«Y dada la extraordinaria grandeza de las revelaciones, por esta razón, para impedir que me enalteciera, me fue dada una espina en la carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca». -2 Corintios 12:7
En el versículo que nos ocupa, Pablo habla del sufrimiento que consideraba como una espina en la carne. Luego de haber sido llevado al tercer cielo, el Señor mandó un mensajero de Satanás para mantenerlo humilde. Me pregunto si nosotras, que no hemos experimentado algo tan grandioso, tenemos otro tipo de espina en la carne; no necesariamente un ser espiritual, sino una enseñanza diabólica con la que luchamos usada por Dios para mantenernos humildes.
¿Cuál era la espina en la carne de Pablo? La respuesta no está clara. Muchos piensan que era una enfermedad, otros piensan que era una debilidad, para otros, una tentación con la cual luchaba; y aun otros piensan que eran los maltratos que recibió por sus prédicas, para que los oyentes no lo exaltaran. La palabra griega en este texto para mensajero es «angelos», usada más de 80 veces en la Biblia, y siempre para describir a un ser espiritual.
Sabemos que esto proviene de Dios, porque le fue dado para evitar que se enalteciera, y esto solamente Él lo hubiese querido. En su comentario, Matthew Henry explica que se trataba de un mensajero de Satanás para hacerle mal, pero Dios lo diseñó para usarlo para bien.
En los versículos 8-10de este mismo texto leemos:«Acerca de esto, tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí.Y Él me ha dicho: “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí.Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte». Aquí podemos apreciar que aparentemente esta espina lo mantenía débil. El mensajero lo abofeteaba con sus debilidades, o posiblemente con sus incapacidades.
Una espina es pequeña pero muy molesta; algo que irrita pero no mata. Muchas veces las personas alrededor ni siquiera la notan, y se mantiene escondida. Interesantemente, en el versículo 7 Pablo dice: «me fue dada una espina en la carne»; no usó la palabra «cuerpo» sino «carne», tal vez dándonos la idea de que era algo pecaminoso, algo que lo tentaba.
Charles Spurgeon al comentar este pasaje señalaba que Pablo no dijo que fue afligido con la espina sino que le fue dada, implicando que ¡Pablo la veía como un regalo de Dios!
Me preguntaba sobre otros pasajes que tratan el tema de las espinas. De hecho recordé muchos más, usualmente relacionados con el pecado. Por ejemplo, en la parábola del sembrador, los espinos ahogaron la palabra sembrada.
Así mismo en Génesis 3:18,cuando Dios maldijo a Adán: «Espinos y abrojos te producirá, y comerás de las plantas del campo».El trabajo de Adán era proteger a su esposa y enseñorearse sobre la creación. Por su pecado, falló en ambas áreas. No protegió a su esposa de la serpiente ni tampoco actuó como líder corrigiendo a su mujer, sino que la obedeció en su pecado. El castigo fue apropiado al fallo; la misma creación de la cual debía enseñorearse se convertiría en hostil, y el trabajo sería mucho más difícil. Romanos 8:22 confirma lo anterior cuando señala: «Pues sabemos que la creación entera gime y sufre hasta ahora dolores de parto».
¿Y cuál será la espina de la mujer? Ella fue creada como ayuda idónea, y en lugar de ayudar a su esposo, lo controló y lo llevó a pecar con ella. Nuevamente el castigo de Dios fue apropiado al pecado: «Con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti» (Génesis 3:16). La palabra hebrea para deseo es teshuqah, la misma palabra usada en Génesis 4:7 que significa dominar. Como es algo dado por Dios, toda mujer ha luchado con ese deseo. Una tentación de Satanás fue lo que produjo la caída, y ahora Dios nos la envía para humillarnos.
No se trata de una lucha con un ser espiritual, sino de una idea dada por un ser espiritual y propagada hasta nuestros días. Sin el poder del Espíritu Santo la espina produce maldad, tal como lo vemos hoy, la destrucción de la familia producida por hombres y mujeres que rehúsan vivir según el diseño para el cual fuimos creados.
Ahora bien, esta misma espina, maldición para los incrédulos, se convierte en bendición para el cristiano. ¿Por qué una bendición? Cristo llevó una corona de… «espinas». Él pagó el precio de nuestras transgresiones, habilitándonos para salir de la esclavitud del pecado.
Cuando voluntariamente nos humillamos y dejamos a nuestros esposos ser los líderes, no solamente tenemos familias más sanas, sino que el poder de la tentación disminuye. Recordemos lo que nos enseña Santiago 4:7: «Por tanto, sométanse a Dios. Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes».
Si somos embajadoras de Cristo (2 Corintios 5:20), necesitamos vivir según el diseño de Dios y no el del mundo. Es la forma de que el mundo pueda ver la luz brillando en la oscuridad.
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