Entonces Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué está triste tu corazón? ¿No soy yo para ti mejor que diez hijos? 1ª Samuel 1:8
En el primer capítulo 1ª Samuel, vemos la vida de Ana, una mujer afligida internamente por su incapacidad de tener hijos, y externamente por los constantes asedios, burlas, y desprecio de Penina, la otra mujer de su esposo Elcana. A pesar de tener el corazón de su esposo, como dice la Palabra que él la amaba, el no poder tener hijos, atormentaba su corazón, al punto de estar afligida y de no tener ni siquiera ganas de comer. (1ª Samuel 1: 1-8)
Me identifico mucho con esta etapa de su vida, cuántas cosas diariamente nos afligen, llenan de dolor y sufrimiento, nos hunden en un profundo dolor y en ocasiones, y nuestra vida empieza a hundirse en un agujero negro, donde nuestros días y noches se convierten en lamentos, autocompasión y quebrantamiento. El corazón de la aflicción es entender que no merecemos lo que estamos pasando, y nos victimizamos en la situación.
Allí estaba Ana, en aquel sufrimiento por algo que no estaba en sus manos cambiar, teniendo el amor de su esposo, y sin poder deleitarse en ser amada, algo le faltaba y esa ausencia era causa de su aflicción.
En el versículo 9 se nos dice que Ana se levantó después de comer y beber, y entra al templo en busca de ayuda; en el verso 10 vemos como derrama el interior de su corazón “muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente” quizás de rodillas, con manos levantadas o rostro inclinado al suelo, la realidad es que allí estaba aquella mujer a los pies de su Dios depositando aquello que la atormentaba. En los versículos siguientes se narra la oración de Ana delante de Dios, y su conversación con el sacerdote Eli.
En el versículo 18 leemos Halle tu sierva gracia ante tus ojos. Y la mujer se puso en camino, comió y ya no estaba triste su semblante. La mujer que entró estaba atribulada, afligida, triste en gran manera, pero luego del encuentro con su Dios, en Quien depositó su pesada carga, no estuvo más triste. ¿Cambió la situación de Ana? ¡No! no Pero sí cambió, su actitud frente a esa situación.
Cuando venimos al Señor y depositamos en Él lo que nos aflige y atormenta, Él pone Su paz en nuestros corazones, y quietud para seguir viviendo, Él es experto en cambiar nuestras aflicciones en contentamiento, Él cambia nuestro lamento en baile, Él resucita nuestras vidas que estaban muertas en nuestros delitos y pecados (Salmos 30:11, Salmos 55:22, Col. 2:12-13).
Dios quiere y puede cambiarnos, pero debemos venir al pie de la cruz, debemos rendir a Él toda nuestra vida, no importa el tiempo que sea necesario llorar, clamar, o gemir; El curará tus heridas, sanará las llagas, quitará todo peso, Él lo ha prometido y lo cumplirá, pero debemos venir a Él. (Mateo 11:28).
El contentamiento es la respuesta de un corazón que vive a plenitud con el Señor, que reconoce que nada merece, pero que todo lo recibe por gracia.
¿Cuál es tu aflicción? ¿Qué atormenta tu vida en este día? ¿Cuáles situaciones no te permiten disfrutar Su gracia?
Cualquiera que sea tu historia, Dios puede cambiar tu aflicción en contentamiento.
1ª Samuel 2:1a “Mi corazón se regocija en el Señor, mi fortaleza en el Señor se exalta…”
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