Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Colosenses 3: 2-3)
Hace poco una amiga compartió conmigo esta carta cuando le dije que como mamá me veo muy tentada a compararme con otras. Ella la había escrito para otra amiga cercana que estaba a punto de ser mamá por primera vez. Me fue de tanta bendición que le pedí permiso para traducirla y compartirla por este medio.
“Mi querida amiga, he pensado en el mejor consejo que te puedo dar, y esto es lo que quiero decirte:
¡NO TE COMPARES CON OTRAS! No sé cómo decirlo—pero será difícil. Compararnos con otras mamás nos duele más que noches sin dormida, niños de mal humor, vómitos, y comida en las paredes. Leí en el blog de una amiga: “La comparación nos roba el gozo”. Si no tienes cuidado, la comparación te chupará el gozo de tus días como mamá.
Sabrás que la comparación entra a tu corazón porque responderás de una de tres maneras: ira, desaliento u orgullo. Terminarás de leer algo en un blog, facebook o de hablar con una amiga, y estarás desanimada y tratarás de implementar un nuevo plan para llenar un estándar muy alto. O te sentirás muy bien contigo misma y pensarás que eres superior a aquella mamá que no puede cocinar o hacer manualidades tan bien como tú.
Quizás estás en la casa de una amiga y su baño está perfectamente limpio, todo parece estar perfectamente organizado y te sientes un fracaso porque en lugar de limpiar la casa ayer, viste un programa en la televisión, dormiste una siesta, y preparaste una cena fácil. Quizás te está yendo muy bien con tu hija en el supermercado, y escuchas a otra mamá hablarle a su hija con impaciencia y piensas: “No puedo creer que ella le dijo eso. Yo nunca le hablaría así a mi hija”.
Esta guerra se libra en nuestros corazones porque hemos puesto a otras mamás y a Pinterest como nuestro estándar. Hemos permitido que cosas (buenas) terrenales sean EL estándar y de repente olvidamos dónde está nuestra verdadera identidad. Nos olvidamos que somos hijas de Dios. Nos olvidamos que con la única persona que podemos compararnos es con Cristo y que al hacer eso vamos a quedar cortas.
Pero, ¿ sabes qué? No tienes que caer en autocompasión y enfocarte en ti misma pues tienes la justicia de Cristo y Su gracia. Su perdón abunda y da vida ahora y para siempre. Puedes enfocarte en ser una madre fiel y dejar que todas las preferencias caigan en su lugar en la medida que aprendes y creces. Puedes perdonar, entender y tener compasión de otras mamás que están luchando y respetarlas cuando ellas prefieran algo diferente a lo que tú prefieres.
No me malinterpretes. Aprender de otras mamás y seguir ejemplos piadosos es muy bueno. Así que cuando veas algo digno de admirar y la comparación entre a tu corazón, celebra con la otra hermana por su talento y piensa si es una sabia decisión para tu familia. Cuando veas a otra mamá teniendo un momento difícil, saca la viga de tu ojo, admite tus propias debilidades y luchas, anímala en Cristo, confronta si es necesario y siempre ora por ella y por ti misma. Y si caes en la comparación, confiesa tu pecado y descansa porque también encuentras gracia en Cristo para esto.”
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