Seguro que has tenido que decir adiós, esta es una experiencia común para todos. Decir adiós no es tan fácil, pero siempre podemos encontrar paz cuando ajustamos nuestra perspectiva con la Palabra de Dios.
El gran escritor C.S Lewis dijo alguna vez: «Algún día serás lo bastante mayor para volver a leer cuentos de hadas».
Basta con solo respirar y vivir para darnos cuenta de que este mundo está lejos de ser un cuento de hadas. Ciertamente hay momentos de inmensa felicidad más siempre con algún matiz de tristeza o nostalgia. Es por esta razón que muchas veces disfrutamos tanto un buen libro o una película en la que podamos percibir el mundo como desearíamos que fuera.
Recientemente me enfrenté con esta realidad. Por distintos motivos una y otra vez respiraba despedidas. Al finalizar el año escolar tuve que decir adiós a uno de mis grupos de estudiantes, tuve que despedir alumnos queridos y algunas compañeras de trabajo que, por distintas razones, ya no estarían.
Las despedidas siguieron su curso… Poco tiempo después me tocó despedir un familiar cercano que partió de este plano terrenal, despedir una parte de la familia que tomaría un vuelo de regreso a casa, y así…
Las despedidas, a veces, son simplemente decir adiós a una relación cercana y hasta algún familiar querido que simplemente decide tomar un rumbo distinto lejos de nosotros. Bien dijo nuestro Señor Jesucristo que en el mundo tendríamos aflicción y qué bueno que no se quedó allí, sino que agregó: «…pero confíen, Yo he vencido al mundo» (Jn. 16:33).
Las partidas y ausencias son un recordatorio de que este no es el final, y que en algún momento ya no tendremos que decir adiós. El inicio o el fin no serán más una realidad. Viviremos en un eterno presente. Esto será cuando entremos por las puertas de oro y ya disfrutemos para siempre de nuestra morada final en el cielo.
En medio de nuestras despedidas, podemos recordar que la vida, las circunstancias, las personas, las relaciones y hasta nosotras mismas cambiamos, pero hay una persona que es nuestra única constante, nuestra ayuda siempre presente: Jesucristo. Tal como lo dice Su Palabra en Apocalipsis 22:13-16: «Yo soy el Alfa y el Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas de la ciudad».
Decir adiós puede ser triste, pero tenemos la esperanza que Cristo siempre estará a nuestro lado en cada despedida cuando depositamos nuestra confianza y esperanza en Él.
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