Durante mi embarazo escribí un post (El dolor se convertirá en gozo) usando casi los mismos textos bíblicos que usaré en esta oportunidad. Ahora vuelvo a meditar en lo mismo, luego de 18 meses de haber experimentado un parto natural y con un bebé debajo de la mesa jugando con mis pies.
Revisemos juntas el siguiente texto:
“Dentro de poco ya no me verán (Jesús); pero un poco después volverán a verme. La mujer que está por dar a luz siente dolores porque ha llegado su momento, pero en cuanto nace la criatura se olvida de su angustia por la alegría de haber traído al mundo un nuevo ser. Lo mismo les pasa a ustedes: Ahora están tristes, pero cuando vuelva a verlos (Jesús) se alegrarán, y nadie les va a quitar esa alegría”. Jn 16:16,21-22 (NVI). Énfasis añadido.
Lo anterior hace parte de las últimas palabras que nuestro Señor Jesucristo les compartió a Sus amados discípulos cuando ya se acercaba la hora en que él los dejaría (Capítulos 18, 19 y 20 del Evangelio de Juan) y volvería a Su Padre (Jn 16:5 y 10).
En estos textos podemos darnos cuenta de que Jesucristo usa el dolor que padece una mujer en trabajo de parto y lo compara con el dolor que sentirían Sus discípulos al separarse de Él, es decir al perder esa comunión que comenzó con ellos desde el día que los escogió, también nos habla del consuelo después del dolor, el gozo que se produciría en el corazón de los discípulos cuando Él regresara a verlos. Esto deja demasiadas enseñanzas y es una evidencia más que nuestro Señor conoce perfectamente el dolor que en este mundo caído debemos soportar y que también se compadece de nosotros al ofrecerse a sí mismo como nuestra esperanza en medio de toda aflicción.
El “por qué” y el “pero” del dolor
El día de mi parto fui acompañada hasta la clínica por una de mis hermanas. Llegó el tiempo de pasar a la sala de partos, ahí iba yo “sola” en medio de desconocidos que trataban de atenderme lo mejor que podían. Recuerdo que el dolor iba en aumento a medida que avanzaba el tiempo porque se acercaba la hora (11:55 a.m.) y yo con desespero gritaba por ayuda (¡literal!). La ayuda la recibí indudablemente de parte de Dios, experimentando el dolor en su máxima expresión hasta el momento en que mi bebé salió. Pero luego, inmediatamente como algo increíble y difícil de explicar, sentí un gran alivio, sentí paz, alegría. Ya todo el dolor era parte del pasado.
¿Por qué?
Porque Jesucristo se separaría por un tiempo de ellos (los 3 días mientras estuvo en la tumba). Por lo tanto, había llegado el momento de que ellos experimentarían un dolor tan fuerte como el dolor de un parto.
Jesús estaba preparando el corazón de Sus discípulos al comunicarles previamente que sentirían el mismo dolor que siente una mujer en trabajo de parto cuando Él se separara de ellos.
Pero…
Cuando regresara el Señor Jesús a verlos, se alegrarían, y nadie les iba a quitar esa alegría. Así como nada ni nadie puede quitar la alegría de una madre cuando nace su bebé. Ni el dolor de los puntos luego del efecto de la anestesia. Ni el dolor que trae la lactancia materna. Ni el dolor que trae enterarnos que nuestros bebés deben permanecer mucho más tiempo de lo esperado en la clínica o cuando nos enteramos que debe lidiar con alguna enfermedad por el resto de su vida.
Jesús les dio ánimo a Sus discípulos al contarles que la victoria sobre el dolor y la muerte ya era de Él. Vencería a la muerte al levantarse de la tumba al tercer día, los volvería a ver y ellos olvidarían todo el dolor y aflicción que sintieron durante esos largos 3 días. Al igual que una madre cuando ve a su hermoso bebé por primera vez, todo el dolor que sufrieron en el parto queda atrás.
La duración del dolor
Si me lees hasta aquí y nunca has dado a luz, podrías estar confundida y pensar en que habías entendido que el dolor de una madre acaba del todo al ver a su bebé, pero que notas que escribo acerca de otros dolores que una madre puede sufrir luego de verlo. Y sí es cierto, el dolor y las aflicciones nunca acaban para una madre mientras estemos en este mundo caído.
Así como el dolor no acabó del todo para los discípulos al ver a Jesucristo levantado 3 días después (las Escrituras dan testimonio de eso), tampoco acaba para una madre, ni para todos los creyentes mientras estemos como peregrinos de este lado de la eternidad.
La gran esperanza del dolor
Entonces ¿Qué hace la diferencia? ¿Cuál es la esperanza? Es nuestra comunión (relación) con Jesucristo.
Jesucristo no les prometió a sus discípulos ausencia de dolor, Él les aseguró Su victoria en la cruz y su compañía por siempre a través de Su Santo Espíritu.
“En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo”. Jn 16:33 (NVI).
“Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré de parte del Padre…” Jn 15:26 (NVI).
Lo dulce en medio del dolor que sufrirían los discípulos por causa del evangelio se basaba en el gozo de haber recuperado esa comunión con su Señor, la que pensaron que habían perdido cuando Él fue crucificado.
Es así igual para nosotros, todos los días estaremos expuestos a sentir cualquier tipo de dolor. Pero la seguridad que nos da la cruz, nos debe hacer estar confiados de que Jesucristo está con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Lo dulce del dolor de un parto no está en la ausencia del dolor, (¡es inevitable el dolor!) sino en la esperanza de saborear dulzura cuando veamos al bebé. Lo dulce del dolor que sentimos no está en la ausencia del dolor, sino en la certeza de nuestra unión con Cristo.
El dolor nunca será dulce mientras lo estemos sintiendo, pero como creyentes estamos llamados a resistir con la mirada puesta en Jesús por el gozo que ya tenemos y el que nos espera.
Lo dulce del dolor no está en la ausencia de él, sino en la certeza de que caminamos sujetadas de las manos de Jesús, quién es nuestro gozo. En la certeza de que recibiremos el consuelo del Espíritu Santo y la convicción de que nuestro Padre soberano tiene el control de todo.
Si estás experimentando un fuerte dolor y no tienes una relación con Cristo. Hoy tienes la oportunidad de acercarte a Él en arrepentimiento por tus pecados, cree en Su obra en la cruz (1 Co 15:3-4) y disfruta de Su compañía y consuelo en medio del dolor hasta que Él vuelva.
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