Una de las características que produce el sufrimiento en nuestras vidas es que nos hace sensibles al dolor de otras personas. Nos identificamos por el proceso que ellas están pasando gracias a las experiencias difíciles que hemos vivido.
Desde que soy cristiana, alrededor de unos 24 años, he pasado todo tipo de sufrimientos en mi corazón al igual que físicos. Pero en la meditación de la Palabra y a través de la oración cada vez más el Señor, por su gracia y misericordia, me ha mostrado su mano amorosa sosteniéndome día a día. Y me ha permitido estar con otras hermanas que han sufrido igualmente para que podamos consolarnos unas a otras y viceversa.
Quiero compartirte algunas formas en las que el Señor nos hace sensible a las necesidades de otros a través del sufrimiento:
El Señor es nuestra consolación
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación.» 2 Corintios 1:3
Debemos entender muy claramente que Dios, en su infinita misericordia, es un Dios inmensamente consolador y por lo tanto es sensible a nuestro dolor. La palabra en griego es (paraclete) y se relaciona con la palabra «consolación» significa que es aquel que se pone al lado a ayudar a otra persona. Pablo es un ejemplo de uno que sufrió y era sensible al dolor. El Señor siempre estuvo con él.
Para que nosotros podamos consolar a otros
«El cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» 2 Corintios 1:4
Así con el consuelo con que El Señor nos consuela nosotros podemos consolar al que esta pasando por aflicción y tener la sensibilidad que solo Dios nos puede dar.
Nuestro consuelo abunda por medio de Cristo
«Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo.» 2 Corintios 1:5
La única manera de nosotros poder consolar y tener sensibilidad por otras personas es solo por medio del poder de Jesucristo, no lo hacemos por nosotros, ni nuestro corazón, ni sentimientos.
Las tribulaciones son para nuestro consuelo y salvación
«Pero si somos atribulados, es para vuestro consuelo y salvación; o si somos consolados, es para vuestro consuelo, que obra al soportar las mismas aflicciones que nosotros también sufrimos.» 2 Corintios 1:6
Cuando Dios nos permite pasar por el sufrimiento, su propósito es que podamos glorificarle. Cuando Pablo habla de la salvación se refiere a la salud espiritual de la iglesia. Así que como iglesia local, como comunidad, somos edificados por los padecimientos propios y de otros y el resultado es sensibilidad y compasión.
Si estás pasando por algún sufrimiento recuerda que al Señor que es soberano lo está permitiendo para ser consolados por él y consolar a otros y hacernos sensibles con su dolor y para edificación de la iglesia.
¿Ves el sufrimiento como una manifestación de la gracia de Dios? ¿Cómo puedes consolar a otros que han sufrido situaciones similares a la tuya?
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