1ª Corintios 10:31 “Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”
Cada decisión que hacemos tiene un aspecto espiritual, aun las más triviales. Pablo nos recuerda en 1ª de Corintios que debemos hacer todo con el propósito de glorificar a Cristo.
Como mujeres, muchas veces vemos la hospitalidad con ese propósito, pero no así el acto de comer. Podemos preparar una comida favorita para que los hijos o el esposo sientan el amor de Dios a través de nuestro amor y sacrificio, o invitar a otras personas a la casa para compartir lo que el Señor está haciendo; sin embargo, pocas veces hemos considerado el acto de comer como algo espiritual.
Juan Calvino dijo que nuestros corazones son fábricas de ídolos y la realidad es que somos capaces de hacer ídolos de cualquier cosa, aun aquellas más básicas, como la comida. Los alimentos son una necesidad de la vida, pero Dios, en Su bondad y gracia, nos creó de forma tal que el simple hecho de llenar esa necesidad nos provoque placer, y esa es la misma razón por la que muchos distorsionan el propósito y lo convierten en un ídolo.
Dios nos regaló el placer de la comida porque quiere darnos una vida en abundancia y nosotras convertimos el regalo en un pecado por el mal uso del mismo.
Biológicamente el cerebro está dividido en diferentes áreas que dirigen las funciones del cuerpo. Por ejemplo, el área donde solucionamos problemas de matemática no es la misma del lenguaje. Cada función usa diferentes porciones cerebrales y el área de comer se encuentra en la del placer; que es la misma que funciona para el acto sexual y el consumo de drogas.
Estas funciones ocurren por neurotransmisores, proteínas envueltas en el estímulo específico de cada área, y de éstas, dos son utilizadas para el disfrute de la alimentación, una es la serotonina que estimula el área que da paz y la dopamina, en el área que da placer. Ambas proteínas son estimuladas por ciertas comidas. Obviamente el acto de comer no es un pecado, pero el mal uso de la comida con el propósito de llenar necesidades que solo Dios debe llenar, sí lo es.
La diferencia entre el acto de comer y los demás actos placenteros es que no podemos evitar comer, pero sí podemos hacerlo con el alcohol, las drogas o el fumar. Por tanto, es necesario aprender a controlarnos y para esto debemos identificar la razón por la que idolatramos la comida. ¿Cuándo ocurre que un regalo de Dios como la comida se convierte en pecado? Si el amor por el regalo aumenta de tal forma que es mayor que el amor que sentimos por el Dador del regalo: ¡Dios!
1ª Timoteo 6:6 nos dice que “la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento”. Cuando estamos contentas en Dios, Él es nuestro gran amor y todo lo que hacemos incluyendo comer, ¡solo busca glorificarlo! Sin embargo, cuando no estamos contentas en Él, buscamos cualquier otra cosa inferior para llenar el vacío que experimentamos. Este anhelo profundo de nuestro corazón fue colocado allí por Dios con el propósito de buscarle y llenarnos con Él. Cualquier ídolo solo puede llenarlo parcialmente, llevándonos a la esclavitud en la constante búsqueda de sentirnos completas. Dios es el Único que nos puede llenar totalmente y producir contentamiento porque Su deseo es nuestro bien (Jeremías 29:11).
Cuando Él es nuestro primer amor entonces podemos decir como Pablo en Filipenses 4:11 “No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación”. Pablo sigue diciendo en los versículos 12-13 y también lo confirma en Filipenses 3:8 que el secreto de vivir así es colocar a Cristo en Su trono.
La alimentación no está limitada al cuerpo, y si la comida se convierte en un ídolo, la esclavitud que produce causa sufrimiento en la mente y en el espíritu. Cuando Dios está en el trono, la alimentación de los tres aspectos -cuerpo, mente y espíritu- se encuentra alineada y el sustento es integral. Dios y no la comida es el Único suficientemente grande para llenar los tres aspectos.
La razón por la que comemos es porque tenemos hambre; sin embargo, cuando la comida es nuestro ídolo, comemos por muchas razones diferentes como la ansiedad, el gusto, la soledad, la depresión, el temor, la frustración, la tensión y aunque nos sentimos mejor al comer, desafortunadamente esa sensación dura poco tiempo y luego surgirán emociones como la culpa, la vergüenza, el sentirnos inferiores, que no merecemos amor, el rechazo de sí misma, sentirnos con poco valor o indignas, pensamientos auto-destructivos, sentirnos no amadas y luego aislarnos.
Cuando la comida es un mecanismo para manejar las emociones, el resultado es la esclavitud porque solamente Dios puede hacerlo de una forma santa y duradera.
John Piper nos enseña cuatros pasos para entender si la comida es nuestro ídolo:
-1-Cuando somos indiferentes a los efectos dañinos que la comida tiene sobre el templo del Espíritu Santo, que es nuestro cuerpo.
-2-Nuestra indiferencia ante la falta de sabiduría en gastar el dinero de Dios en comidas equivocadas.
-3-Usar la comida como un escape para nuestras emociones o dolores. Y,
-4-Dejamos de disfrutar la comida como una forma de disfrutar a Dios. En lugar de experimentar la bondad de Dios a través de la comida, y reemplazamos la bondad de Dios por la bondad de la comida.
Sabemos que “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio” (Jeremías 17:9) entonces cada una de nosotras necesitamos evaluar nuestros corazones. La comida nos sirve para glorificar a Jesús o estamos en esclavitud, sirviendo a la comida como a un ídolo. Cuando la comida es nuestro ídolo, no podemos tener cercanía con Jesús porque Él rehúsa compartir Su trono con otro, pues sabe que cualquier otra cosa en el trono nos destruirá.
Debido a que somos fábricas de ídolos, hay otros ídolos relacionados con la comida como el ídolo de la ‘comida saludable’ y el ídolo de mantenerse con un ‘buen cuerpo’ o buena figura. Todos los ídolos nos llevan al mismo sitio…la esclavitud.
Si no mantenemos el ídolo bajo control, podemos llegar al punto de tener un trastorno de la alimentación como la bulimia o la anorexia nervosa. Estos son los extremos de la esclavitud, pero hay muchas personas que, aunque no llegan a este extremo, viven vidas pobres, no disfrutando la vida abundante que nuestro Señor quiere regalarnos.
¿Qué podemos hacer entonces para quitar los ídolos?
-1-Es necesario identificar y rechazar las mentiras que creemos (2ª Corintios 10:5).
-2-Destapar los ídolos de nuestros corazones, y reemplazar las mentiras con la verdad (Filipenses 4:8). Este reemplazo toma tiempo. Tendremos caídas y esto requiere pedir perdón a Dios y comenzar de nuevo. Con el tiempo tendremos menos caídas porque Jesús mismo se manifestará a nosotras (Juan 14:21).
Cuando el gozo de servir al Señor reemplaza la esclavitud en que vivíamos, será más fácil reconocerla y seguir en obediencia. Somos nuevas criaturas en Cristo (2ª Corintios 5:17).
Recordemos siempre que Dios es fiel (Lamentaciones 3:22-23) y Él nos ayudará a desechar estos ídolos.
Quiero terminar con una promesa dada a todos los cristianos en 1ª Tesalonicenses 5:23 “Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
Bendiciones,
Cathy Scheraldi de Núñez
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