Hace algunos años, la actriz Bárbara Billingsley, mejor conocida por interpretar la súper mamá por excelencia en la comedia de televisión llamada Déjaselo a Beaver (en inglés, Leave it to Beaver), murió a la edad de noventa y cuatro años. En su papel distintivo como June Cleaver, Billingsley personificó la madre y ama de casa ideal de clase media, en una época donde no era común que las mujeres con hijos trabajaran fuera de casa.
La ama de casa “ideal”
June Cleaver era presentada como una ama de casa impecable cuidando alegremente de su casa: horneando galletas, rellenando apio con mantequilla de maní, pasando la aspiradora en zapatos de tacones altos, preparando la comida, recibiendo a su esposo con un beso cuando volvía del trabajo y acostando a sus dos adorables hijos en la noche.
Hasta que el aspecto espiritual de la vida de una mujer no esté en orden, su felicidad será una meta escurridiza.
June era amable, gentil, amorosa y siempre paciente. Era conocida por su frase, “Ward, estoy muy preocupada por Beaver,” cuando su hijo menor se metía en problemas o parecía desanimado. La vida de June giraba alrededor de su familia. Aunque había recibido una educación universitaria y era capaz de ejercer su carrera, ella estaba feliz y contenta en su rol como esposa y como madre en casa. Y ahí estaba el problema.
El error... feminista?
A principios de los sesentas, irrumpió en escena el histórico libro “La Mística Femenina”. Clamaba que las mujeres NO estaban felices siendo amas de casa, por lo menos ¡no deberían estar felices en ese rol! Aquellas mujeres que estaban contentas como madres y esposas simplemente no habían abierto sus ojos al alcance de la opresión en que se encontraban. Los hombres las habían engañado haciéndoles pensar que el tipo de mujer como June Cleaver era digno y satisfactorio, cuando en realidad era un papel servil y degradante. En la medida en que se expandía este mensaje feminista, en los años sesentas y setentas las mujeres comenzaron difamar el ideal de Billingsley en el papel de June Cleaver.
Avancemos la cinta cincuenta años. La conciencia de toda una generación ha sido condicionada a creer que la idea de quedarse en casa y cuidar a la familia es degradante para las mujeres. El ideal femenino del personaje de June Cleaver en la serie de televisión ha sido reemplazado por el de Carrie Bradshaw de la serie “Sexo en la Ciudad” (“Sex and the City”). Hemos denigrado el valor del matrimonio, de los hijos, del hogar, del sacrificio y de la moralidad, y hemos elevado el valor de la independencia, la carrera, la auto-indulgencia, y la libertad sexual. Y como resultado, nuestros matrimonios y familias han sufrido.
Las mujeres de hoy día han realizado su sueño feminista de ser liberadas de la mística femenina de June Cleaver. Pero los estudios muestran que se sienten más miserables que nunca antes.
Valorando la familia porque valoramos a Cristo
Entonces ¿Qué debemos hacer? ¿Deberíamos comenzar a presentar de nuevo la serie “Déjaselo a Beaver” y decirles a las mujeres que serán felices si siguen el ejemplo de June Cleaver? ¿Deberíamos animarlas a empezar a ponerse zapatos altos y collares de perlas mientras usan la aspiradora? ¿Colocamos campañas que glorifiquen el valor de planchar, o que desacrediten a las mujeres que no pueden hornear galletas sin ayuda?
Algunas personas tienen una idea romántica de los años cincuenta y creen que las mujeres serían felices si encajaran en ese molde. Pero la felicidad de la mujer no viene de marcar la lista que alguien tenga con las características de la "mujer perfecta". De acuerdo con la Biblia, la felicidad viene de tener una buena relación con Jesucristo. Hasta que el aspecto espiritual de la vida de una mujer no esté en orden, su felicidad permanecerá como una meta escurridiza.
Dicho eso, debemos reconocer que las personas en los años cincuenta tenían algunas cosas correctas. Daban un alto valor al carácter, al matrimonio, a los hijos, y a la moralidad. Reconocían que Dios había creado al hombre y a la mujer con diferencias que cuando eran honradas, contribuían al bienestar y estabilidad del hogar. Aunque no sea la fuente suprema de felicidad, toda mujer se siente mucho más contenta cuando su matrimonio, sus hijos, su hogar, y sus relaciones están bien que cuando no lo están.
¿Nosotras, como parte de la sociedad, creemos que la familia es tan importante que defendemos el cuidado de la casa y los niños como el mejor y más importante trabajo que una mujer podrá tener jamás?
Durante una entrevista en el año 2000 para el show de televisión Archivo de América, Bárbara Billingsley dijo “June era una amorosa y feliz madre que permanecía en su casa, lo cual es maravilloso.” Se le pidió que comparara las familias de la vida real con las de los shows de televisión y dijo, “Desearía que tuviéramos más familias como ésas. La familia es tan importante, y no creo que tengamos suficientes mujeres quedándose en sus hogares con sus bebés y sus hijos.” Sostuvo que “las mujeres que se quedan en el hogar cuidando a sus hijos podrán encontrar allí, el mejor y más importante trabajo que jamás tendrán.”
No cuestionamos el hecho de que una mujer pueda perseguir educación, una carrera, o un trabajo fuera del hogar. La pregunta en mi mente es “¿Nosotras, como parte de la sociedad, creemos que la familia es tan importante que defendemos el cuidado de la casa y los niños como el mejor y más importante trabajo que una mujer podrá tener jamás?”
Esperemos que el ideal de excelencia de June Cleaver no haya muerto con Bárbara Billingsley.
¿Cuál es el valor que en tu mente das a la familia? ¿Cómo se compara con tu cultura?
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