El pecado duele. Creo que muchas de nosotras hemos experimentado este dolor al ver las consecuencias de nuestro propio pecado. Ya sea que lo hayamos reconocido o no, las consecuencias siempre nos alcanzan. Puede que sea inmediatamente o es posible que pasen meses o años, pero siempre hay consecuencias. El pecado hiere, lastima y duele.
Sin embargo, ¿alguna vez te has puesto a pensar que tu pecado no solo te afecta a ti sino también a otros?
Cuando cometemos un pecado que involucra a otras personas, intencionalmente o no, dañamos a otros por culpa de nuestra necedad y pecaminosidad. Las consecuencias de nuestro pecado no solo nos dañan a nosotras mismas, pueden dañar a nuestra familia, amigos, ¡puede llegar hasta dividir una iglesia!
Amiga, antes que nada, quiero recordarte que Cristo ya pagó y perdonó tu pecado. Eso tan doloroso y vergonzoso que pudiste haber hecho a escondidas o en público, Cristo ya lo venció (1 Corintios 15:3).
Y si el Señor en Su misericordia, amor y bondad ha hablado a tu corazón por medio de Su Espíritu, te ha mostrado tu pecado y te ha dado la gracia de venir a Él en arrepentimiento, ¡gloria a Él! ¡Ya has sido perdonada! (1 Juan 1:9).
Daño colateral
Tristemente hay una herida en esa relación, esa amistad, tu matrimonio, el ministerio, tu familia, tus hijos, o quien sea que estuviese involucrado, ya ha sido afectado. Y aun cuando el Señor ya perdonó tu pecado y está haciendo Su obra en ti con amor, sanando y restaurando aquella herida en tu corazón, la herida en aquellos a tu alrededor no desaparece de un momento para otro.
Tendemos a pensar que después que pasa un poco de tiempo luego de esa lucha contra nuestro propio pecado (al arrepentirme y pedir perdón al Señor), todo vuelve a la normalidad. Pero no es así.
Tal vez has escuchado este término: daño colateral. Este se utiliza para referirse a las muertes, heridos y daños no intencionados que se producen como resultado de una operación militar.
Pasa lo mismo con nuestro pecado. Existe un daño, una herida; mi pecado, mis decisiones y actitudes necias y egoístas afectaron y dañaron a aquellos a mi alrededor, y ellos también están lastimados.
La restauración
Dios tiene el poder para restaurar el corazón más lastimado y dañado que pueda existir. Y así como tiene poder para restaurarte a ti, Él tiene poder para restaurar a aquellos a quienes lastimamos.
Entonces, ¿qué debemos hacer nosotras? ¿Cómo podemos involucrarnos en este proceso?
Primero que nada, nuestro deber como hijas de Dios arrepentidas es dar frutos de arrepentimiento (Mateo 3:8). Nuestra vida debe dar evidencia a otros de que hemos dado un «giro en U» de esa práctica pecaminosa en la que estábamos. Ahora bien, el apóstol Pedro nos deja también una lista muy útil de maneras en las que podemos involucrarnos intencionalmente en la restauración de aquellas personas que fueron dañadas al paso de nuestro pecado.
Amor
«Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados». 1 Pedro 4:8
Cuando creemos firmemente que el amor no tiene nada que ver con una emoción ni un sentimiento, sino con una decisión de buscar el bien del otro, un trato sacrificial, entonces el Señor puede ayudarnos a que, mediante ese amor, se cubran los pecados y haya restauración.
Hospitalidad
«Sean hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones». -1 Pedro 4:9
La hospitalidad (según el diccionario) se refiere a ser amables y atentos, recibiendo y acogiendo a aquella persona, en nuestro hogar.
Si te encuentras en la situación en la que has recibido el daño colateral del pecado de otro, es posible que te sea difícil practicar la hospitalidad y no quejarte con otras personas sobre lo que te ha sucedido. Pero al hacer esto estás dando un gran paso hacia la restauración, no solo para la relación entre tú y la persona que te hirió, sino también para la restauración de tu propio corazón lastimado.
Es importante que al hacer esto, lo sucedido quede atrás y no sea mencionado ni traído a conversación, que no haya murmuración, de tal manera que no se vuelva a abrir la herida.
Servicio
«Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios». -1 Pedro 4:10
Servir a la persona afectada es una gran muestra de que estamos siendo intencionales en restaurar. Busca cómo puedes servir a esa persona que lastimaste. Ora por su corazón y que el Señor te dé gracia para poder servir con una actitud de arrepentimiento genuino.
Si tú has sido lastimada, piensa que la persona causante también está lastimada, su pecado también le afectó y puede que aún esté herida o batallando con el arrepentimiento. Puedes buscar también servirle en amor de alguna manera, sin esperar recibir algo a cambio.
Para que en TODO Dios sea glorificado
«El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén». -1 Pedro 4:11
Dios también se glorifica en nuestro pecado, eso no quiere decir que a Dios le agrade que pequemos, pero aún en estas circunstancias Él se glorifica porque nos muestra quién es Él; nos muestra su perdón en Cristo, nos restaura y nos da la fortaleza que solo Él puede traer a nuestras vidas.
Puede que esta lista sea difícil de hacer, para mí lo es, y créeme yo misma aún necesito mucha valentía, intencionalidad y fuerza para hacerlo. Pero Dios promete ayudarnos porque esto es lo que Él quiere y pide de nosotras: Glorificarle en TODO mediante Jesucristo.
Hoy puedes ponerte a cuentas con el Señor junto conmigo y decirle: Señor, perdona mi pecado, solo Tú puedes restaurar los daños causados por mi necedad y mi egoísmo. Señor, hemos causado tanto daño, tal vez un daño irreversible. Pero tú eres el Dios de la restauración, tú eres YHWH- Rapha, eres Dios nuestro sanador. Solo en Ti tenemos esta esperanza, Tú puedes sanar nuestros corazones dolidos y dañados, solo Tú puedes levantar muros desde las cenizas, solo Tú puedes reponer y restaurar los daños colaterales que hemos causado. Oh Señor restaura aquellos corazones y pon en los nuestros el deseo de restaurar aquello que hemos dañado. En el nombre de Tu Hijo amado, Amén.
Una vez que derramamos nuestro corazón al Señor, es hora de levantar las manos caídas y las rodillas paralizadas, enderecemos el camino, sigamos la paz con todos y la santidad que demanda el Señor (Hebreos 12:12-14).
Pregúntate hoy: ¿Qué actos de amor puedes ser intencional en mostrar para dar un paso a la restauración?
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación