Desde nuestro noviazgo, siempre fue un sentir mutuo el honrar a Cristo en nuestro matrimonio. Asumir nuestros roles nunca fue un problema para nosotros. Pero la realidad resultó muy distinta al casarnos. Algo cambió en mí. Mi corazón se había llenado de sentimientos de inconformidad, y comparaciones. Sabía que una mujer dedicada a su familia no era exactamente quien robaría aplausos y reconocimientos de los demás, y por algún motivo no era lo que deseaba.
Al cumplir un año de casada quedé embarazada (¡Gloria a Dios por la maternidad! Tiene la capacidad de organizar nuestras vidas). Mi bebé nació muy prematuro (27 semanas de gestación) y esto me obligó, en sus primeros meses, a dedicarme totalmente a él. Al llegar al 6º mes surgió una oportunidad de trabajo muy anhelada en mi vida; en una gran empresa, y como era de esperarse me planteé todos los motivos por los cuales tomar este empleo.
Inicié mi proceso. Me desarrollaba muy bien, pero no pasaba lo mismo con mi bebé. Jean Lucas empezó a enfermarse más de lo normal, y aunque mi corazón de madre me decía que debía hacer algo, aún no estaba lista para renunciar al empleo que tanto había deseado.
Mi esposo y yo empezamos a plantearnos diferentes posibilidades. Oramos al Señor Jesús buscando Su dirección, pero aun así no me sentía a gusto. En mi interior, existía una lucha, me encontraba llena de interrogantes… ¿estaré lista para enfrentarme al prejuicio que conlleva ser “Mamá tiempo completo”? ¿Qué pensará la familia de mi esposo? ¿Qué pensará mi familia? ¿Estaré abusando de mi esposo al dejar mi empleo?
Cinco meses después, mi bebé cayó interno por una crisis respiratoria, y esto rebosó mi copa. Cristo confrontó mi corazón de la manera más real que jamás había experimentado. Estuve descuidando el ministerio más hermoso e importante, siendo egoísta, al sacrificar el bienestar de mi bebé por mis intereses personales.
Me encontraba totalmente desnuda ante mi verdadera naturaleza, y mientras lloraba sin consuelo en aquella habitación, mi Dios tenía un plan mayor para nosotros. Mi esposo había sido invitado a participar como parte de los músicos en “Mujer Verdadera 2015”, y fue entonces cuando todo cambió para bien. Justo cuando me encontraba orando por dirección para tomar una decisión, Dios estaba trabajando su corazón en aquella conferencia. Cristo cambió su manera de pensar, y le dio una nueva perspectiva sobre mi valor, mi rol, y cómo honrábamos a Dios en eso. El último día de la conferencia mi esposo llegó a la clínica y me dijo que apoyaba 100% mi decisión pues sabía que era lo mejor para nuestro hijo.
Hace cinco meses que estoy en casa y sigo trabajando para dar lo mejor de mí, reconociendo que soy una mujer llena de faltas y que solo Cristo Jesús es capaz de transformar mi mente y corazón para bendecir la vida de mi familia. Hoy mi esposo me llama “Mujer contracultural” para la gloria de mi Señor Jesucristo, y eso derrite mi corazón.
Dios utilizó aquel escenario para cambiar mi corazón y organizar mis prioridades. Por primera vez YO no era lo más importante, ¡glorifico a mi Señor por eso!
Por Su misericordia mi bebé no ha tenido más crisis, y cada día amo más cuidar de mi familia. Sé que aún me falta muchísimo para ser una Mujer verdadera conforme la Palabra, pero mi Jesús completará Su obra en mi vida.
Querida mamá: Eres idónea para el trabajo más hermoso y significativo que existe, ¡y no tienes que competir por alcanzarlo, porque tu trabajo, esfuerzo y entrega son insustituibles!
¡Dios te bendiga!
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