Tú puedes escuchar la historia de Christopher y de Ángela Yuan toda la semana en Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss. El siguiente post por la Sra. Yuan es una adaptación de su libro Desde un país lejano: El viaje de un hijo homosexual hacia Dios. Una madre destruida busca esperanza
Te invitamos a dejar tu oración por un pródigo debajo.
El teléfono sonó mientras terminaba el papeleo para uno de los pacientes de León. Lo levanté y mi corazón dio un vuelco cuando reconocí una voz familiar que no había escuchado en mucho tiempo.
"Mamá, estoy en problemas con la escuela de nuevo." El tono atribulado de Christopher llegó a través de la línea telefónica.
"¿Qué pasó ahora?"
"Me quieren expulsar. Me voy a reunir con el Dr. Johnson la semana que viene. Me dijo que ya se me acabaron las segundas oportunidades”.
Apenas podía respirar. “Has dicho “expulsado”. '¿Quieres decir suspendido? ¿Al igual que sucedió antes?"
"No, mamá. Expulsado".
"Pero acabamos de recibir una carta sobre tu graduación", le dije. Apenas la semana pasada, León había recibido una invitación para formar parte de la ceremonia de graduación y para colocarle el birrete doctoral a Christopher. Estábamos haciendo planes de viaje, planeábamos asistir a la ceremonia de graduación dentro de un par de meses.
"Lo sé. ¿Puedes creer que acabo de pedir mi birrete, mi toga, y mi capa?” Preguntó Christopher. "Pero ya no importa. El decano asociado la ha tomado contra mí desde que llegué aquí. Estoy fuera".
"Pero tú ya has pasado todos los exámenes nacionales."
"Excepto los de la licencia regional”, dijo Christopher. "Y no puedes tomar esos hasta que te gradúes. Así que si no me puedo graduar, no voy a obtener mi doctorado. Si no tengo mi doctorado, no puedo obtener mi licencia. Si no tengo una licencia, no puedo practicar!" Su tono vacilaba entre la auto-compasión, la auto-justicia, y la ira.
"¿Puedes creer que me están haciendo esto a mí? ¡Y estoy tan cerca! Supongo que cuando eres el decano adjunto, puedes hacer lo que quieras. Podrían haber hecho todo esto antes, pero entonces no habrían conseguido cuatro años de matrícula de mi parte. Ahora hay ochenta mil dólares en préstamos estudiantiles por el desagüe! ¿Cómo voy a pagarlos de vuelta si no puedo ejercer la odontología?"
Me senté en silencio, mientras me daba cuenta cómo mis sueños para Christopher desvanecían. Yo había querido ser una abuela para sus hijos; eso nunca ocurriría. Tenía la esperanza de que él trabajara en nuestra nueva oficina como dentista; Ahora esa posibilidad se había ido también.
Había orado tantas veces, Señor, haz lo que sea necesario para traer a este hijo pródigo de ese país lejano, hacia Ti. Tal vez esta fue la respuesta a mis oraciones—el fondo que yo estaba deseando que él tocara. ¿Podría ser esta la única cosa que podría causar que Christopher se rindiera a Jesús? Aún así, mi corazón se rompió al verlo pasar por esto. Y solo de pensar en él sin ningún tipo de carrera, grado, o futuro—mi alma me dolía de sólo de pensarlo.
"Hay tantos estudiantes en la escuela que están peor que yo", retomó Christopher de nuevo. "Se trata de una venganza personal. . . El Dr. Johnson me odia. . . Es tan injusto!" La voz de Christopher adquirió un tono diferente—no de remordimiento o arrepentimiento, sino que era aguda, incluso engañosa.
"Sabes, mamá, hace unos años hubo otro estudiante que también iba a ser expulsado. Su padre es un dentista. Bastante bien conectado en el mundo la odontología”.
Yo tenía una idea de hacia dónde iba.
Christopher continuó. "El padre del chico vino aquí y exigió hablar con el Decano Robinson, el jefe del Dr. Johnson y amenazó con demandar a la escuela."
