Vivimos en un mundo caído en el que toda clase de problemas, dificultades y enfermedades se presentarán en nuestro camino. Por algo dijo Jesús: “Estas cosas les he hablado para que en Mí tengan paz. En el mundo tienen tribulación; pero confíen, Yo he vencido al mundo”, Juan 16:33.
Quizás hayas escuchado sobre una enfermedad llamada “fibromialgia”. Muchos médicos la han catalogado como la “enfermedad silenciosa”, pues no es diagnosticada por exámenes de laboratorio, y en muchos de los casos resulta imposible darse cuenta que alguien la padece. Esta enfermedad es difícil de enfrentar: mi cuerpo duele las 24 horas al día, los 7 días de la semana; no puedo disfrutar con mi familia un día en la playa sin dolor; no puedo realizar las cosas más sencillas, como cocinar y mantener la casa limpia. Sé que el próximo día me levantaré con dolor. Mi memoria no funciona como antes. Sobre todo, tengo que lidear con la insensibilidad de las personas que no entienden por lo que estoy pasando.
Sé que no soy la única. Puede que tú estés enfrentando la prueba de una enfermedad y estés lideando con situaciones similares a las mías. Sin importar cuál sea nuestra enfermedad, hay algo que queda claro: Dios es bueno. Por tanto, hay preguntas que podemos hacernos en medio del dolor, y cosas que podemos aprender.
1. ¿Para qué?
En diversas ocasiones diferentes hermanos me han preguntado si he orado con fe para que Dios me sane. Dios es soberano, y si ha permitido que sufra de esta enfermedad, Él tiene propósito en esto. Lo más importante es que Él sea glorificado en medio de esta prueba. Deseo poder vivir no para mis propios deseos sino para los propósitos para los que he sido llamada a pesar de mi enfermedad.
“Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios”, 1 Corintios 10:31.
2. ¿Podemos reflejar gozo en medio de ella?
Sin importar las consecuencias de nuestra enfermedad, no deben ser motivo para no vivir con el gozo que nos da el Espíritu Santo. El gozo no depende de las dificultades o enfermedades: es parte del fruto del Espíritu.
“Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad”, Gálatas 5:22.
3. ¿Podemos ser usados por Dios?
Dios ha usado mi enfermedad para que pueda hablarles a otros de Cristo, para aconsejar, para poder ser sensible ante el dolor de los demás y no molestarme, para enseñar y para realizar todo a lo que Él me ha llamado ha hacer.
“Vayan, pues, y hagan discípulos a de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden (he aquí)! Yo estoy con ustedes a todos los días, hasta el fin del mundo”, Mateo 28 :19-20.
4. ¿Dónde puedo encontrar sustento?
En medio de esta enfermedad y todo lo que ella trae consigo, mi sustento ha venido del Señor a través de estas disciplinas espirituales:
- La lectura de la Palabra: “Ella tenía una hermana que se llamaba María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba Su palabra”, Lucas 10:39.
- La oración: “Oren sin cesar”, 1 Tesalonicenses 5:17.
- La adoración: “Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con su corazón al Señor”, Efesios 5:19.
- El ayuno: “Y cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”, Mateo 6:16-18.
BENDICIONES EN MEDIO DE MI ENFERMEDAD
1. Mi enfermedad me ha llevado a ser más agradecida
En medio de mi enfermedad, Dios me ha enseñado a tener un corazón agradecido aun por aquellas cosas que pudiera considerar insignificantes. Cada cosa que Él me permite hacer mueve mi corazón a gratitud por sus bondades y misericordias. De hecho, mi enfermedad me ha llevado a depender más de Él, y esa es una de las cosas por las que estoy más agradecida.
2. He aprendido a no poner mis ojos en las cosas de este mundo
En medio de mi enfermedad he aprendido a tener bien claro que no debemos poner nustra mirada en las cosas de este mundo, que son temporales, sino ponerlas en las cosas de arriba, que son eternas.
“Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, 2 Corintios 4:16-18.
3. Nuestra familia ha tenido una mayor unidad
A pesar de que como familia hemos sido muy unidos, no ha sido nada fácil pues han venido pruebas fuertes a través de los años por verme como esposa y madre en vulnerabilidad. Cimentados en su Palabra y en la oración, Cristo nos ha ayudado a llevar esta prueba cada día descansando en Él, y Él nos ha ayudado a ser sensibles en medio del dolor. Esto era parte de lo que Dios también tenía planeado para la gloria de Su Nombre dentro del llamado de nuestros hijos.
“Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes”, Deuterenomio 6: 6- 7.
4. He aprendido a decir que no
En medio de mi enfermedad, he aprendido a ser prudente y a decir no a aquellas cosas que sé que no podré manejar y así honrar a Dios a tarvés del cuidado de mi cuerpo. “¿O no saben a que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que está en ustedes, el cual tienen de Dios, y que ustedes no se pertenecen a sí mismos?”, 1 Corintios 6:19.
5. He aprendido a depender totalmente de Dios
En mi dificultad Dios me ha llevado a crecer en mi dependencia de Él y a vivir cada día reconociendo que separados de Él nada podemos hacer. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer”, Juan 15:5.
Y tú, ¿qué has aprendido en medio de tu enfermedad?
(Publicado originalmente en “Coalición por el Evangelio”)
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