Débora creció conociendo de Dios, fue una joven juiciosa y con buen comportamiento, hasta que años después, ya estando casada, entendió que no eran sus buenas obras las que la convertían en una buena cristiana, sino el reconocerse como pecadora delante de un Dios Santo y entonces tuvo la necesidad de ser vaciada para ser llena de nuevo, pero esta vez con las verdades de la palabra De Dios y enfrentando el reto de ser una mujer que conociendo su diseño divino toma la decisión de nadar contra la corriente.
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