Era una típica mañana. Las 6 a.m. llegaron demasiado rápido. Mis párpados estaban a medio abrir (o medio cerrados) y mi hija de dos años quien ama las mañanas, gritaba con valentía, “Mami, mami ¡Es el día de la coronación!”, (Si nos has visto la película Frozen, esta frase no te hará ningún sentido). Mi otra hija vivaracha, quien tiene “cuatro casi cumpliendo catorce”, vino dando saltos por el pasillo, también.
Pude tener unos breves momentos en la Palabra, garabateando algo en mi diario de oración con algunas interrupciones para llenar de nuevo los vasitos para sorber, limpiar las frutas desparramadas y redirigir a una de las niñas a sus habitaciones para su “tiempo fuera”. Luego yo también tuve mi tiempo fuera para tomar una ducha. Y el día comenzó…
¿Estoy hecha para esto?
A veces me pregunto si estoy hecha para “manejar” una casa. Me refiero a tenerlo todo controlado, no perfecto de ninguna manera, pero sí controlado. Ordenada y pacíficamente.
En mi mente, una casa bien manejada luciría como sigue:
Me levanto antes que los niños, así mantengo un paso adelante. Tengo mi tiempo de quietud, tomo café, pongo la lavadora, también tomar la ducha ya estaría marcada en la lista, estaría fresca y con entusiasmo, lista para iniciar el nuevo día y cocinar un delicioso desayuno para la familia, no solo la acostumbrada tostada. Luego, peinaría apropiadamente el pelo de mis hijas. Encontraríamos calcetines que hagan juego, con facilidad. No se nos olvidarían en casa los artículos necesarios para el día, como las bolsas con la merienda para la escuela, las toallitas y limpiadores de manos, etcétera. ¡Oh dulce calma!
Pero la realidad es que mi día típico no luce para nada como lo que acabo de describir. Es impredecible y frenético. No creo que esto sea exclusivo en mi vida ni para las mujeres de mi generación. Si Susanna Wesley necesitaba ponerse su delantal sobre la cabeza durante algunos momentos para tener tiempo de quietud en oración mientras sus hijos saltaban alrededor, entonces el caos no es un fenómeno modero en el hogar. No podemos negar que Susanna Wesley tenía 19 hijos… pero solo estoy divagando.
El hogar es un lugar para cuidar no para controlar
Pero he aprendido que un hogar no es el escenario que he construido en mi mente. Hay dos pasajes específicos en la Palabra que dirigen a las mujeres en cuanto al cuidado de su casa: 1ª Timoteo 5:14 y Tito 2:4-5.
En 1ª Timoteo se da un mandato directo a las jóvenes viudas (y a las esposas en general): que cuiden su casa. Tito 2:4-5 trata de cómo las mujeres mayores deben enseñar a las más jóvenes a amar a sus esposos, a amar a sus hijos, a cuidar sus casas, etcétera. Muchos tienen diferentes opiniones sobre estos versículos y me he tomado la libertad de explicar lo que significa “cuidar la casa”. Quiero ser prudente en no añadir a la Palabra debido a mi limitado conocimiento de lo que Pablo realmente quiso decir, sí sé esto: cuidar no es controlar.
La vida es impredecible. Cada día trae su propio paquete de retos y gozos. He aprendido que el hogar no es un lugar para controlar, sino para cuidarlo.
Las camisetas de mi esposo pueden estar planchadas y colgadas, pero ¿lo estoy tratando con amabilidad y respeto?
¿Puedo preparar para mis hijos el gran almuerzo del año, pero se sienten ellos valorados o solo como interrupciones en mi día?
Atesora tu familia
Estoy aprendiendo que el cuidado de la casa no es un desfile sino más bien como arar una siembra; un proceso que ocurre detrás del telón. Es duro, sucio y lento para mostrar el fruto de nuestro trabajo, pero valdrá la pena al final. Glorificar a Dios a través de amar a quienes están a nuestro cuidado es el corazón del cuidado del hogar, aunque a veces luzca desordenado o hayamos cometido errores. Creo que a esto se refería Pablo. No dirigimos a nuestra familia como piezas de ajedrez, sino que les servimos como regalos de Dios que son, los cuales debemos valorar y amar.
Así que, el día menos esperado verás la obra en progreso del cuidado de mi casa mientras cometo algunos errores por aquí o por allí. Como Elsa en Frozen diría, “Estoy aprendiendo a ‘dejar pasar’ ”. Esta etapa de mi vida, como todas las demás, es finita. Espero sacarle el mejor provecho tratando de no controlar todo. En su lugar, voy a encomendarlo a Aquel que está en control de todo. ¿Le confiarás tu hogar a Él hoy?
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