El carácter de Dios frente al terrorismo

Por: Jeanne Harrison

¿Hasta cuándo los impíos, Señor

hasta cuándo los impíos se regocijarán? Salmo 94:3

Unos domingos atrás, Estados Unidos se despertó con la noticia de un acto de terrorismo sin precedentes.  49 personas murieron producto de los disparos en un club nocturno LGBT en Orlando, Florida, con docenas de heridos, en el tiroteo masivo con mayor número de víctimas en la historia estadounidense.   Antes de caer a manos de la policía, el atacante llamó al 911 para jurar lealtad a EI (ISIS por sus siglas en inglés).

Lo único que mi corazón podía hacer era clamar ‘¿hasta cuándo?’ ¿Hasta cuándo Señor escucharemos reportes de matanzas en las escuelas, iglesias, clubes nocturnos, restaurantes, recintos universitarios . . .? como maestra, recuerdo sesiones de entrenamiento donde se nos enseñaba el protocolo a seguir en caso de tiroteo masivo. Recuerdo haber enseñado a mis dulces, ojos atentos, estudiantes de 11 años, exactamente qué hacer en caso de un “cierre”. Y mientras lo practicábamos, no podía dejar de preguntarme ¿en qué clase de mundo vivimos?

Mi tendencia natural siempre ha sido responder al terrorismo con terror. No lo puedo entender, ni contener, ni controlar. No puedo proteger a mis seres queridos. La maldad es tan masiva, lucho para pensar teológicamente al respecto. ¿Dónde “encaja” esta horrible pieza del rompecabezas en mi entendimiento de Dios?

Mientras tenía mi tiempo de quietud con el Señor esta mañana, llegué a la conclusión de que el terrorismo nos da un atisbo justo de la naturaleza opuesta a la de Dios. Ahí está nuestra esperanza.  En medio de la tragedia, nuestro consuelo más seguro viene de fijar nuestros ojos en Dios mismo. La Biblia nos muestra múltiples atributos de Dios que difieren totalmente de la maldad del terrorismo.

El Dios de Justicia

La única cosa más atemorizante que el terrorismo es librar una batalla con el propio Todopoderoso. Hebreos 10:30-31 nos dice:

Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo pagaré. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo!

El terrorismo no es simplemente un ataque a una ideología, raza, orientación sexual o política. Es un ataque al Dios vivo que creó la humanidad a Su misma hermosa imagen. Al igual que Satanás, el terrorismo grita, “… me haré semejante al Altísimo.” (Is. 14:14)

Presume del derecho de disponer de una vida. Pero la Biblia dice que no debemos temer a aquellos que pueden matar el cuerpo sino más bien al Creador que puede destruir tanto el alma como el cuerpo (Mt. 10:28) Escucha cómo lo dice el profeta Isaías:

Al Señor de los ejércitos es a quien debéis tener por santo. Sea Él vuestro temor,
y sea Él vuestro terror. Entonces El vendrá a ser santuario (Is. 8:13-14).

Temer solo a Dios es una señal de reverencia y adoración. Reconoce que Él es más poderoso que cualquier enemigo. Cuando temblamos ante Su santidad, no temblaremos delante de nada más. Él será nuestro santuario.

El Dios compasivo

El amor compasivo de Dios por la humanidad es otro de Sus atributos que directamente se opone a la cruel brutalidad de los crímenes de odio. De forma repetida en los Evangelios encontramos a Jesús expresando emociones profundas, cuando lloró por Lázaro (Juan 11), cuando su corazón se dirigió a la viuda que había perdido su único hijo (Lucas 7:11-15) cuando habla a Jerusalén con amor maternal (Mt. 23:37), cuando es sobrecogido por compasión por las multitudes que van como ovejas sin Pastor (Mt. 9:35-38).

Adoramos a un Dios que siente con nosotras y por nosotras. Al final, en Su muerte en la cruz vemos la unión perfecta de la justicia de Dios y Su compasión. En Su santidad, él demandaba un castigo por el pecado, y en Su Misericordia Él Mismo recibió el castigo. ¡Nunca cuestionemos el carácter de Dios frente a la maldad!

No hagamos preguntas tales como, ¿"Cómo puede un Dios Justo permitir esto?" Dios ha probado eternamente que Él es Justo y Misericordioso. Así como Ana derramó su alma ante Dios en gran angustia y dolor (1 S. 1:12-16) también ¡nosotras podemos derramar nuestras emociones ante nuestro Padre Celestial! Pero hagámoslo con reverencia, reconociendo que, si Él removiera Su gracia de nuestras vidas aun por un instante, seríamos destruidas.

El Dios de restauración

Si bien la injusticia y falta de compasión del terrorismo son serias, su atributo más alarmante es su habilidad de destruir. Devasta generaciones en segundos. Escribe la historia. Pero en Isaías 43:16-17 Dios nos recuerda que Él, también, tiene la habilidad de devastar generaciones y de escribir la historia:

Así dice el Señor, que abre camino en el mar y sendero en las aguas impetuosas; el que hace salir carro y caballo, ejército y fuerza (a una se echarán y no se levantarán, como pabilo han sido apagados y extinguidos).

¿Reconoces el evento que Dios describe a través del profeta Isaías? Cuando Dios abrió el Mar Rojo y liberó a Israel al destruir el ejército egipcio completo. Diferente a la destrucción del terrorismo, que siempre tiene su raíz en el mal, cuando Dios trae destrucción es con el propósito de hacer justicia y de redención. Veamos justamente los versículos que siguen,

“No recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del pasado. He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís? Aun en los desiertos haré camino y ríos en el yermo." (vv. 18–19).

Tal como Dios tiene la habilidad de juzgar el mal y destruirlo, Él tiene la habilidad de restaurar lo que ha sido devastado. Él trae esperanza y avivamiento a los desiertos de nuestra vida. Hablando proféticamente de Jesús, más Adelante Isaías escribe:

El Espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas a los afligidos; me ha enviado para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y liberación a los prisioneros; … para consolar a todos los que lloran, para conceder que a los que lloran en Sion se les dé diadema en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza en vez de espíritu abatido (61:1–3).

¡Ése es nuestro Dios! Supremamente fuerte, impecablemente puro, amoroso sin límites. Es seguro que como el salmista declaró, podemos "Confiad en Él en todo tiempo, oh pueblo;
derramad vuestro corazón delante de Él; Dios es nuestro refugio" (Sal. 62:8).

En la medida en que luchamos con este acto desmedido de violencia, anclémonos en la justicia de Dios, el Dios compasivo y Dios de restauración. A cualquiera de las personas que lean este artículo y que hayan perdido algún ser querido en Orlando, no hay palabras para expresar nuestro dolor. Les amamos, lloramos con ustedes, y como cuerpo de Cristo oramos por ustedes.

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