Deja que Dios llene tu plato

¿Alguna vez has ido a un bufet y te has sentido estimulada en exceso? Al caminar por las filas, todo se ve tan delicioso. Comienzas a servirte comida en el plato, dejando espacio para un poco más; hasta que, finalmente está lleno casi derramándose. Se ve grandioso. Te entusiasma haber encontrado espacio para tantas cosas tan deliciosas.

Luego te vas a la mesa y empiezas a comer. Al principio, todo está realmente bueno. Disfrutas tu comida y la compañía, satisfecha contigo misma por haber hecho que te cupieran tantas cosas tan ricas. Sin embargo, entre el puré de papas y los frijoles verdes, comienzas a sentirte un poco incómoda. Miras todo lo que queda en tu plato, suspiras y continúas comiendo. Encuentras la manera de acabar con otro par de bocados, pero ya te estás sintiendo sin tanto apetito.

Eventualmente, ya no puedes comer un bocado más. Alejas el plato, desanimada de no haber podido terminar y por no dejar espacio para esa selección de postres que se ven tan deliciosos. Veinte minutos después, te sientes terrible. Has comido demasiado, habiéndote servido más de lo suficiente, y ahora estás pagando el precio.

La vida como una mesa de bufet

En ocasiones actuamos como si la vida fuera una mesa de bufet. Nos levantamos cada día, y hay tantas cosas que se presentan delante de nosotras. Una invitación para ir aquí, una actividad para nuestros niños por ahí, luego una solicitud de ayuda; y por allá, una oportunidad de servir. Añadimos cosas a nuestro plato, y comienza a llenarse, lo amontonamos para que pueda caber un poco más, hasta que finalmente está lleno hasta el borde. Nos entusiasma haber podido hacer que encajara tanto, y haberle dicho “sí” a tanta gente.

Entonces comenzamos a vivir la realidad de todos los compromisos asumidos.  Al principio todo es grandioso. Pero en algún lugar entre el fútbol y ayudar en la reunión de té para las damas, comenzamos a sentirnos un poco incómodas. Vemos todo lo que aún queda en nuestro plato, suspiramos y continuamos.  Entonces llega el momento de trabajar en el ministerio de alcance de nuestra iglesia y tener lista nuestra casa para la reunión que se llevará a cabo en una hora, y comenzamos a entrar en pánico. Llega la hora de dormir, pero nos encontramos atrasadas con la ropa por lavar y hace días que no hemos tenido una buena conversación con nuestra familia. Finalmente nos rendimos y nos vamos a la cama, desanimadas por todas las cosas que quedaron sin hacerse, y porque no tuvimos tiempo de disfrutar realmente ninguna de las cosas que nos comprometimos a hacer. A los pocos días nos sentimos terrible. Hemos dicho “sí” a demasiadas actividades, asumido más de lo necesario, y ahora estamos pagando el precio.

Dios en verdad me ha traído convicción por mi tendencia a apilar demasiado en mi plato. Veo una oportunidad o un espacio de tiempo vacío en mi calendario y digo “sí” sin siquiera detenerme a pensar en cómo afectará a mi familia o lo que sucederá si sucede algo inesperado. Continuamente me encuentro abrumada, ansiosa, presionada e incómoda por todo lo que he tratado de amontonar en mi semana. Constantemente me encuentro sin tiempo para hacer cosas agradables, tales como relajarme, una salida no planeada al parque, o poder decir “sí” a una invitación de último minuto a cenar en la casa de una amiga –así como no me queda espacio para el postre, cuando he amontonado demasiado en mi plato en mi última visita a la mesa del bufet.

Deja que Dios lo llene

Entonces ¿cuál es la solución? ¿Cómo rompemos el ciclo de contraer más compromisos y la sensación de miseria que resulta de todo ello? Creo que la respuesta es simple: deja que Dios llene el plato.

Imagina que entras a un restaurante con una mesa de bufet, te sientas, y envías a alguien más a llenarte el plato. Eso requeriría cierto nivel de confianza e incluso valor. ¿Qué tal si no te sirven tus bocadillos favoritos? ¿Qué tal si te sirven algo que no te gusta? ¿Qué tal si no te sirven tanto como crees que deberían? ¿Qué tal si te sirven demasiado? No es fácil tener esa confianza –preferimos mantener el control sobre decisiones tan personales como lo que comemos y lo que va en nuestro calendario.

¿Puedes confiar en que el Señor te servirá la porción exacta que Él quiere que tomes? Cuando se te pide ayuda, que sirvas, participes, o te entregues a algo más, intenta disciplinarte a no contestar en el momento. Así como necesitamos comer un poco y luego esperar a que ese alimento se digiera antes de decidir si vamos a comer más, de la misma manera necesitamos esperar, orar y considerar con honestidad cuánto nos afectarán más compromisos, antes de añadirle más a nuestra agenda.

