Anita era maestra de niños y cuando nació su hijo Juan, un niño con síndrome de Down, supo que el Señor la estaba llamando a una responsabilidad mayor, fue así como decidió quedarse en casa a cuidar de sus hijos, sorteando muchas dificultades, sin embargo fue en este tiempo donde Dios le permitió identificar diferentes necesidades a su alrededor y fue así como comenzó a compartir con otras lo que había aprendido acerca de la feminidad bíblica, encontrando así un propósito de parte de Dios, para dejar un legado a las siguientes generaciones.
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