¡El Señor ha hecho maravillas!

¡Así es, el Señor ha hecho maravillas por nosotros! ¡Qué alegría! Salmos 126:3 (NTV)

Desde antes de la Conferencia Mujer Verdadera, mi corazón estaba expectante y oraba a Dios que este fuera un tiempo especial, no solo para mí y mis hijas, sino para todas las mujeres que allí nos congregaríamos, y definitivamente lo fue:  el Espíritu de Dios se movió con poder en medio nuestro, consolando, instruyendo, convenciendo de pecado, animando, salvando, llenando de esperanza y gozo, quebrantando, fortaleciendo….suavemente todas fuimos dirigidas a mirar a Cristo, cualesquiera que fueran nuestras necesidades.

Mis hijas y yo entramos con mucho entusiasmo a la pre-conferencia y al escuchar a Dannah Gresh explicando cómo nosotras nos colocamos etiquetas que se nos pegan tan fuertes que no las podemos quitar y así creemos estas mentiras: indignas, pecadoras, aburridas, gordas (son algunas de las etiquetas que solemos colocarnos). Mientras pasaban los minutos se nos animaba a quitarnos ese tipo de etiquetas, pues en Cristo somos libertadas por Su Verdad.

Fue sumamente conmovedor ir sobre el pasaje de la mujer que derramó a los pies del Señor el frasco de alabastro con perfume en la casa de Simón el fariseo y ver dos personas etiquetadas, una “pecadora” la cual estaba desesperada y se atrevió a llegar a una fiesta donde no había sido invitada, porque buscaba una relación con Jesús.   Y el otro “fariseo” quien llevó su cerebro a la escuela, pero no su corazón y se había llenado  de un orgullo religioso que le impedía ver su pecado al solo fijarse en el del otro.  Solo uno de ellos salió de ese lugar  con una nueva etiqueta: “perdonada”. Y luego el llamado de la expositora: “Todas venimos a los pies de la  cruz por una invitación a responder a Su amor, cada una viene rota. Él ve nuestro pecado y aun así nos ama. Él anhela que removamos nuestras etiquetas y respondamos al amor de Cristo.” En Su Palabra están las verdaderas etiquetas, por eso es tan importante que la leamos, para reemplazar las incorrectas.

Al hablarnos de la modestia se nos señaló que Dios no desea que nuestras ropas sean una distracción de lo que hay en nuestro interior. El mayor pecado de la inmodestia es que dice “mírame a mi” en lugar de “mira a Dios”. Es mi relación con Dios, el hecho de conocerle cada vez más que me ayuda a crecer en ese espíritu afable y apacible que es de estima a Sus ojos y me convierte en una mujer modesta.

Dios ministró a nuestras almas en este tiempo, fuimos retadas y confrontadas a crecer en santidad al estrechar nuestra comunión personal con Dios. Recibimos un llamado a volvernos de nuestros pecados, a pasar tiempo en la presencia divina y aprender a escuchar Su voz.

Mi corazón terminó conmovido y retado para vivir más intencional en santidad, ¡y una de mis peticiones fue contestada!: la etiqueta de pecadora de una de mis pequeñas fue removida y en su lugar le fue colocada una que lee “perdonada”.  ¡Cuánto gozo y gratitud se desbordó en mí, al ver las maravillas que Dios había empezado a hacer en aquella noche!

Estas fueron sus palabras "Definitivamente Dios me salvó, ha sido un tiempo de bendición. Dios me quitó las vendas de los ojos y me ayudó. Él me ha hablado y he oído Su voz. El prometió que quitaría mi suciedad y lo hizo. He visto Su misericordia a través de los mensajes de esta conferencia. Ojalá se repita.  ¡Gloria a Dios!"

Bendito sea Dios, que no echó de Sí mi oración, ni de mí Su misericordia. Sal. 66:20

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí  Jn 14:6

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Sobre el autor

Rafaela Luciano de Viñas

Está casada con Mario Viñas con quien tiene tres hijos: Mariela, Claudia y Mario Rafael. Es mercadóloga de profesión. Esposa y madre a tiempo completo, labores que entiende son un privilegio y hermoso regalo de Dios. Le encantan las artes … leer más …


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