Puedes haber estado orando por un hijo enfermo durante mucho tiempo, o por un esposo duro de corazón, por una situación económica que parece que nunca va a llegar al final, o por el anhelo de abrazar un pequeño entre tus brazos. ¡Tu corazón puede tener tantos motivos de oración que solo él mismo sabe como los levanta delante de nuestro Dios con la ayuda de su Espíritu! Pero la verdad es que aunque vemos oraciones contestadas en las Escrituras, y sabemos la realidad que Dios las escucha y nos manda a traer todas nuestras cargas ante él en oración; muchas veces algunas de las nuestras no parecen tener respuestas.
¿Has estado alguna vez ahí? ¿Puedes identificarte conmigo? Debo ser honesta y decirte que éste es uno de los puntos donde mi fe lucha más arduamente por aferrarse a sus promesas de saber que Dios sí escucha, se preocupa y tiene cuidado de mis necesidades. No importa cuáles sean.
Me gusta escribir mis oraciones, llevar un diario de mi andar con el Señor o por lo menos registrar por escrito cuando Dios escucha mi clamor. Mi Biblia está llena de fechas y respuestas del Señor para conmigo, y esto me mueve a ver su fidelidad en mi vida. Es como un memorial para mí porque el alma tiende a olvidar. Pero algunas de mis oraciones por largo tiempo no han recibido respuesta, y esto muchas veces me ha llenado de desaliento al no mirar con la perspectiva correcta.
En este punto es fácil dudar de si hemos pedido con fe o si esta era la voluntad de Dios para mi vida. No sé si puedes identificarte en esta lucha: Puedo agonizar con lágrimas delante de mi Padre, y llevar una y otra vez mi petición entendiendo que es para Su gloria y de acuerdo a Sus propósitos, y aun así la respuesta ha sido un no, por ahora.
Pero en las últimas semanas Dios ha estado hablando a mi alma sobre esto. Mira lo que dice Dios de él mismo en Dt. 4: ‘’Pues, ¿qué gran nación tiene un dios que esté tan cerca de ellos de la manera que el Señor nuestro Dios está cerca de nosotros cada vez que lo invocamos?’’ (NTV)
¡Dios está cercano a tu dolor y necesidad! Cercano cada vez que le invocamos.
Si eres madre o has visto una madre cuando entrena a uno de sus pequeños, habrás visto como lo protege del peligro, como evita que coma todo lo que desea porque no es apropiado para su salud, como tiernamente lo conduce por las sendas que ella entiende perfectas, pero en otras le cierra la puerta para evitar una herida o caída.
Esta es una ilustración de cómo nuestro Abba, nuestro Padre amado, escucha nuestras oraciones y en su su tiempo las contesta.
Entender esto me ayuda a dar gracias por las oraciones que Él aún no responde. Ellas están delante de su trono, son preciosas para él, pero Dios no se limita por mi tiempo. Para él un día son como mil años y mil años como un día ( 2 Pe. 3:8). Él vive en lo eterno y yo estoy limitada por lo temporal. Aun así, él desea mi bien, anhela lo mejor para mí. Por eso Su respuesta es como la de una madre, unas veces Él me ayudará a caminar y abrirá el camino para mí, y otras cerrará la puerta para evitar el peligro. O esperará a que mis piernas estén más fuertes para poder atravesar ese sendero. Pero el bien no es mi felicidad sino Su gloria.
Que hoy puedas descansar en el cuidado y en el amor de Aquel que te lleva en Su pecho como a los corderos y te apacienta suavemente como a las recién paridas ( Is. 40:11), que toma tus lágrimas en Su redoma y las tiene todas escritas en Su libro ( Sal. 56:8) y que te lleva grabada en la palma de Su mano ( Is. 49:6).
¡Que puedas dar gracias por lo que Él no responde para tu bien, confiando en Su gran amor por tí y en Su cuidado!
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