Antes de quedar embarazada y posteriormente a mi alumbramiento, solo escuchaba hablar sobre la depresión postparto y para mí eso algo era muy distante, no lo consideraba como algo tan real. Me preguntaba a mí misma, “¿Cómo alguien que acaba de alumbrar una hermosa criatura puede estar depresiva? ¡Debería tener una felicidad desbordante!” Y puede ser que esté muy feliz por la llegada del nuevo bebé, pero hay circunstancias muy particulares que si no son manejadas sabiamente fácilmente nos roban el gozo. Hasta este punto ignoraba muchas cosas, ¡hasta que llegó mi turno!
Doy gracias al Señor que me permitió concebir, y traer al mundo a una hermosa niña y dentro de los parámetros médicos, aunque fue cesárea y con algunos que otros temores, fue un exitoso alumbramiento por Su gracia.
Puedo decir que no caí en lo llamado depresión posparto como tal, pero sí tuve días muy difíciles afectados por diversas circunstancias; sin embargo, pude hacer un alto a tiempo y no dar riendas sueltas a mis pensamientos si no quería ir al resbaladero para conocer lo que encontraría más adelante en la llamada depresión post parto. ¿Pensar? Si, pensar. Los pensamientos son claves en este proceso.
¿Y qué me puede llevar a pensar de tal manera que caiga en la depresión posparto?
- El cansancio, orquesta las condiciones ideales para que el razonamiento falle.
- La apariencia física, el ver en el espejo cómo ha quedado tu cuerpo.
- El dolor físico, ver el dolor presente como eterno.
- Mal formaciones, enfermedad, y fallecimiento de la criatura, el asumir toda la culpa de lo sucedido, creyendo que tenías toda la potestad para evitarlo y si en caso de tener alguna participación intencional en uno de estos hechos, negarte a recibir el perdón de Dios.
- Las condiciones económicas, pensar que no podrás suplir todas las necesidades y demandas del nuevo bebé.
- El apoyo de tu esposo, padres y familiares, la soledad inunda los pensamientos al no contar con el ánimo y la presencia de personas tan importantes que nos acompañen en esta etapa.
- La preparación, no te sientes capacitada para llevar esta etapa con éxito.
- Relación conyugal en crisis, el no contar con estabilidad y buena relación entre la pareja crea un ambiente de constante aflicción.
- El bebé es fruto de pecado, violación o simplemente no lo “planificaste”, estas razones pueden hacerte sentir inmunda y fracasada.
- El drástico cambio de vida, la agenda es totalmente trastornada con la presencia del nuevo bebé y nuestras rutinas se hacen mucho más difícil llevarlas a cabo
Podemos seguir sumando muchas más causas a esta lista que pudieran conducirte al desánimo y si meditamos en cada una de éstas, vemos razones de sobras por las que la depresión posparto pueda encontrar alguna cabida.
¿Por qué el Evangelio es vital en la depresión posparto?
Primeramente, el Evangelio es acerca de Cristo y de las buenas noticias que Él ofrece a pecadores al encontrarnos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:1). Una vez hemos aceptado Su evangelio hemos sido regeneradas (una nueva mente y corazón), y Sus Palabras afectan nuestras vidas diariamente, por cuanto todas nuestras circunstancias giran en torno a Cristo y deben estar sumergidas en Él.
Entonces, ¿Cómo el Evangelio puede afectar mi vida en estas circunstancias? En conocer que:
- No somos las únicas padeciendo de esta manera y es un proceso natural ideado por Dios (1 P. 5:9; Sal. 139:13, 16)
- No estamos solas. Él nos prometió que Su Espíritu Santo nos acompañaría todos los días de nuestra vida. (Jn. 14:16)
- Meditar acerca de Sus padecimientos por nosotras para darnos vida en Él. Esto nos ayudará a vivir agradecidas de nuestra condición y con la esperanza de que algún día todo será perfecto y reinaremos con Él. (2 Ti. 2:11-12a; Sal. 17:15; Ro. 8:18; He. 12:3-4; Is. 53:3–4)
- Anteponer el gozo al sufrimiento, sabiendo que traerá buenos frutos, si no desmayamos. (He. 12:2.; Is. 53:11a)
- Por cuanto Cristo me fortalece, podré superar cualquier situación en mi vida (Flp. 4:13)
- Dios nos formó y se acuerda de cuán frágiles somos (Sal. 103:14)
- Él está pronto para renovar y multiplicar nuestras fuerzas (Is. 40:29)
- Él es nuestro proveedor y sustentador (Mt. 6:25-34)
- Su poder se muestra a través de Su soberanía en nuestras vidas (Ro. 9:20-23)
- Cristo es la fuente de toda sabiduría y Él está en la mejor disposición de dárnosla en abundancia (Stg. 1:15)
- Su paternidad cubre nuestras más sensibles necesidades de afecto (Sal. 68:5; 27:10; Is. 54:5)
- Los quebrantos y aflicciones no son eternos, ampararnos debajo de Sus alas es nuestro mejor refugio (Sal. 57:1)
- Los hijos son un regalo de Dios. (Sal. 127:3)
Y a ti, amada lectora, ¿cuáles otros textos bíblicos y pensamientos llegaron a tu mente y corazón mientras atravesabas esta etapa? ¡Anímate a compartirlo con nosotras!
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