Algunas de las porciones más sorprendentes en los Evangelios son aquellas en las que Jesús dijo “no.” En el primer capítulo de Marcos, leemos que Jesús se apartó a orar y Sus discípulos llegaron a buscarlo.

Cuando lo encontraron le dijeron, “Todos te buscan.” Y Él les dijo, “Vamos a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he venido.” (vs. 37-38).

Jesús se apartó de las multitudes que clamaban por Su atención y se fue a otro lugar. Él sabía exactamente cuáles eran Sus prioridades y eso determinaba cómo quedaría Su lista de cosas por hacer, aun cuando aquellos a Su alrededor quedaran confundidos.

Cuando nos enfocamos en el Señor y le presentamos nuestro plato para que Él lo llene, tendremos que decir “no” a algunas oportunidades que nos parecen bastante buenas, y aquellos a nuestro alrededor quizás quedarán desconcertados por nuestras decisiones. No podremos hacer nada con excelencia si estamos tratando de hacerlo todo.

Consideraciones para este nuevo año

Si constantemente te encuentras abrumada por todo lo que está en tu plato, o si tu familia está sintiendo los estragos de que hayas contraído compromisos en exceso, considera estos retos para el año que comienza:

  • Comprométete a buscar al Señor, antes de aceptar cualquier nuevo compromiso.

Cuando llegue la oportunidad, espera y ora antes de dar una respuesta final. Practica el decir, “Permíteme orar al respecto, y te aviso.” Si estás casada, pregunta a tu esposo si opina que es una oportunidad que puedes manejar sin presionarte a ti o a tu familia o tus otros compromisos. Si eres soltera, haz la misma pregunta a algún miembro de la familia o a una amiga cercana. Luego pide al Señor sabiduría, y somete tu agenda a Sus planes.

  • Deja espacios en blanco en tu calendario.

Una familia que te pide una visita, enfermedades, invitaciones de último minuto para algo que resultará grandioso para tu familia, una amiga en crisis –estas son situaciones que tarde o temprano surgirán, y si no tienes espacio adicional en tu plato para poder servirte algo más te sentirás atada tratando de resolver cómo manejar todo. Sin mencionar que necesitas espacios vacíos para tu propio descanso. No somos sino polvo. No somos invencibles, ni tampoco el conejito Energizer. Necesitamos periodos regulares de descanso para poder recargarnos y funcionar a niveles saludables. Esto se observará diferente dependiendo en qué etapa te encuentres, pero nadie es inmune a la necesidad de descanso y relajación. Agéndate algunos descansos, y defiéndelos cuidadosamente.

  • Debes estar dispuesta a cambiar las cosas conforme el Señor te dirija.

Cuando presentas tu plato para que el Señor lo llene, en ocasiones añadirá cosas que tú no hubieras escogido, y no incluirá algo que te parecía maravilloso. Todo lo que ves desde tu perspectiva es lo que te parece bueno antes de probarlo realmente. Él tiene una perspectiva perfecta, y Él sabe si el brócoli o los pastelillos son lo mejor para ti en estos momentos. Tal vez quieras llenar tu plato, y luego, al pasar tiempo con Él a través de Su Palabra, Él te pida que le quites algo. O quizá prefieras continuar llenándolo con las mismas cosas una semana tras otra, un mes tras otro, un año tras otro, y entonces Él te pedirá que dejes atrás lo familiar e intentes algo desconocido o que te cause temor. Practica andar en constante sumisión a Él, en constante obediencia a Él, aun cuando te atemorice dejarlo que Él llene tu plato.

Finalmente, ten presente que Él es digno de tu confianza. Puedes confiar en que Él llenará tu plato, porque Él es un Dios bueno. Él no va a darte cosas difíciles a menos que cooperen para tu bien, para hacerte más como Cristo. Considera estas porciones de las Escrituras:

Sal. 16:5-6 El SEÑOR es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas cayeron para mí en lugares agradables; en verdad mi herencia es hermosa para mí.

Sal. 107:9 Porque Él ha saciado al alma sedienta, y ha llenado de bienes al alma hambrienta.

Sal. 73:26 Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre.

¿Estás dispuesta a permitir que este año Dios llene tu plato? ¿Confías en Él para que ordene tus días, y dirija tus compromisos? Quizá se requiera que tomes decisiones difíciles al decir “no” cuando te sientas presionada, y decir “sí” a cosas que temes llevar a cabo, pero creo que puedo prometerte que obedecer al Señor te traerá más bendiciones que cargas. Que este 2017 sea el año en que abandones la carrera de perseguir ser la Mujer Maravilla y simplemente camines conforme el Señor te dirija a través de la oración y Su Palabra.
 

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Sobre el autor

Mónica Hall

Mónica es esposa de pastor y educa a sus seis hijos en casa. De pequeña, confió en Cristo como su Salvador y cada día aprende más de Su amor y bondad. Sirve en su iglesia dando clases a los pequeños … leer más …


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