El legalismo es más fácil, el Evangelio es mejor

En el invierno pasado estaba enojada. No solo por un momento, sino todos los días.

Cuando tenía que cargar a mis tres hijos en el auto para ir a la escuela yo les pedía a mis amigas estrategias para que mis hijos subieran al auto más rápido y respiraba profundo. Logre más tiempo para acomodar el exceso de abrigos, sombreros, guantes, bolsas y bocadillos en el coche; pero no importaba lo que intentará, no podía detener mis inesperadas explosiones de ira.

Yo estaba ocupada. Tenía metas de maternidad, de trabajo, de escritura y de matrimonio, intentando ser centrada e intencional. Así que compré un planificador, diseñé listas de trabajo y me puse en marcha; pero cada semana terminaba con la mitad de mis tareas pendientes, me sentía fracasada. No importaba cuánto lograba planear, la vida nunca se parecía a mi agenda planificada.

Leía mi Biblia fielmente, pero escuchaba poco; yo estudiaba las Escrituras para sentir el alivio de una tarea realizada en lugar de la alegría de una relación con Dios. Buscaba lo que podía aprender rápidamente en lugar de meditar en la palabra durante el día. Estaba estancada.

Estaba trabajando para mi salvación y viviendo por mi propio poder en lugar de confiar en mi relación con Dios. Así como Pablo cuestionó a los gálatas, me pregunté a mí misma: «Pero ahora que conocéis a Dios, o más bien, que sois conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis otra vez a las cosas débiles, inútiles y elementales, a las cuales deseáis volver a estar esclavizados de nuevo?» (4:9)

En términos generales, la gracia es más fácil. Es un regalo gratis. La gracia parece ser la opción obvia, pero el legalismo es en realidad aún más fácil que la gracia. El legalismo alimenta nuestro orgullo; la gracia requiere humildad. El legalismo no requiere arrepentimiento y mantiene el control sobre nuestras vidas. El legalismo solo requiere conocer a Dios en lugar de relacionarse con él. El legalismo mantiene el control. El legalismo es cómodo.

El legalismo es más fácil porque no requiere el acto humilde de arrepentimiento.

El arrepentimiento bíblico es un microcosmos del evangelio: admitir que no has cumplido con la ley de Dios, aceptar Su gracia y perdón comprados por la sangre de Jesús y apartarte de tu pecado por el poder del Espíritu Santo. Todos los pasos del arrepentimiento se llevan a cabo a través del poder de Dios en lugar del nuestro. Pero preferimos ser fuertes en lugar de débiles. Nos gusta levantarnos con nuestras botas y seguir avanzando en el camino de «ser básicamente buenas». El arrepentimiento nos recuerda que no podemos, pero que Dios puede.

El legalismo se siente fácil porque mantenemos el control sobre nuestras vidas.

Nos envolvemos en reglas como si fueran una manta en un mundo frío lleno de circunstancias inesperadas. Si podemos mantener nuestras reglas, pensamos que estamos bien. Si las personas guardan nuestras reglas, sabemos que podemos confiar en ellas. Si Dios juega dentro de nuestras reglas, estamos felices de tenerlo en nuestra vida y llamarlo bueno. Pero cuando nuestras reglas se ven amenazadas por circunstancias difíciles, tal vez un atasco de tráfico inesperado o un niño pequeño que se niega a ponerse los guantes en temperaturas bajo cero, la repentina falta de control nos envía a un torbellino de emociones. Cuando nuestras reglas y planes están en control, la vida se siente cómoda.

El legalismo es más fácil porque solo requiere que sepamos acerca de Dios en lugar de desarrollar una dependencia diaria y activa de Él.

El legalismo nos ofrece muchos de los beneficios del cristianismo como: una comunidad, aceptación e incluso la “gracia”, pero no llega a la verdadera salvación. Realmente no penetra en tu corazón y cambia tu vida. No acepta tu completa incapacidad y la gloria omnipresente de Dios. Siempre es más fácil saber acerca de alguien que caminar en una relación íntima con él. Es más fácil ser el biógrafo que ser el mejor amigo.

No estamos llamados a caminar en nuestro propio poder por nuestras propias reglas; Somos llamados a caminar por el Espíritu.

No somos llamadas a ser biógrafas de Dios; Estamos llamadas a ser sus hijas. No estamos llamadas a mantener el control, sino a confiar en el plan amable y soberano de Dios. No somos llamadas a arreglarnos a nosotras mismas, sino a arrepentirnos humildemente de nuestro pecado y recibir la gracia salvadora de Jesús y la obra de santificación del Espíritu Santo.

El evangelio es mejor

Puede que no sea más fácil aceptar la gracia ofrecida en el evangelio y caminar en una relación íntima con Dios; pero definitivamente es mejor. El legalismo es un remanente del antiguo pacto. Hebreos 8:6 nos dice: «Pero ahora Él ha obtenido un ministerio tanto mejor, por cuanto es también el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.»

La promesa del antiguo pacto era que mientras ellos continuaran en fiel obediencia a Dios, Él los bendeciría. (Heb. 8:9) pero la promesa del nuevo pacto nos dice que debido a que Jesús lava nuestros pecados y permanece como nuestra justicia perfecta, Dios ya no recordará nuestros pecados (v.12). Los pecados olvidados, el fruto de nuestro arrepentimiento por el evangelio; son siempre mejores que confiar en nuestra propia bondad insuficiente.

El evangelio no solo nos trajo el perdón completo y un pacto inquebrantable, sino también el don del Espíritu Santo. Cuando caminamos por el Espíritu, recibimos el desbordamiento natural del fruto del Espíritu y el don de la santificación. Cuando confiamos en Dios en lugar de confiar en nosotras mismas, sus propósitos se hacen realidad. Cuando estemos caminando en el Espíritu, no dejaremos de crecer en santidad y en obediencia.

Cuando confiamos en Dios, Él recibe toda la gloria. Mientras nuestros corazones orgullosos anhelan nuestra propia gloria, recordemos que la gloria de Dios siempre es mejor. Es el fin principal de nuestra vida es glorificar a Dios, y cuando cumplimos con este propósito, recibimos verdadera alegría y satisfacción.

Deja de intercambiar lo fácil por lo mejor

Cuando confiamos en nuestra propia bondad o habilidades para completar nuestra santificación, hemos intercambiado una relación con Dios que nos cambia la vida por un legalismo insuficiente. El legalismo puede ser más fácil, pero conduce a prisiones. La confianza en Dios siempre es mejor. Nos da el nuevo pacto, donde nuestra relación con Dios descansa completamente en la obra de Cristo. Nos da el Espíritu Santo, que nunca nos deja de crecer en santidad. Nos da un propósito santo, glorificando a Dios en lugar de a nosotras mismas. Pero lo más importante es que nos da a Dios mismo, y conocerlo íntimamente siempre es mejor.

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