Si pudieras conocer cómo Dios orquestará cada detalle de tu vida; quién será tu amado esposo; el trabajo que tendrás; el lugar donde vivirás; el día, mes y año en que responderá a esa oración tan anhelada, ¿cambiaría tu actitud durante el tiempo de espera?
En el 2012 mientras estaba sentada observando el bautismo de una de mis amigas, pude ver cómo el llamado del Señor en la vida de cada persona ocurre a Su tiempo y Él es fiel en completar Su obra. Lo hermoso de la historia es que detrás de este único evento, Dios estaba orquestando varios detalles más, que en un par de años me mostraría, en Su tiempo y en Su forma perfecta de obrar.
Durante ese año, Dios había estado trayendo cambios a mi vida, finalizar mi carrera universitaria, nuevas oportunidades del trabajo y más ocasiones de servir en mi iglesia. Además, Dios había puesto en mí el peso de equiparme junto a mis amigas en Su diseño para la mujer. Y ante estas verdades, formar un grupo de chicas, llevando a cabo la ordenanza de Tito, donde expresa:
“Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñen] a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5).
En muchos momentos observaba mi entorno, mis amigas más cercanas se estaban casando y aun no era la voluntad de Dios traer el hombre que él había escogido para mí. Mientras más alcanzaba peldaños en mi carrera profesional, y me involucraba en mi iglesia; a la vez que ocupaba mi tiempo aprendiendo de Su Palabra y de otros, mi corazón se sentía solo y triste. Me preguntaba: ‘¿Señor, porque todavía me tienes en esta etapa de soltería? ¿Qué más quieres de mí?’ Además, escuchaba frecuentemente a mis amigos decir: ‘Se te va la guagua, ve visita otras iglesias, necesitas darte a conocer’. Pero ninguno de estos argumentos me daba paz. Dios me había enseñado que la mujer debe esperar, no salir a buscar, sino cultivar buenas amistades con el fin de crecer en el Señor, compartir actividades de servicio o recreación que nos permitan ser de bendición mutua con quienes están a nuestro alrededor.
Así pasaron los años, y me propuse a orar cada mañana al Señor antes de manejar en mi carro hacia el trabajo: ‘Mi Dios Tú vas al timón de mi vida, ayúdame a aceptar Tu voluntad. Dame gozo en este tiempo en que me tienes única y exclusivamente para Ti, y prepárame para lo que vendrá en Tu tiempo. Echa fuera todo temor. Confío en que eres fiel y no dejaras al justo desamparado. Amén’.
Dios me enseñó a esperar en Él mientras conocía más de Su Palabra y de Sus atributos; y hasta en mis tropiezos cuando quería tomar el control de las circunstancias y no dejar al Señor obrar conforme a Sus propósitos. Un texto que siempre venía a mi mente era “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” Mateo 6:33.
Tres años después, una semana en particular, Dios habló a mi corazón a través de Su Palabra, despertando en mí el deseo de enfocarme más aun en el servicio de aquellas familias que tienen niños con alguna condición de discapacidad. Tenía varios años trabajando en esta área y el año anterior había asistido a una conferencia donde pude compartir con estas familias. Esto me llevó a tomar la resolución de prepararme para partir unos meses después a servir en una iglesia en el extranjero donde había familias que requerían ese tipo de ayuda, en su día a día. Planifiqué reuniones con mi jefa y mi mentora para comentarles sobre este deseo. Juntas en oración encomendamos a Dios este proyecto. Lo que desconocía era que Dios respondería de una forma distinta a la que pensé.
El viernes de esa semana fui a un cumpleaños de una amiga de la iglesia. Mientras compartíamos, un joven se acercó a saludar a una de mis amigas, ella luego me lo presentó. Durante un breve periodo de tiempo conversamos en grupo sobre temas triviales del día a día. Ese día, Dios siguió orquestando una historia cuyos detalles, ya Él había estado entretejiendo durante años. Pasaron varias semanas y meses, y esta persona seguía frecuentando las actividades entre amigos a las que asistía.
En un momento me detuve y Le oraba al Señor, ‘muéstrame Tu voluntad’. Anhelaba llevar a cabo el proyecto, pero Dios estaba dirigiendo mis pasos hacia otro norte. Unos meses después, este joven se acercó a confirmarme lo que Dios ya había orquestado de antemano. Esta había sido mi oración de años, que vi cumplida al escuchar cada palabra alineada con la afirmación del Señor: ‘Esta es mi voluntad para tu vida.’ Y Su paz que sobrepasa todo entendimiento inundó mi corazón al ver la bendición que Dios había traído a mi vida.
Han pasado 9 meses, y cada día más, retumba en mi mente: ‘Dios es fiel y Su tiempo es perfecto’. No obtendré resultados porque yo quiera orquestar las circunstancias, sino que el Señor es más sabio y vale la pena esperar en Él.
Mi Padre celestial fue detallista en pulir mi vida a fin de equiparme para ser la mujer que Él quiere para ese hombre tan anhelado. Pero al mismo tiempo, fue tan sabio en tomar un cincel para perfeccionar Su obra y traer a Sus pies, a quien hoy es mi novio. ¿Recuerdas el bautismo con el cual comencé la historia? hace unas semanas me enteré que él también se bautizó ese día. Durante años, no nos conocimos, aunque estuvimos en los mismos lugares y compartiendo con amigos en común, pero cuando Dios designó que era el tiempo, Él juntó dos vidas imperfectas, pero perfectas en Cristo para reconocerlo como Autor de cada mínimo detalle de nuestras vidas, el Controlador de cada circunstancia, el Sabio, Amoroso y Fiel Señor que cuida de Sus hijos y hace que todo obre para bien conforme a Sus propósitos y no a los míos.
Esperar en el Señor, requiere confianza, fe y plena determinación de permanecer anclada en Cristo como fuente total y todo suficiente de nuestro gozo. La guagua no se te ha ido mi querida amiga, ni se ha olvidado de hacer esa parada anhelada por ti, hay otras previas que son necesarias, pero siempre recuerda, Dios va al timón y Él es Fiel.
Y aun nuestra historia sigue escribiéndose, y la tuya también “… Confía en Él y Él hará…” Salmos 37:5
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