Lectura Bíblica: Lucas 1:26-38
Para María, el día transcurría de manera ordinaria, hasta que ocurrió este encuentro sobrenatural. Un ser celestial, enviado al mundo en el que habitaban los pecadores, anunció el cumplimiento de la promesa más antigua de toda la humanidad. ¡El tiempo había llegado! Dios había prometido que enviaría a un descendiente de la mujer, que aplastaría la cabeza del enemigo de Dios. Un Salvador que los liberaría de la opresión y la esclavitud del pecado.
Una promesa cumplida
Esta promesa de salvación dada en el Edén, hizo eco a lo largo del Antiguo Testamento. Muchos fueron los que, aguardando, pusieron su esperanza en su cumplimiento. Ese día, se desempolvó la promesa de Isaías:
«Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel» Isaías 7:14
María era esa virgen, que sin intervención humana concebiría a un hijo que traería a la humanidad de vuelta a Dios. Una joven con planes de matrimonio fue «interrumpida» para ser instrumento de un plan soberano planificado desde la eternidad. Su obediencia fue radical, sin reservas y digna de imitar, pero lo que revelan estos versículos trasciende la obediencia humana. Fue el objeto de su sumisión, lo que la llevó a rendirse por completo y a desafiar el costo de su llamado.
Las palabras del ángel anunciaron:
«Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» Lucas 1:31-33
Consideremos:
- Su naturaleza: Completamente Dios y completamente hombre. Dios concebido y encarnado en el vientre de una mujer. ¡No perdamos el asombro del milagro de la encarnación!
- Su nombre: Jesús, que significa «Jehová salva».
- Su trascendencia: Su grandeza sobrepasará toda magnificencia; será reconocido como el Hijo del Dios Altísimo.
- Su trono: Como descendiente de David, Él era el Mesías esperado que heredaría el trono y reinaría sobre su pueblo.
- Su reino: A diferencia de los reyes terrenales, el Suyo sería un reinado eterno, ¡no tendrá fin!
¿Cómo puede esto acontecerle a una mujer ordinaria? ¿Cómo el santo Hijo de Dios habitaría en el regazo de una mujer pecadora necesitada de salvación? La respuesta puede expresarse en la última declaración del ángel Gabriel: «Porque ninguna cosa será imposible para Dios». Dios ha hilado su plan de redención de manera que toda la gloria sea dada a Él. Y al contemplar su grandeza y nuestra bajeza, solo podemos caer rendidas a sus pies diciendo, como María, «he aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.»
Reflexiona
- Detente y observa el texto nuevamente. ¿Qué cosas te llaman la atención? ¿Cuál de todas las características dadas por el ángel te llena de asombro?
- A pesar de ser sólo una jóven adolescente, la obediencia de María tuvo repercusiones enormes para el reino de Dios. ¿Cómo te reta la obediencia de María a buscar utilizar tu feminidad para avanzar en el reino de Dios?
- ¿De qué manera puedes responder en obediencia radical a Dios hoy?
Ora
- Pídele a Dios que te llene de asombro ante Su carácter.
- Alaba a Dios por su inmerecida salvación.
- Pídele a Dios que te ayude a obedecerle a pesar del costo de Su llamado.
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