Reyna, aunque creció en un entorno cristiano, no recibió una instrucción específica sobre la feminidad bíblica. Así que, al ir creciendo, prestó más atención a las enseñanzas del sistema que continuamente le repetía que, «entre más cosas consigas y más logros tengas, puedes definir tu valor como mujer». Para lograrlo, parte de su lista era, «Yo nunca me voy a casar y no voy a tener hijos», porque consideraba que interferían con sus planes. Ella nos cuenta cómo se transforma su corazón, pues no sólo encuentra un hombre conforme al corazón de Dios que la motiva a cambiar sus planes, además encuentra la verdad que la lleva a encontrarse con la feminidad bíblica.
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