Me sentía incómoda con el tono de los comentarios de Christopher, pero sin embargo, se trataba de su futuro. León y yo habíamos sacrificado tanto para venir a Estados Unidos para que nuestros hijos tuvieran una vida mejor. "Sabes, Christopher, hay mucho en juego aquí. Tengo que hablar con tu padre acerca de esto. ¿Te puedo llamar más tarde? ¿Vas a contestar el teléfono esta vez? "
"Claro, mamá. Por supuesto que lo haré. "
Cuando colgué el teléfono, yo no sabía qué hacer. Cualquier buen padre chino haría todo en su poder para garantizar una excelente educación, una carrera noble y un sólido futuro para su hijo. Pero yo quería hacer lo que era correcto. Yo quería hacer lo que era la voluntad de Dios. Pero ¿cuál era la voluntad de Dios?
Empecé a ayunar y a orar, pidiéndole a Dios por sabiduría y discernimiento. No tenía ni idea de cómo sería, pero yo tenía una idea clara de que León y yo necesitábamos echarnos a un lado y salir del camino para que Dios pudiera trabajar en la vida de Christopher.
Una semana más tarde, León y yo volamos a Louisville para reunirnos con el Decano Robinson. . . En el pasado, yo habría estado llena de vergüenza que mi hijo estuviera metido en tantos problemas con la escuela. Pero desde que vine a Cristo y me di cuenta de mi propio quebrantamiento y necesidad de perdón; yo sabía que la rebelión de Christopher no era realmente diferente de mis propios pecados. Era sólo que los de Christopher eran más evidentes. Todos somos pecadores, y el estar consciente de esto me ayudó a dejar de preocuparme por lo que pensaran las otras personas.
En la sala de espera, León y yo nos sentamos uno junto al otro y frente a Christopher. Vestido con traje y corbata, él lucía muy bien, con la esperanza de dar una buena impresión al hombre que tenía la autoridad para poner fin a su carrera dental antes incluso de que comenzara. Christopher estaba tenso—lo pude ver en su rostro al ver las gotas de sudor llenaban su frente. Pero él actuaba como si estuviera seguro de que iba a ganar esta batalla con la escuela, sobre todo ahora que sus padres estaban a su lado.
León, después de todo, había enseñado en la escuela dental de Loyola antes de su cierre en 1993, y ahora es considerado un instructor clínico adjunto en la escuela de odontología de Louisville. Él conocía a uno de los decanos asociados aquí, un hombre que había venido de Loyola. No sería difícil para León poner algo de presión a la administración—la suficiente presión como para dejar que Christopher se graduara con un DMD (Doctor en Medicina Dental) en mayo.
El salón estaba en silencio, excepto por el tic-tac de un reloj en la pared. Más espera. Parecía que había estado esperando por siempre. Anteriormente, esta espera me hubiera vuelto loca, y me hubiera esforzado por hacer lo que fuera necesario hacer para hacer que las cosas sucedieran. Pero ahora comencé a apreciar la disciplina de la espera. Hace unos días, durante mi tiempo de quietud de la mañana, leí en el Salmo 46: "Estad quietos, y sabed que yo soy Dios."
Por difícil que fuera, yo sabía que tenía que dejar de luchar y de tratar de hacer las cosas a mi manera. Sino más bien, tenía que dejar que Dios hiciera las cosas a su manera y en Su tiempo. Yo sólo esperaba que el momento hubiera llegado, finalmente.
Sabía que Christopher tendría que tocar fondo antes de arrepentirse. Yo había tenido la esperanza de que su suspensión en 1994 pudiera servir a ese propósito. Más tarde, esperaba que su quebrantamiento fuera el momento de dar vuelta atrás.
Ahora tenía la esperanza de que esta situación—la amenaza de no sólo el suspensión sino de la expulsión—fuera el catalizador que llevaría a Christopher a entregar su vida a Cristo. Yo no quería que las cosas se pusieran peor.
Por fin la secretaria del doctor Robinson dijo que podíamos ir a su oficina. Dr. Robinson fue decano de la facultad de odontología, era el superior del Dr. Johnson.. Él nos recibió en la puerta y nos saludó con una sonrisa cordial y apretones de manos. "Dr. Yuan, Sra. Yuan, "dijo," es un placer verlos de nuevo." Él asintió con la cabeza a Christopher y le estrechó la mano también. "Chris".
El Dr. Robinson era un hombre amable y decente. La situación podría haber sido muy incómoda, pero era educado y respetuoso. Sin embargo, había tensión en el aire. Lo último que necesitaba el decano era una demanda contra la escuela.
