque hay una conexión, quietud tiene más que ver con un estado de nuestro corazón que con la cantidad y volumen de nuestras palabras.
Quietud describe un estado de la mente en calma, serenidad y tranquilidad. Es estar decidido, inalterable, y en paz. Una disposición callada es como un espacio tranquilo de agua, en lugar de una lavadora agitada removiéndose. Un espíritu sereno es lo opuesto a uno ansioso, consternado, alborotador y vociferante.
En el pasado he sido desafiada a sumergirme verdaderamente en la Palabra para comprender lo que Dios tiene que decir respecto a ‘sereno.’ Cuando comencé a buscar, esperaba encontrar cosas como, “Guardar silencio. Estar en Paz. Calma. Callada. Dominio propio. Desocupada. No ser la primera en hablar.” Y sí encontré esas cosas.
Sal. 31:18: Enmudezcan los labios mentirosos, que arrogantes hablan contra el justo con soberbia y desprecio.
Ec. 4:6: Más vale una mano llena de descanso que dos puños llenos de trabajo y correr tras el viento.
Sof. 3:17 El SEÑOR tu Dios está en medio de ti, guerrero victorioso; se gozará en ti con alegría, en su amor guardará silencio, se regocijará por ti con cantos de júbilo.
No quise pasar deprisa por esos versículos, porque constituyen verdad que necesito conocer y vivir.
Pero realmente comencé a sentirme intrigada cuando leí éstos:
Sal. 131:1-3: Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma. Espera, oh Israel, en el SEÑOR, desde ahora y para siempre.
Is. 30:15: Porque así ha dicho el Señor DIOS, el Santo de Israel: En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en quietud y confianza está vuestro poder.
Is. 32:17: La obra de la justicia será paz, y el servicio de la justicia, tranquilidad y confianza para siempre.
En tiempos diferentes para razones diferentes
¿Observaste el mismo vínculo que yo vi? El de quietud con humildad, con sabiduría, esperanza, paz y fortaleza. Fue la conexión con fortaleza lo que más resaltó. Serenidad –tanto en volumen como en espíritu- es necesaria en distintos momentos para diferentes razones, y una de ellas es permitirnos confiar en Dios para darnos fortaleza. Que nuestra fortaleza crezca al poner nuestra esperanza y confianza en Él.
Este tipo de quietud me muestra que necesito dejar de esforzarme para actuar o discernir por mí misma, y en lugar de eso, aquietarme. Aquietar el pensamiento de mí, y el vivir para mí, y venir delante del que todo lo sabe, el Dios Todopoderoso, y permitirle fortalecer mi corazón y mente para pensar y actuar como Él.
Estos vínculos con fortaleza me resultaron particularmente profundos porque anhelo fortaleza. Verdadera fortaleza. El tipo de fortaleza que me capacita tanto para los eventos del día a día como los momentos que cambian la vida. Sé que mi fortaleza sale corriendo deprisa. Por lo tanto, el descubrir la serenidad como el camino y cimiento para la fortaleza, me resultó fundamental.
Otro concepto que a veces se vincula con la quietud es la mansedumbre o gentileza. Ahora bien, antes de que comiences a resistirte a esas palabras, recuerda que la fortaleza también está conectada a la serenidad. No caigas en la tentación de asumir que la mansedumbre y gentileza es lo mismo que debilidad. En lugar de eso, asimila que la gentileza y mansedumbre tienen más que ver con tener un espíritu y disposición que pone a Dios en Su lugar correcto.
Un espíritu gentil pone a Dios primero, a los demás después, y controla los deseos egoístas. Un espíritu de mansedumbre nos permite aceptar las circunstancias de nuestra vida a la luz de la soberanía de Dios y a buscar Su fortaleza para movernos a lo largo de ellos. Una definición de mansedumbre de la Biblia de Letra Azul resume muy bien estas ideas:
La gentileza o mansedumbre es lo opuesto a la confianza en sí mismo y al interés por uno mismo. Emana de la confianza puesta en la bondad de Dios y Su control sobre la situación. Una persona gentil no se ocupa de sí misma en absoluto. Esta es una obra del Espíritu Santo, no de la voluntad humana (Gálatas 5:23)
La perspectiva de la serenidad
La perspectiva de la serenidad no es mi perspectiva, es la de Dios. Cuando estamos en quietud y tenemos un espíritu gentil, estamos suprimiendo nuestra tendencia hacia el “mi” y el “yo” y en lugar de ello, estamos permitiendo que el Espíritu Santo tome control de nuestra mente, corazón y acciones. Entonces vendrá la fortaleza. Entonces vendrá la sabiduría. Pero tenemos que dejar de estorbar.
Eso puede significar estar literalmente callada o callar las opiniones y reacciones en nuestra mente y corazón.
Aunque mi volumen permanezca alto, puedo tener un espíritu quieto y gentil por el poder de Cristo en mí. Humildemente, el deseo de verdadera fortaleza, y una mansedumbre que está buscando poner a Dios en Su lugar correcto, puede ser el lugar para la serenidad –el tipo de serenidad que exhibe dependencia de Dios, buscándole a Él para darnos sabiduría y fortaleza sin estar pensando y actuando en nuestras propias fuerzas. Quietud que significa dominio propio y poner a Dios en Su lugar correcto.
La búsqueda de la quietud
Hablando en términos prácticos ¿Cómo podemos buscar la quietud? El tipo de quietud que exhibe nuestra fortaleza, esperanza y sabiduría tiene su raíz en Cristo.
- Podemos orar.
Esto debería ser obvio, pero a veces podemos pasar de largo este lugar de inicio. Si deseas quietud en tu vida, de la forma que sea, ¡pídela! Puedes pedirle a Dios que te dé un espíritu sereno –para mostrarte cómo se ve en todo tipo de situaciones. Pide a Dios que aquiete tu ansioso corazón. Pide a Dios que aquiete la velocidad de tu mente. Pídele que controle tu lengua. Estas son cosas que Su Palabra nos dice que Él hará, de manera que, pídelo.
- Podemos leer la Biblia, luego usarla como una herramienta.
Leer la Palabra de Dios es una manera de perseguir la quietud. Es la mejor manera de sustituir el ruido que viene de mis propios intentos y esforzarme con la verdad y confianza del Señor. Por tanto, la lectura, memorización y oración de la Palabra pueden ser herramientas para buscar la quietud.
- Conoce dónde están tus botones de “pausa” y “alto.”
Digamos que ya has orado y pedido a Dios por un espíritu sereno. Has estado leyendo tu Biblia y tal vez hasta has orado algunos versículos en específico. Pero algo sucede. La preocupación llega insidiosa, a ocupar tu mente. Una situación comienza a deslizarse fuera de control, y quieres reaccionar. Oprime pausa. Aprieta el botón de parar. ¡Hay una salida! Pide a Dios que “tome todo pensamiento y lo lleve cautivo a la obediencia a Cristo” (2ª Co. 10:5). Aunque en ocasiones tenga que ser un momento a la vez. Él puede aquietar tu mente, corazón y boca, si estás dispuesta a buscarlo y obedecerlo.
Por tanto, busca la quietud. Busca entender, y ve cómo puede impactar tu vida. La serenidad me sorprendió. Quizá a ti también te sorprenda.
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