Permítanme decirlo claro: no creo que Dios nos revele de manera anticipada, específicamente con quién nos vamos a casar (no digo que Dios no nos provea ni nos dirija, sino que no escucharás que te guíe con “Marry Joe”).
Entiendo que podrías estar convencida que fue Dios quien te habló, pero ¿estarías dispuesta a considerar—por lo menos hasta que leas este artículo completo—que esa “voz” que escuchaste o sentiste, no venía de Dios? que quizás estuviste equivocada en la manera que interpretaste Su voz o las circunstancias?
A continuación, expongo por qué te lanzo el reto:
- No quiero que experimentes una crisis de fe si no te casas con esa persona.
- No me gustaría que descartes un hombre piadoso que pudiera estar interesado en ti porque te niegues a darle la oportunidad a alguien.
- Y más que eso, quiero darte una perspectiva correcta (¡y grande!) de Dios.
Dios sí habla
Coincido contigo en lo siguiente: Dios habla. Debemos estar agradecidas que Él quiere conocernos. Hebreos 1:1-2 es claro:
Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo.
El punto de Hebreos 1 es mostrar la supremacía de Cristo. Dios hablaba a través de los profetas, pero ahora ha hecho algo mejor. ¡Nos ha hablado enviando Su Hijo a nosotras! Hebreos 1 se trata de Jesús, y creo que podemos aprender de estos dos versículos acerca de cómo Dios ha hablado y todavía habla hoy.
Cómo Dios habla hoy
En Hebreos 1, vemos que Dios habló en dos fases; hace mucho tiempo, a través de los profetas, y ahora, en estos últimos días, por Su Hijo.
Permíteme resaltar lo obvio: Ni tú ni yo somos profetas y definitivamente no somos el Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento encontrarás escritos de 17 profetas: Moisés, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías. Desde el punto de vista histórico, muy pocos fueron llamados profetas.
Antes de que Dios enviara Su Hijo a la tierra, en cada ocasión, Él acostumbraba a elegir un gran profeta para hablar en representación Suya a Su Pueblo. Por ejemplo, tomemos a Jeremías. Dios no le dijo primordialmente qué esperar en su propia vida. En principio, Dios le dijo al pueblo que no resistieran la cautividad en Babilonia. No debían buscar su seguridad en las armas de Egipto, la cautividad era el castigo de Dios por no guardar el pacto. Debían aceptarlo así.
Con quiénes Dios dijo que podíamos casarnos
Puedo pensar en dos ocasiones en toda la Biblia en que Dios sí le dijo a alguien con quién casarse: Oseas y José. Si estás pensando en Isaac, recuerda que su sirviente oró por sabiduría y Dios se la dio. Pero no lo dirigió con voz audible diciéndole “¡Es ésta!”
En Oseas 1:2, Dios le ordenó al profeta Oseas “Anda, toma para ti a una mujer ramera y engendra hijos de prostitución”. Sin embargo, esto no era por el bien de Oseas. No es la norma, definitivamente; Dios nos dice que nos casemos con aquellos que comparten nuestra fe y caminan en santidad (2ª Co. 6:14).
Dios le dijo a Oseas que se casara con esta prostituta como una ilustración que sirviera de lección a todo el pueblo de Dios. Dios dio la razón para este matrimonio: “Anda, toma para ti a una mujer ramera y engendra hijos de prostitución; porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al Señor”. El matrimonio de Oseas servía como una poderosa imagen de cómo Dios busca a Su pueblo desobediente.
El segundo ejemplo se encuentra en el Nuevo Testamento, cuando un ángel de Dios le dijo a José que no tuviera miedo de tomar a María como su esposa (Mt. 1:20-21). ¿El propósito era solamente la comodidad y placer de José? En realidad, no. Dios tenía la intención de lograr Sus propósitos redentores. La plenitud de los tiempos había llegado. José necesitaba a María, la virgen para que siglos de profecías se cumplieran y el plan redentor de Dios se llevara a cabo.
Libertad para elegir
Cuando asumimos que Dios nos está hablando a nosotras individualmente, aparte de Su Palabra que es aplicada por Su Espíritu, nos elevamos a nosotras mismas al estatus de profetas. Cuando a nuestros propios pensamientos, los llamamos palabras de Dios, estamos pensando demasiado alto de nosotras mismas y ni siquiera medianamente alto de Dios.
John Piper dice:
Siempre que empiezo a quejarme de que Dios está en silencio y que necesito escucharlo hablarme, debería detenerme y preguntarme en ese momento: ¿He escuchado esta Palabra? ¿Viene de Dios -hablada en el Hijo de Dios- tan corta y sencilla que puedo considerar el asunto terminado y ahora necesito más -otra palabra? ¿Realmente he escuchado la Palabra de Dios en la Persona, enseñanza y obras del Hijo? ¿El anhelo de mi corazón y la confusión de mi mente, realmente se deben al hecho de que me cansé de escuchar la Palabra y necesito otra? Entonces, siento otra reprensión con gracia en mis presuntuosos e insensibles oídos.
¿Qué significa esto en relación con el matrimonio? Dios nos da amplia libertad en elegir con quién casarnos. Por tanto, maravíllate en el hecho de que Dios nos ha hablado al enviar a Su Hijo Amado, acepta esa palabra como suficiente, y luego, con sabiduría elige con quién casarte.
Una versión original de este artículo (en inglés) fue publicada en DesiringGod.org.
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