Elige cantar en medio de la oscuridad

Por: Hayley Mullins

Los últimos meses, he estado batallando en una etapa de oscuridad que me ha robado el gozo. Me siento como errante en el desierto. El cambio parece estar mucho más allá del horizonte. Muchas de mis amigas se están casando y mudando lejos. La muerte y el sufrimiento empuñan sus espadas sobre aquellos a mi alrededor. El mundo parece lúgubre, y mi propia naturaleza pecaminosa está asomando su horrible cabeza.

Después de escucharme compartir dónde me encuentro, una amiga preguntó, “¿Has intentado cantar? Encuentra una manera de añadir alabanzas a tu día –mira a ver si eso te ayuda.”

Si he de ser honesta, cuando ella dijo eso, me sentí como los israelitas cuando preguntaron, “¿Cómo cantaremos los cánticos de Sion cuando nuestra nación ha sido hecha cautiva?” (Sal. 137:3-4) ¿Cómo puedo alabar a Dios cuando siento que Él me ha abandonado? ¿Cómo puedo alabar a Aquél que parece estar llevándose a todos cuantos amo? ¿Dónde puede haber lugar para el gozo cuando me siento condenada a una vida de soledad perpetua?

Elige cantar en medio del dolor

Así fue como encontré solidaridad en los Salmos. Los autores de los Salmos no eran personas despreocupadas y sin problemas. Más bien, ellos escribieron con un corazón lleno de angustia y profundo sufrimiento. Pero a pesar de su dolor, hay un hilo de esperanza que corre a lo largo del libro, cierta esperanza de “no importa lo que suceda, continuaré aferrándome a Dios.” Puedo escuchar lucha en sus palabras:

(Sal. 34:9,18) Temed al SEÑOR, vosotros sus santos, pues nada les falta a aquellos que le temen…  Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón, y salva a los abatidos de espíritu.

(Sal. 73:25-26) ¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.

(Sal. 23:1,4) El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará…Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo;

Cuando leo estas palabras, me quedo con esto: “Teme al Señor. Nada te faltará, pero quizá tengas un corazón abatido. Dios es tu fortaleza y plenitud, pero tu cuerpo y emociones pueden fallarte. Esto es la verdad –El SEÑOR es mi pastor- pero el caminar a través del valle también puede ser real.”

En medio de profundo dolor, los salmistas escribieron canciones a Dios. No está mal el lamentarse, pero necesitamos acordarnos de cantar, porque Dios siempre es bueno –aun cuando nuestro corazón no lo sienta.

Nuestro Salvador cantante

¿Alguna vez has pensado en Jesús cantando? Mateo 26:30 nos dice que después de la Última Cena, la última Pascua celebrada por Jesús en esta tierra, Él y Sus discípulos cantaron un himno juntos. Qué impresionante pensar que antes de dirigirse al jardín de Getsemaní, donde sería arrestado y abandonado por Sus amigos, la última cosa que Jesús hizo fue elevar un canto de alabanza a Dios.  

No solo eso, sino que la mismísima esperanza del evangelio está fincada en la decisión de Jesús de alabar. Su oración en el jardín refleja un corazón que está consciente del sufrimiento que tiene delante. Él oró, con gotas de sudor como sangre, “No mi voluntad, sino que se haga la tuya.” ¿Por qué caminó valientemente hacia la oscuridad y el dolor? Por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza.” (Heb. 12:2)  Él sabía que había inmenso gozo delante –la salvación de creyentes y Su gloria. Con la perspectiva eterna, Jesús cantó con Sus discípulos…y Él cantó en la cruz:

(Mt. 27:46)  Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?

Él está citando el Salmo 22, parte del himnario que Israel usaba en la alabanza. Aunque Jesús no lo cantó a voz en cuello mientras sufría (la naturaleza de la crucifixión hacía casi imposible el respirar, mucho menos cantar), Él meditó en un canto de alabanza que apuntaba a ese momento exacto –Su sufrimiento como el Redentor.

Parte del Salmo 22, dice:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo… Hablaré de tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. Los que teméis al SEÑOR, alabadle… Los pobres comerán y se saciarán…  Todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán al SEÑOR,  Vendrán y anunciarán su justicia; a un pueblo por nacer, anunciarán que Él ha hecho esto.” (Sal. 22:1-2, 22-23, 26-27, 31)

Aun mientras Cristo sufría, estas palabras pasaban por Su mente –no en desesperación o queja, o duda, sino en alabanza. Eso me hace caer de rodillas y arrepentirme de mi ingratitud… ¡y luego, alabarle!

En la etapa de oscuridad que estoy atravesando, mi primer instinto rara vez (o nunca) es cantar. Pero estoy aconsejando a mi corazón a considerar esto: Cristo cantó al enfrentar la agonía física de la crucifixión, la agonía emocional de la traición, y agonía espiritual de la ira de Dios.

Si Él podía alabar a Su Padre bajo tales circunstancias, mientras moría para redimirme de mi pecado, por Su gracia puedo mirar al gozo que yace delante y decidir cantar cuando todo parezca oscuro y sin esperanza.

Las bendiciones de decidir cantar:

Con Jesús yendo delante de mí, me estoy desafiándome a cantar en la oscuridad. Puedo cantar “Ven, fuente de toda bendición, afina mi corazón para cantarte alabanza” a través de las lágrimas; y “Sé Tú mi visión, oh, Señor de mi corazón” en absoluta desesperación. Esos cantos se han vuelto tan conocidos que en ocasiones olvido que los autores del himno también sufrían. La verdad de sus canciones está hecha para los días difíciles, no solo para los domingos perfectos. Su letra puede aconsejar nuestro corazón en medio de la oscuridad.

Con cuánta frecuencia estoy de pie en la iglesia, forzándome a cantar palabras con las que mi mente y corazón batallan para estar de acuerdo. Pero oyendo a mis hermanos y hermanas cristianos cantar, me anima. Ellos creen la letra. Todos ellos conocen la verdad, aunque la oscuridad hace que se vuelva difícil verla. Sea que lo sepan o no, se están aferrando por mi cuenta. Me enseñan y exhortan a alabar a Dios (Col. 3:16) Y estoy segura que mi canto les hace el mismo bien a ellos.

¿Quieres unirte conmigo y decidir cantar ahí donde el Señor nos ha puesto? Canta mientras haces los quehaceres del hogar, o en el auto. Canta en la iglesia. Continúa cantando la verdad –y quizá nuestro corazón nos alcance y decida alabar a Dios.

Sal. 34:1-3:  Bendeciré al SEÑOR en todo tiempo; continuamente estará su alabanza en mi boca. En el SEÑOR se gloriará mi alma; lo oirán los humildes y se regocijarán. Engrandeced al SEÑOR conmigo, y exaltemos a una su nombre.

 

Adaptado de “Decide Cantar en Medio de la Oscuridad” Publicado originalmente en HayleyMullins.com
 

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