Nancy Leigh DeMoss: Nunca olvidaré mis llamadas a mi amiga Janiece Grissom quien padecía los efectos de la enfermedad de Lou Gehrig. Me decía, “¡Nancy, has estado en mi corazón! ¿Cómo puedo orar por ti?" Janiece no podía mover los brazos ni las piernas, y le resultaba difícil hablar o respirar. Pero estaba enfocada en glorificar a Dios al servir a otros.
Janiece fue ingresada en el hospital cuando ya no podía tragar. Justo al final de su vida, su esposo Tim, me dijo, "Janiece todavía dedica la mayor parte del tiempo que está despierta, orando por otros”. A pocas horas de esa conversación, Janiece estaba en la presencia del Señor.
Murió de la manera que vivió—desinteresadamente amando a Dios y a otros. Su único deseo, como lo expresaba el apóstol Pablo, era que "aún ahora, como siempre, Cristo [sea] exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte”.
¿Es ése tu deseo? ¿Lo demuestran así tus acciones de hoy?
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