Lectura bíblica: Génesis 3:15
Ella llega al teatro a ver una obra del nacimiento de Jesús. Mientras apura el paso, se da cuenta de que perdió su boleta y no está muy segura de cuál es el nombre de la sala, así que abre una puerta y nota que ya el primer acto ha iniciado. Se sienta atrás, y ve que la escenografía está decorada como un jardín. Se pregunta, «¿será esta la sala correcta?» Se confunde aún más cuando descubre que se trata de la escena del Edén y los actores representan a Adán y a Eva. Luego le pregunta a la persona que está a su lado y ella le confirma que está en el lugar correcto. Intrigada, se acomoda en su asiento y se dispone a observar cómo el fruto prohibido puede conectarse con el pesebre.
Hoy iniciamos un recorrido por la historia del nacimiento de Jesús, pero lo haremos de una manera inusual. Viajaremos por la historia de la redención, así que vayamos hoy al principio, a Génesis, donde todo comenzó. ¡Te invito a que leas los primeros tres capítulos!
Dios culminó su asombrosa creación al formar al hombre y a la mujer. Ellos fueron colocados en su jardín, fueron provistos de todo lo que necesitaban y disfrutaban de una cercana y plena relación con su Creador y del uno con el otro. El gozo resplandecía en sus rostros y sus corazones rebosaban de satisfacción.
Hasta ese día…
Ese día en el que la luz se convirtió en oscuridad, la plenitud se transformó en pobreza, y la comunión se tornó en soledad. Aquellos que habían recibido todo de la mano de Dios, le deshonraron al no obedecer su mandato. La serpiente, el enemigo de Dios, les hizo dudar del carácter perfecto de su Creador, y ellos, a pesar de ver evidencias de su bondad en todas partes, decidieron abrazar la mentira que les hizo creer que ellos podían ser como Dios. Comieron del fruto que a sus ojos parecía dulce; una sola mordida bastó para experimentar la amargura que le produjo al alma, una amargura que sigue impregnada en todos los hijos de Adán.
Los pies que corrían con libertad a Dios, ahora se dirigían a un abismo de muerte. Nada, ni nadie, podía reparar tan horrible mal; ningún ser humano podría limpiarse de su maldad.
Hasta ese momento…
En un instante, Dios dejó brillar un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que reinaba en los corazones muertos. Adán y Eva recibieron las consecuencias de su pecado, y cuando Él se dirigió a su enemigo le dijo:
«Y pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar.» Génesis 3:15
Cuando el enemigo de Dios pensó que se había salido con la suya, Dios le declaró que a lo largo de la historia de la humanidad, habría enemistad entre él y los hijos de Eva y que de su simiente llegaría uno que aplastaría su cabeza. ¡Dios anunció que Él proveería la solución para el problema del pecado! Dios fue el primero que declaró la buena noticia del evangelio. Este Salvador prometido, había de venir de la simiente de la mujer, porque sería concebido por una virgen. Dios mismo, hecho hombre, vendría a reparar todo lo que el pecado había destruido.
«El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos.»Isaías 9:2
Si queremos apreciar la luz que irradió el nacimiento de Jesús, primero necesitamos considerar la oscuridad que reinó y que sigue reinando en el corazón del hombre. Al ponderar que el pecado nos dejó espiritualmente muertas y separadas de Dios, valoraremos la llegada de Emmanuel, Dios con nosotros.
Reflexiona
- ¿Reconoces que, como mujer igual que Eva, eres susceptible a creer las mentiras de Satanás y querer ser tu propio dios?
- ¿Cómo te anima la verdad de que Dios tomó la iniciativa de sacarte de la oscuridad del pecado a Su luz?
- ¿Qué tan consciente estás de los efectos del pecado en tu vida y de tu necesidad de salvación?
- ¿Cómo te lleva la fidelidad de Dios a lo largo de su historia redentora a alabarle?
Ora
- Agradece a Dios por tomar la iniciativa para salvarte.
- Pídele que te ayude a apreciar Su salvación y Sus misericordias de manera que vivas para rendir tu vida como un sacrificio vivo.
- Alaba a Dios por su victoria contra el pecado y por la libertad que se encuentra en Él.
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