Nos invitó a los tres a tomar asiento y se sentó detrás de su escritorio. "Dr. Yuan, Sra. Yuan", dijo, "como ustedes saben, Christopher es un adulto. Y ciertamente es poco ortodoxo para mí, reunirme con los padres de un estudiante adulto para hablar de su situación académica." Golpeaba un lápiz en el borde de su escritorio. "Pero. . . Estoy seguro de que podemos encontrar una manera de comunicarnos sobre esto, de forma respetuosa y productiva.”
"Sí," asintió León. "Y yo realmente aprecio que usted se tomara el tiempo para reunirse con nosotros."
Hablé entonces. "Dr. Robinson, es una cosa muy seria expulsar a un estudiante a sólo unos meses antes de su obtener su grado de doctor que le ha llevado seis años para lograr—dos años en Loyola, dos años aquí, y luego repetir dos años más como resultado de su suspensión”.
El Dr. Robinson dijo: "Sí, Sra. Yuan, me doy cuenta de eso, pero”—León intervino. "Dr. Robinson, sé que usted es consciente de que Christopher ha incurrido en préstamos estudiantiles enormes para sus últimos cuatro años de estudiante. Sin un título profesional, él no tendrá los medios para pagar esos préstamos”.
El Dr. Robinson abrió la boca para hablar, pero yo seguí. "Dr. Robinson, he orado por largo tiempo en los últimos días, y creo que es importante que ni León ni yo nos interpongamos en el camino de lo que Dios puede hacer en la vida de Christopher."
Dr. Robinson nos miró confundido y parecía no entender lo que yo acababa de decir. Christopher se veía nervioso entre León, yo, y el decano.
"Lo que estoy diciendo, Dr. Robinson, es que no debemos tratar de influir en la decisión de la escuela de una manera u otra. Sabemos que usted y su administración no tomarían una decisión apresurada, y que revisarían toda la información y harían lo que sea que ustedes crean que es correcto. Christopher no nos ha dicho todos los detalles de por qué la escuela le está expulsando, pero confiamos en que su administración tomará la decisión correcta”.
El Dr. Robinson no estaba seguro de lo que iba decir. Hubo una pausa, y yo continué. "Estoy segura de que algunos padres se han reunido con ustedes y no trataron de influir en la decisión de la escuela. Pero queremos hacer lo que es correcto para Christopher.” Respiré profundamente. "De hecho, no es tan importante que Christopher se convierta en un dentista. Lo que es importante es que Christopher se convierta en un seguidor de Cristo. León y yo hemos volado hasta Louisville para decirle”—eché una mirada a León—“que vamos a apoyar cualquier decisión que usted tome. Yo sólo oro para que mi hijo se vuelva a Dios. "
El Dr. Robinson sólo se nos quedó mirando. Él se quedó sin habla. El rostro de Christopher comenzó a ponerse rojo. La ira se reflejó en sus ojos mientras apretaba los brazos de su silla.
Aunque mi corazón se rompía viendo la ira de Christopher contra nosotros, yo estaba en paz sabiendo que nosotros no nos estábamos interponiendo en el camino de Dios y facilitándole las cosas a nuestro hijo. En lugar de ello, expresamos nuestra posición y dimos testimonio de la prioridad de una vida entregada a Dios sobre todas las cosas—incluso la propia carrera.
Como madre, yo no quería que mi hijo experimentara dolor o dificultad. Pero los caminos de Dios no son mis caminos, y algunas veces dejar que un hijo se enfrente a las consecuencias de sus propias acciones es la única manera de mostrar el amor verdadero. De hecho, esa misma mañana había leído Proverbios 3:12: "El Señor disciplina a los que ama."
Caminamos a través de las puertas de la oficina y tomamos el ascensor hasta la planta baja, donde salimos a la brillante luz del sol de marzo. Christopher caminó delante de nosotros, todavía echando humo sobre lo que acababa de suceder.
” "Bueno", miré a León: "Estoy muy contenta de que esto se acabó."
"Sí, yo también", respondió, apretando mi mano. "Sólo espero que esto sea todo y que las cosas no se pongan peor."
Extraído del libro De un país lejano por Christopher Yuan & Ángela Yuan con permiso de WaterBrook, una división de Random House, Inc. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este extracto puede ser reproducido o reimpreso sin permiso del editor.
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