Soy madre de niños pequeños –No tengo tiempo para orar.
Estoy en la universidad con una carga muy pesada de materias –¡No hay manera que pueda tener mi tiempo de devoción diario!
Mis amigos y miembros de la familia esperan pasar tiempo conmigo –Simplemente no puedo ignorarles e irme a leer mi Biblia; ¡eso sería grosero!
Estoy en una relación seria, y estamos juntos la mayor parte del tiempo –simplemente me es imposible orar tanto como antes.
Sirvo en un ministerio y siempre hay algo qué hacer –no es razonable que pase mucho tiempo a solas con Dios.
¿Alguno de estos pensamientos te suena familiar?
Demasiado ocupada para orar
Aunque las Escrituras exhortan a los creyentes a hacer de la oración una prioridad, como mujeres ocupadas, con frecuencia creemos estar exentas de este mandamiento. Digo, seguramente Dios comprende que ¡eso no es práctico! ¿Cómo podemos hacer de nuestra relación con Cristo la más alta prioridad en nuestra vida cuando estamos criando hijos pequeños…o te sientes obligada con los amigos y parientes… o cultivando una relación… o administrando una carga pesada de estudios…o planeando una boda… o cargando el peso de un ministerio de tiempo completo?
Cada vez que me sorprendo a mí misma diciéndome “tengo mucho qué hacer hoy para pasar tiempo en oración” sé que he permitido que la preocupación por las cosas de este mundo me mantenga alejada de mi Dios.
No me refiero a que el tiempo que dedique a la oración, cada día, en cierta medida me haga más justa. Pero ese tiempo en la presencia de Dios nos da la energía espiritual que necesitamos para vivir la vida consagrada que Él nos ha llamado a llevar.
Lo más importante
Jesús contó a Sus discípulos una parábola acerca de un hombre rico que preparó una gran cena y envió a decir a los que habían sido invitados, “vengan, porque ya todo está preparado” (Lucas 14:17). Pero cada uno dio una razón por la cual no les parecía práctico asistir, básicamente dijeron, “Tengo algo más importante qué hacer; te ruego que me excuses.”
Nuestro Amante Redentor espera en la mesa del banquete, anhelando con impaciencia tener comunión con nosotras. Sin embargo, con cuánta frecuencia respondemos, “No puedo ir; tengo algo más importante qué hacer. Te ruego que me excuses”. “¡Oh, qué respuesta tan desgarradora! Es como si alguien nos estuviera llenando las manos con diamantes de valor incalculable y nosotras prefiriéramos tener un montón de piedritas sin valor.
Con frecuencia, cuando batallo por mantener mis prioridades espirituales bajo control, pienso en la historia de María y Martha. Parecía completamente poco práctico que Martha detuviera toda su excesiva actividad en la cocina y se sentara a los pies de Jesús, como lo estaba haciendo María. Debió haber pensado. ¡Seguramente Jesús sabe que simplemente no puedo dejar todo lo que estoy haciendo para pasar tiempo con Él!
Y, sin embargo, Jesús le dijo a Marta, “Marta, Marta, estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria.” (Lucas 10:41-42). ¿Qué era aquella “cosa” que Martha necesitaba? Sentarse a los pies de Jesús y recibir Su Palabra. Esa era la única manera cómo ella encontraría la fortaleza y gracia necesarias para hacer todo lo que había sido llamada a hacer.
La hospitalidad y servicio de Martha no eran el problema. El problema era que trataba de hacerlo en sus propias fuerzas, no haciendo de Jesús su más alta prioridad. Y como resultado, Martha estaba exhausta y molesta, “preocupada con todos los preparativos” (Lucas 10:40).
Demasiado ocupada para no orar
Tratar de servir a nuestras familias o de trabajar arduamente en nuestras tareas sin la fortaleza y el apoyo que viene de nuestro tiempo con Dios, rápidamente nos lleva al agotamiento y al estrés, como le sucedió a Martha.
Una ocupada madre de seis hijos, me dijo en una ocasión “¡Estoy demasiado ocupada como para no orar!” Nuestra vida espiritual sería transformada si viviéramos conforme a este credo.
Dejemos de lado nuestros “apuros y ajetreos” y decidamos hacer del tiempo con Dios nuestra más alta prioridad, aún durante las temporadas cuando no parezca que sea práctico. Nunca lamentaremos un solo momento que hayamos pasado a los pies de Jesús.
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