Jesús nació en un establo. Este no es el pintoresco y vistoso lugar que la imaginación creativa de los artistas se ha encargado de idealizar. No es tampoco el pórtico delicado y limpio que en algunos hogares se suele montar cuando se acerca la fecha en que se conmemora la entrada al mundo del Redentor. Un establo es el lugar destinado a encerrar el ganado; cuyos sinónimos se traducen como pocilga, porqueriza; donde no hay espacio limpio sino solo hediondez; que muchas ocasiones se usa para guardar lo inservible. Algunos aseveran que el establo en que nació Jesús estaba en una cueva. Era oscuro, por añadidura.
Allí nació Jesús, entre animales y los primeros que llegaron a adorarle fueron los que pastoreaban a las bestias.
No hay evidencia de que Su nacimiento fuera exactamente en el tiempo que en nuestra cultura se suele llamar “Noche Buena”. La presencia de los pastores parece más bien demostrar que ocurrió en la primavera. Pero de una u otra manera, año tras año la humanidad ha venido celebrando este evento en diciembre. Y muchos se postran enternecidos ante la estampa de un niño inocente a quien “aparentemente”, el mundo le negó el derecho de nacer dignamente.
Y la historia se cuenta y repite como una tradición y se le transmite a los niños, cuyas mentes, tiernas aún, se conmueven ante la narrativa que envuelve un matiz casi de tragedia. Porque el verdadero sentido de este hecho tan trascendental para la humanidad, por un lado no ha sabido ser interpretado, y por otro se ha desnaturalizado.
¿No es acaso el mundo que nos rodea una porqueriza? ¿No actúa el hombre muchas veces como las bestias?... cuando analizamos nuestro entorno, hay ocasiones en que quisiéramos taparnos la nariz para no percibir el hedor, quisiéramos taparnos los ojos para no ver tanta maldad e inmundicia. ¡Cuánto se parece el mundo a aquel lugar tosco y hediondo en que nació Jesús! ¿No serán acaso las bestias mejores que los hombres?... De ellas nunca dijo El Señor “No hay uno bueno, no hay ni siquiera uno” (Rom.3:12).
El lugar más sucio del mundo fue la primera habitación del Único hombre puro entre los nacidos de mujer. Y no fue por casualidad que el Hijo de Dios, el Dios mismo Encarnado, el Rey del Universo, escogiera un lugar como ese para hacer su entrada a la Tierra, porque en el en el proyecto de Dios todo tiene un propósito.
El mensaje del Establo puede traducirse de varias maneras, pero hay algo claro: El eligió a los sencillos; y de éstos, a los mansos; y eligió nacer entre los que se dejaban pastorear.
Este es un mensaje transformador. Jesús no rechaza lo sucio porque sabe que El puede limpiarlo; no rechaza la oscuridad porque El brilla con luz propia en medio de ella. No rechaza lo inservible porque El puede darle sentido y propósito a una vida aunque haya sido destruida; no rechaza a los guardianes del rebaño que eran los rechazados entre los grandes, porque eran los más humildes, y en la humildad está la verdadera grandeza del corazón.
Este mensaje podría ser el sumario de las enseñanzas de Jesús. Bienaventurados aquellos que al reflexionar sobre este hecho sean capaces de inclinarse ante la grandeza del Dios Hijo que no escatimó sacrificio alguno para mostrarnos al Dios Padre en Su verdadera naturaleza.
Bienaventurados los que se atrevan a inclinarse para entrar a la cueva y adorar, porque de ese modo podrán encontrarse con el Único que puede transformar su vida.
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