El regalo de que algo nos falte: infertilidad, aborto espontáneo, soltería y larga espera.

En Estados Unidos ya nos abrimos paso con valentía a través del día de la madre y del día del padre, cada uno con nuestra propia medida de tristeza, dolor y sorprendente gozo. sorprendente. “¿Se te hace difícil este día?” Pregunté a mi esposo el día del padre. Las pequeñas vidas que hemos perdido, nos hicieron padres por una, dos, tres semanas, pero ninguno de nosotros se puso de pie con los demás en la iglesia, en los días en que se honran a las madres y se aplaude a los padres. “¿Te resulta difícil?” Le pregunto. Él dice que no, ahora ya no, porque nos ha sido dado el regalo de que algo nos falte, así es como lo hemos llamado recientemente: el regalo del vacío.

Con pasmosa claridad, recuerdo el momento cuando decidí que nunca pondría mi nombre en un sitio de citas en Internet, ni malgastaría mi tiempo diseñando el perfil perfecto, esperando que a algún hombre se le antojara escogerme. En su lugar, decidí mirar el regalo del vacío que Dios me había dado en mi soltería para usarlo dando lo mejor en mi iglesia local.  Sabía que ésta era una opinión poco popular. Sabía que el viento no estaba a mi favor. Sabía que se requeriría un milagro para que yo me casara. Pero entonces, un día, ahí estaba él, parado en el pasillo, saludándome. Un día cualquiera en la mente de ambos, sin tener idea de que cuatro meses después nos volveríamos a encontrar, nos haríamos amigos, y tres meses más tarde, comprometeríamos nuestra vida uno al otro. Él solo estaba sirviendo en nuestra iglesia. Yo solo trataba de ser fiel. Viviendo vidas tranquilas. Trabajando con lo que nos venía a la mano –aunque al mundo le pareciera vacío.

Una situación similar es la imposibilidad de tener hijos. Personas que no nos conocen preguntan, con buenas intenciones, cuándo planeamos comenzar una familia. Amigos bien intencionados sugieren algún diagnóstico. Amigos muy amados temen preguntar porque…bueno, es difícil limar una superficie no sabiendo lo que hay debajo.

Que algo nos falte, resulta extraño en el mundo en que vivimos. Todos tratamos tan desesperadamente de llenar, llenar, llenar, y cuando no podemos llenarlo con aquello que queremos, tratamos algo más para evitar el dolor. Novios, bebés, televisiones con pantallas grandes, mejores teléfonos –ninguno de nosotros es inmune al deseo de llenarnos. El vacío resalta la insuficiencia y nadie puede sobrellevarla por mucho tiempo. Aun quienes más aman no quieren traer a colación el tema de lo que el vacío pueda significar.

Nate tuvo una conversación con un amigo nuestro recientemente y cuando me dijo, recordé la situación de ellos, similar a la nuestra en muchos aspectos: larga espera para casarse, sin hijos por años, sirviendo en la iglesia y a las naciones; y entonces, un día, el regalo de un bebé que les fue dado por unos conocidos, adoptado y ahora educado como su propio hijo. Me recordó mi decisión de que, mientras permaneciera soltera, sería fiel con ese tiempo y si Dios traía un marido, sería a través de la familia de mi iglesia. Este recordatorio reconfortante nos ha mantenido a flote en medio de la ausencia de hijos durante los últimos meses y las semanas recientes. Sentimos una gran emoción con el regalo de que esto nos falte, porque sabemos que Dios no da regalos vacíos, incluso si la caja le parece vacía al resto del mundo.

Dios está haciendo algo a través de esto que nos falta. Él nos está mostrando algo de Sí mismo. Él está refinándonos, probándonos, conformándonos y consolándonos. Él no nos ha retenido nada que haya prometido darnos. El deseo de tener hijos y ser padres no es una promesa de que sucederá, como tampoco el deseo de casarme significa que Dios proveerá un esposo.  La Palabra es abundante en Sus promesas, y ninguna de ellas regresará vacía, pero si vivimos como si las cosas que deseamos nos hubieren sido prometidas cuando no es así, comenzaremos a vivir el funeral interminable de nuestro ídolo. Nadie quiere reconocer que el matrimonio o los hijos se pueden convertir en ídolos, ni siquiera el deseo de tenerlos, pero si el deseo de conseguir algo que Dios no nos ha prometido en las Escrituras comienza a robarnos el gozo y a hacer difusa nuestra esperanza en Él, entonces, es un ídolo.

No quería que la búsqueda de matrimonio se convirtiera en la zanahoria detrás de la cual corriera, dirigiendo constantemente mi vida, mi carrera, mi hogar, mi esperanza con el matrimonio como meta. Cometí ese error más veces de las que recuerdo, pero ya no quería que toda mi soltería estuviese marcada por la meta del matrimonio. Y ahora, sin hijos, no quiero que toda mi vida se centre alrededor de obtener aquello que no se nos ha prometido. Los hijos son una bendición, y también lo es el matrimonio, pero no son mejor que la fidelidad, ni mejores que el Rey de gloria.

Sé que muchas de ustedes no se han casado mientras otras no pueden tener hijos, y ahí está el dolor con dos caras, no estar casada, o estarlo siendo estéril, pero quiero pararme junto a ti en ese dolor, en eso que te hace falta y decir junto contigo: no hay ningún vacío, aunque se siente como si lo hubiera. Dios está haciendo algo a través de aquello que nos hace falta. Él está haciendo algo con este vacío. Él está mostrando que Él es mejor que una pareja, mejor que hijos, mejor que la seguridad, y mejor de lo que nuestra cultura percibe como normal. Él es el regalo dentro del regalo de lo que nos hace falta.  falta.

Amados hermanos míos, no os engañéis. Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombre de variación.   (Santiago 1:16-17)

[Publicado originalmente en sayable.net]

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Sobre el autor

Lore Ferguson Wilbert

Lore Ferguson Wilbert es una escritora, pensadora y aprendiz. Ella bloguea en Sayable.net, twittea en @lorewilbert, y postea fotos en Instagram como @lorewilbert. Está casada con Nate, tiene una mascota que se llama Harper Nelle, y demasiados libros para leer … leer más …


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